Lo que debemos a Patxo Unzueta
La escritura sobre f¨²tbol, la memoria de Bilbao y el an¨¢lisis cr¨ªtico del nacionalismo ser¨ªan distintos sin sus libros
Un hombre en el coche y otro en la puerta avisando a un tercero de cu¨¢ndo salir. No hab¨ªa que ser demasiado avispado para comprender que los dos primeros eran escoltas y el que esperaba, alguien amenazado. Durante demasiado tiempo y a cierta hora, pongamos que cualquier mediod¨ªa entre los siglos XX y XXI esa era la escena a la que asist¨ªa cualquiera que pasara por delante de EL PA?S. Bastaba con tener ciertas man¨ªas lectoras para reconocer en el hombre amenazado a Patxo Unzueta. El terrorismo era entonces m¨¢s viejo que nosotros, parte de la rutina. Ahora sobrecoge el mero hecho de haberse acostumbrado.
Unzueta sobrevivi¨® a las amenazas de ETA pero muri¨® la semana pasada. Si leyera el p¨¢rrafo anterior sacudir¨ªa la cabeza, contrariado por el protagonismo. Como mucho, celebrar¨ªa la escasez de adjetivos; ¨¦l, que sosten¨ªa que su gran m¨¦rito era saber quitarlos. Consciente de que un calificativo se pudre antes que un dato, fue fiel al aviso de Josep Pla: ¡°Todo el mundo opina, nadie describe¡±. Por eso convirti¨® la descripci¨®n en la forma m¨¢s alta de la opini¨®n, la ¨²nica inatacable. No extra?a que tuviera el despacho repleto de libros de Derecho y de recortes de toda la prensa disponible. Stendhal le¨ªa cada ma?ana una p¨¢gina del c¨®digo civil para domar el estilo y no cuesta imaginar a Patxo Unzueta haciendo lo mismo. Fue un gran periodista y un enorme escritor. Tan solo su sigilo ¨Duna mezcla de rigor y retranca¨D impidi¨® que se le reconociera como lo segundo. Y eso que fue pionero en al menos tres ¨¢mbitos: la escritura sobre f¨²tbol, la memoria de una ciudad y el an¨¢lisis cr¨ªtico del nacionalismo.
El periodista, fallecido la semana pasada, sosten¨ªa que su gran m¨¦rito era saber quitar adjetivos
En 1986, cuando el deporte no era cosa de los intelectuales, el sello de la Primitiva Casa Baroja reuni¨® en A m¨ª el pelot¨®n sus cr¨®nicas sobre el Athletic de Bilbao. La pasi¨®n por ese club era tal vez lo ¨²nico que le hac¨ªa desactivar las alarmas. Eso s¨ª, en privado. Enternec¨ªa verlo charlar con Santiago Segurola sobre los planes de cada uno ¨Dalejarse de los transistores, meterse en un cine¨D para sufrir lo menos posible el domingo de junio de 2007 en que el Athletic se jug¨® ante el Levante el descenso a segunda divisi¨®n. Gan¨® 2-0.
Segurola prestaba su viejo ejemplar de A m¨ª el pelot¨®n como el que presta un manual de estilo. Luego le escribi¨® un pr¨®logo cuando lo reedit¨® C¨®rner. Unzueta ten¨ªa hacia sus libros el mismo desapego que hacia sus art¨ªculos: una vez publicados, a otra cosa. Por eso hay que buscar en el mercado de viejo su maravilloso Bilbao (1987), que form¨® parte de una colecci¨®n en la que, por ejemplo, Eduardo Mendoza escrib¨ªa sobre Nueva York. Su presencia en ese Parnaso da una idea del nivel literario de Patxo Unzueta. Fue, adem¨¢s, un experto. Escribi¨® como pocos sobre el nacionalismo vasco y firm¨® el volumen Auto de terminaci¨®n (1994) con dos autoridades en la materia como Jon Juaristi y Juan Aranzadi. Empe?ado en desmontar los argumentos que respaldaban la violencia, midi¨® cada palabra como si a sus lectores les fuera la vida en ello. Tal vez no todos sepan que ¨¦l fue el primero en jug¨¢rsela.
Babelia
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