Sorolla tuvo su lado oscuro
El museo del pintor propone una muestra que se sale de lo habitual de este artista, conocido por su magistral uso de la luz, e incide en la importancia y los distintos significados que el negro tuvo en su paleta
Sorolla tuvo su lado oscuro. Esta rotunda sentencia es literal, es decir, versa sobre el color, no hay ninguna met¨¢fora en ella. Tampoco la hay al afirmar que Sorolla pint¨® El caballero de la mano en el pecho. Con su gorguera y su ce?ido jub¨®n de seda negra, como mandaba la moda del siglo XVI. Dos afirmaciones que exponen algunas de las l¨ªneas que trata la exposici¨®n que se puede ver hasta el 27 de noviembre en la madrile?a casa del pintor, Sorolla en negro. Lo confirma el comisario, Carlos Reyero: ¡°Si fuera Sorolla en rojo, nadie dudar¨ªa de que es una muestra sobre color. El negro no deja de ser un tono; que, adem¨¢s, se redescubre a finales del siglo XIX. Una de las razones por las que recobra actualidad en ese momento es por la relectura que se est¨¢ efectuando de los maestros espa?oles que hab¨ªan utilizado los negros intensos, especialmente El Greco¡±.
Los actuales son tiempos de desaprender. En este caso, de desaprender o de aprender m¨¢s. Joaqu¨ªn Sorolla (Valencia, 1863-Cercedilla, Madrid, 1923), muchas veces calificado como el pintor de la luz, maestro en el uso de los blancos, tambi¨¦n tuvo sus sombras. Fue creador de escenas de playa que forman parte del imaginario colectivo veraniego, retratista del agua, del reflejo del sol sobre ella, de la arena, de los ni?os, de sus juegos y tambi¨¦n de sus trabajos, incluso de la invisible, pero perceptible, brisa¡ Pero no solo de eso. Nunca desterr¨® de su paleta ni negros, ni tonos oscuros, y Reyero ha querido estimular al espectador, ¡°sacarle de su zona de confort y mostrar otro cat¨¢logo, otra tesis, no contraria a lo sabido, solo complementaria¡±.
El visitante del museo ¨Dsituado en la casa del pintor¨D traspasa el jard¨ªn, se adentra en los espacios que habitaron el artista, su familia y sus ilustres amigos, y sube a la segunda planta, donde se encontraban los espacios privados que hoy est¨¢n dedicados a las exposiciones temporales. Para esta exhibici¨®n, las paredes se han pintado de gris, lo que fomenta la monocrom¨ªa, la uniformidad de la que quiere dar buena muestra Sorolla en negro. El espectador entra en una sensaci¨®n de gris, pero no es l¨²gubre ni abrumadora, o, al menos, no lo es en todo su espacio.
En una arm¨®nica primera sala, repleta de retratos, priman los tonos protagonistas. Ellos, de negro o gris; ellas, tambi¨¦n. Ellos porque en el siglo XIX se uniformizan, desaparecen los colores vistosos de tiempos anteriores. Ellas, por elegancia. A Sorolla le gustaban las mujeres vestidas de negro, especialmente su esposa, Clotilde Garc¨ªa del Castillo. Hay decenas de cartas que lo prueban. ¡°Dime si quieres un vestido de seda negro, de los que ahora tan bonitos se llevan¡±, le consulta desde Par¨ªs el 2 de octubre de 1913. El d¨ªa siguiente escribe: ¡°He encargado tu traje negro en seda: ser¨¢ una preciosidad (¡) me imagino el retrato bonito que voy a hacer?. Entre los personajes de la sala se encuentran sus hijos (Mar¨ªa, Elena y Joaqu¨ªn), que nunca faltan; su elegante esposa vestida de gris; el Nobel de Literatura, Jos¨¦ Echegaray; la reina Mar¨ªa Cristina; y amigos como Manuel Ducassi o Manuel Bartolom¨¦ Coss¨ªo. Sus pinceladas est¨¢n impregnadas de la personalidad de cada retratado. As¨ª, en este ¨²ltimo crea los vol¨²menes a trav¨¦s de las distintas intensidades de los negros, una t¨¦cnica digna de El Greco. No en vano, Coss¨ªo es el autor del primer gran estudio del cretense, de ah¨ª que tras el personaje pinte una reproducci¨®n de El caballero de la mano en el pecho y genere un di¨¢logo entre el rostro de este y el del intelectual.
¡°Pod¨ªa haber pintado el cuadro original, pero prefiri¨® una reproducci¨®n¡±, recalca Reyero. Esto incide en la idea de que la historia del arte se estudiaba a trav¨¦s de reproducciones (grabados o fotograf¨ªas) y estas, hasta hace no mucho, eran en blanco y negro. As¨ª, en una vitrina en el centro de la sala, coloca fotograf¨ªas tanto de obras de Sorolla, como de familiares o de otros cuadros y deja abierta esa cuesti¨®n: si los estudiosos del arte estar¨ªan influidos en la manera de percibir y explicar los colores por su manera de conocerlos, que no siempre era con la obra original delante.
El siguiente espacio s¨ª est¨¢ dedicado a ese simbolismo m¨¢s negativo del negro. Aunque el comisario aclara que los colores no significan nada en s¨ª mismos, cada cultura les otorga unos valores. Pero como pintor de su tiempo que es, Sorolla asocia el negro con el mal, la muerte y eso se ve en esta sala, d¨®nde se exhiben algunas de sus obras m¨¢s crudas. Lienzos que plasman los problemas sociales de su momento. Representa lo que ve, lo que capta su retina. Las valoraciones van aparte. En Trata de blancas (1894), viste de negro a quien trafica con la vida de las j¨®venes. En el estudio para ?Otra Margarita! (1892), la muchacha flanqueada por dos guardias civiles es una mara?a de pinceladas oscuras, pero no es dif¨ªcil desentra?ar el estado de la cabizbaja joven, acusada de haber abortado. Refleja un conflicto social y moral candente en ese momento, en el que la culpable es la mujer. Es probable que el artista presenciase alguna escena similar en alg¨²n tren de Valencia a Madrid. Como tambi¨¦n contempl¨® la Semana Santa sevillana de 1914, donde tom¨® muchos apuntes. Le llamaban la atenci¨®n los nazarenos, en la parte superior de uno de estos dibujos escribi¨®: ¡°Todo negro¡±, para indicar el color que emplear¨ªa.
Como toda negra es la vestimenta del personaje que se muestra en el ¨¢lbum de estampas japonesas, uno de los que atesor¨® Sorolla. La figura no se representa de manera volum¨¦trica, como se har¨ªa en Occidente, es un plano negro que marca la diferencia con otros planos de la representaci¨®n. Cuando Sorolla naci¨®, la influencia de los ukiyo-e (estampas japonesas) ya impregnaba los lienzos de los impresionistas. ?l, como hombre y pintor cosmopolita, no iba a dejar de incluir esto en sus obras. As¨ª, en el fondo del retrato de Agust¨ªn Oterm¨ªn (1892), representa un biombo japon¨¦s lacado en negro y con motivos decorativos como plantas y aves que resaltaban sobre ese tono. Ese es uno de sus papeles esenciales. ¡°Es la base para que otros colores destaquen m¨¢s. El negro no es la falta de luz, sino que la aumenta y la potencia¡±, explica Reyero.
Aunque muy viajado y gran conocedor de artistas extranjeros tanto anteriores como contempor¨¢neos a ¨¦l, Sorolla no deja de ser un creador espa?ol y el negro es inherente a esta tradici¨®n. La influencia velazque?a es constante en sus retratos, a veces est¨¢ especialmente remarcada, como en Mar¨ªa vestida de velazque?a (1905) o en Quiquet Pons-Sorolla con traje velazque?o (1920), que se pudo contemplar en La edad dichosa, la exposici¨®n anterior del museo. Se ve a su coet¨¢neo Ignacio Zuloaga en El segoviano (1907). Termina la muestra con algunas obras poco conocidas que remiten a las Pinturas negras de Goya: los ¨®leos sobre cart¨®n que le encargaron para una lujosa edici¨®n ilustrada de las Leyendas de Jos¨¦ Zorrilla, en concreto, La sorpresa de Zahara, romance de 1481, cuyo destino era la impresi¨®n, de ah¨ª la similitud de todos los tonos, porque las t¨¦cnicas de reproducci¨®n todav¨ªa no estaban muy avanzadas. La manera de representar los cuerpos desnudos en una de ellas es llamativa en este pintor.
Prueba de que el negro siempre ha estado en la paleta de Sorolla es un estudio del natural de Clotilde, que sirvi¨® de dibujo preparatorio para Clotilde con traje negro (1906), y que, impreso en camisetas y bolsos, forma parte del merchandising del museo desde hace a?os. Como dir¨ªa Banksy: La salida por la tienda de regalos. Y all¨ª, de paso, se puede ojear el cat¨¢logo de la muestra, donde, adem¨¢s de las ideas del comisario, se pueden leer dos textos de Estrella de Diego y de Isabel Cl¨²a que acercan (m¨¢s) a Sorolla a la modernidad.
Babelia
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