Soria resucita su pasado jud¨ªo en una ruta cultural: iluminadores de Biblias, poetas, amuletos y platos sin cerdo
El recorrido por una veintena de localidades de la provincia castellana que albergaron aljamas hebreas en la Edad Media recuerda la importante presencia de esta comunidad hasta el decreto de expulsi¨®n de los Reyes Cat¨®licos
As¨ª a?oraba la conversa Ana L¨®pez los tiempos en que los suyos pod¨ªan practicar su religi¨®n y costumbres en la Pen¨ªnsula, en concreto en Berlanga ¡ªhoy con el a?adido ¡°de Duero¡±¡ª, en Soria, donde vivieron entre 300 y 400 jud¨ªos a finales del siglo XV. ¡°Acu¨¦rdome que cuando h¨¦ramos jud¨ªos nos levant¨¢uamos las mugeres a media noche a yr a maitines a la sinoga¡±, dej¨® escrito. Un panel informativo lo recuerda en esta localidad, una de las que integra una nueva ruta, cultural y tur¨ªstica, que intenta devolver a la superficie el pasado sefard¨ª de una zona marcada en los mapas como cruce de caminos y civilizaciones. ¡°Primero fue frontera entre musulmanes y cristianos, y cuando finaliz¨® la Reconquista era lugar de paso entre los reinos de Castilla y Arag¨®n¡±, explica la historiadora Marisol Encinas mientras pasea por Berlanga. La directora del Museo Numantino de Soria, Marian Arlegui S¨¢nchez, a?ade, delante de las vitrinas dedicadas al pasado hebreo soriano, que ¡°esto era un corredor, un centro de comunicaci¨®n y comercio¡±.
Encinas, medievalista, es la art¨ªfice de la Ruta de las aljamas hebreas sorianas, presentada en el Centro Sefarad-Israel, en Madrid, el 8 de junio. Ella ha investigado esas huellas jud¨ªas en m¨¢s de una veintena de n¨²cleos, gracias a documentos que testimonian su forma de vida. EL PA?S fue uno de los medios invitados a conocer este periplo el 21 y 22 de mayo, que cont¨® con la colaboraci¨®n de la empresa Kosher Time y la Diputaci¨®n de Soria.
Para empezar, la historiadora explica la diferencia entre ¡°una juder¨ªa, que hace referencia al espacio, y la aljama, una estructura organizativa con sus sinagogas, cementerios, carnicer¨ªas, escuela¡ Para ser considerada as¨ª deb¨ªa haber al menos 10 cabezas de familia¡±. Las fuentes documentales evidencian la presencia jud¨ªa al menos desde el siglo XII, aunque eso no significa que no la hubiera antes. No se sabe cu¨¢ntos jud¨ªos vivieron en la provincia soriana, aunque s¨ª se conoce, subraya, que hubo una magn¨ªfica escuela de iluminadores de Biblias y otros libros, ¡°liderada por los hermanos Ibn Gaon, y que se movi¨® a caballo entre Soria y Tudela (Navarra)¡±. Crearon obras que hoy est¨¢n, por ejemplo, en el Museo de Israel (Jerusal¨¦n) y en bibliotecas de Oxford, Dubl¨ªn, Lisboa, El Vaticano y EE UU.
En la capital soriana la aljama estaba junto al castillo. A los jud¨ªos se les encomend¨® su ronda y vela. Tambi¨¦n los hubo que sobresalieron en las letras. Como el poeta del siglo XIV Sem Tob de Carri¨®n, que escribi¨® en hebreo y castellano. Fue conocido por versos que conten¨ªan consejos y sentencias, aunque quiz¨¢s su composici¨®n m¨¢s c¨¦lebre es la Disputa del c¨¢lamo y las tijeras, que comienza as¨ª: ¡°Era un d¨ªa de nieve y fr¨ªo cortante / un d¨ªa en que la helada era temible¡¡±. Otras palabras son las inscritas en un fragmento de l¨¢pida, del siglo XIII, hallada en la necr¨®polis de la aljama. Conocido como el epitafio de Abraham Satabi, perteneciente al Museo Numantino, que dice: ¡°En aquel momento la visi¨®n ces¨®... al morir un sabio, un hombre¡±.
Encinas apunta que la imagen de los jud¨ªos dedicados casi exclusivamente a la usura ¡°est¨¢ desenfocada, es un t¨®pico que hay que desterrar¡±. ¡°Hab¨ªa personas poderosas, como la familia Bienveniste, que se mov¨ªa en varias localidades al m¨¢s alto nivel y financiaba a la corona castellana, pero tambi¨¦n hab¨ªa f¨ªsicos, m¨¦dicos... y quien apenas ten¨ªa que comer¡±. Otra idea preconcebida es que viv¨ªan en barrios laber¨ªnticos de calles estrechas. ¡°En la Edad Media era as¨ª en general, no solo en la parte jud¨ªa, y se mantuvo hasta el siglo XVI, cuando los nobles levantaron sus palacetes a costa de que se tiraran casas peque?as¡±.
En las fuentes que Encinas ha estudiado se trasluce que la comunidad hebrea llevaba una vida normal: ¡°Se prestaban gallinas, se visitaban unos a otros¡ ¡°. En esa cotidianeidad, la relaci¨®n con los cristianos, con los que las normas les prohib¨ªan contraer matrimonio, experiment¨® altibajos. ¡°En el siglo XII no hay evidencias de malas relaciones¡±. Luego, con la plaga de peste negra, en 1348, ¡°se busc¨® un chivo expiatorio, que sol¨ªan ser los jud¨ªos, se?alados siempre por su forma diferente de vivir. Se les culpaba de la enfermedad porque se dec¨ªa que hab¨ªan envenenado los pozos¡±.
Tras un decreto de apartamiento de 1480, para que vivieran separados del resto de la poblaci¨®n, que se cumpli¨® de manera desigual, el dram¨¢tico punto y aparte lleg¨® con el decreto de los Reyes Cat¨®licos del 31 de marzo de 1492, que les planteaba el dilema de marcharse o convertirse al cristianismo: ¡°¡mandamos a todos los jud¨ªos e jud¨ªas de qualquier hedad [¡] salgan de todos los dichos nuestros reynos e se?or¨ªos¡±.
¡°Muchos se fueron para siempre, otros se quedaron. Tambi¨¦n los hubo que se convirtieron al cristianismo, ya fuera de Castilla, en Portugal, y volvieron para reclamar las propiedades que hab¨ªan tenido que abandonar¡±, explica Encinas. ?Cu¨¢ntos partieron? Las cifras que manejan los historiadores var¨ªan, pero se sit¨²an en torno a los 100.000. La directora del Museo Numantino subraya que ¡°no pod¨ªan llevarse ni el oro ni la plata y tuvieron que malvender sus bienes¡±. ¡°Entre los que los acogieron destaca el rey otomano, que se sabe se burl¨® del cristiano que hab¨ªa expulsado a un grupo tan valioso¡±.
De las joyas hebreas que alberga el museo destaca una peque?a pieza. Es una hamsa (mano) en plata, un colgante que curiosamente apareci¨® en una necr¨®polis cristiana en Calata?azor, quiz¨¢s por pertenecer a un converso que quiso morir aferrado a su antigua fe. Este amuleto, fechado entre los siglos XIII y XV, ¡°tiene escrita en hebreo la palabra ¡®Vidal¡±, apunta Arlegui. ?Qu¨¦ significa? A¨²n no se ha podido desentra?ar ese misterio. Como tampoco el del cementerio jud¨ªo de Deza, excavado en 1930, en el que, adem¨¢s de anillos, cuentas de collar y pendientes de plata, se hallaron algunos cuerpos atravesados por clavos, una ins¨®lita pr¨¢ctica.
De la vida de los conversos despu¨¦s del decreto hay se?ales en Berlanga. A dos se les encomend¨® controlar el acceso de los comerciantes por la Puerta de Aguilera, una de las que hab¨ªa y que se conserva; deb¨ªan exigirles el pago del portazgo para poder vender sus mercanc¨ªas.
Donde convivieron cristianos, musulmanes y jud¨ªos fue en ?greda, ¡°la villa de las tres culturas¡±, como se la conoce. De su pasado hebreo hay un fragmento, en piel de cabrito, del siglo XIV, de un texto del Lev¨ªtico, uno de los libros del Antiguo Testamento que forma parte de la Tor¨¢. En Almaz¨¢n, la presencia jud¨ªa lleg¨® a representar ¡°un tercio del total y tuvo su esplendor en el siglo XIV¡±, agrega Encinas. La documentaci¨®n de la Inquisici¨®n permite rastrear d¨®nde se ubicaban sus casas.
Todos estos posos de la civilizaci¨®n hebrea han llegado hasta hoy, quiz¨¢s por su capacidad para recuperarse de persecuciones y leyes contra su fe. El converso L¨¢zaro ?lvarez lo escribi¨® con una met¨¢fora que explica la tenacidad de los suyos para reunir bienes y dinero: ¡°Si una pajarica que volase llevaba tres granos en el pico, deb¨ªa dejar uno¡±.
Comida de conversos
La historiadora Marisol Encinas ha investigado también qué comían los conversos que se quedaron en la Península tras el decreto de expulsión de 1492. Como el cogüerzo, un guiso que se preparaba después de un funeral para los familiares del fallecido: acelgas, queso y pan rallado eran algunos de sus ingredientes. Un interesante libro sobre la cuestión gastronómica de esa época es La cocina prohibida, de Ángel Martín Martínez, enfocado en la judería de Almazán. Incluye recetas creadas a partir de los legajos de la Inquisición que vertían acusaciones contra conversos por prácticas prohibidas, como el uso del aceite en vez de grasa o la ausencia de derivados del cerdo.
Esta publicación recoge casos como el de la criada que acusó a su señora judía porque “cuando había de echar berzas en la olla le mandaban que las lavase con agua y sal”. Y si se quiere revivir aquellos días por el sentido del gusto, el restaurante El rincón del nazareno, en esta misma localidad, ofrece platos como la olla de acelgas con queso, la empanada de carnero o la pierna de perdiz.
Babelia
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