Sexo ¡®jondo¡¯: la liberaci¨®n de las bailaoras
¡®Insaciable¡¯ es la nueva obra de Luc¨ªa ¡®La Pi?ona¡¯, flamenca de una generaci¨®n que ya no evita la sexualidad sobre las tablas
¡°En el siglo XXI, el sexo de las bailaoras se est¨¢ convirtiendo en arma de creaci¨®n y contestaci¨®n¡±, explica la catedr¨¢tica de antropolog¨ªa Cristina Cruces Rold¨¢n por tel¨¦fono. Y a?ade: ¡°En el atlas de la geograf¨ªa humana de las flamencas esa parte de su anatom¨ªa ha estado como la base de Rota en Google Maps: desaparecida¡±. Efectivamente, el flamenco ha ignorado tradicionalmente el sexo y la sexualidad de las flamencas, algo m¨¢s llamativo en las bailaoras, que trabajan con su cuerpo. ¡°Es que el flamenco tiene fama de pasional pero no es sexual. Esa parte ha estado muy reprimida, sobre todo en ...
¡°En el siglo XXI, el sexo de las bailaoras se est¨¢ convirtiendo en arma de creaci¨®n y contestaci¨®n¡±, explica la catedr¨¢tica de antropolog¨ªa Cristina Cruces Rold¨¢n por tel¨¦fono. Y a?ade: ¡°En el atlas de la geograf¨ªa humana de las flamencas esa parte de su anatom¨ªa ha estado como la base de Rota en Google Maps: desaparecida¡±. Efectivamente, el flamenco ha ignorado tradicionalmente el sexo y la sexualidad de las flamencas, algo m¨¢s llamativo en las bailaoras, que trabajan con su cuerpo. ¡°Es que el flamenco tiene fama de pasional pero no es sexual. Esa parte ha estado muy reprimida, sobre todo en las mujeres¡±, cuenta a EL PA?S Luc¨ªa ?lvarez, La Pi?ona, que el pr¨®ximo martes presenta en los Teatros del Canal de Madrid Insaciable, obra que estrenar¨¢ tambi¨¦n en la Bienal de Sevilla el 21 de septiembre.
Por su parte, Ana Morales, Premio Giraldillo de la Bienal de Flamenco 2018, afirma sin tapujos que las dos situaciones en que ha estado m¨¢s cerca del cielo han sido bailando y practicando sexo y cree que es imposible ¡°no relacionar un cuerpo que se mueve con la sexualidad¡±. Cruces Rold¨¢n, que investiga sobre flamenco en la Universidad de Sevilla, le da la raz¨®n haciendo referencia a danzas del pasado ¡°descompuestas y lascivas que ven¨ªan de los tangos de negras que viajaron de ?frica a Am¨¦rica y de ah¨ª a C¨¢diz y Sevilla¡±. Bailes como el manguindoy o la zarabanda, aceptados fuera de los teatros pero no en los escenarios ni para las que pretendieran parecer honradas.
De cintura para arriba
Las normas no escritas que marcaban esa honradez y lo que era aceptable en el baile datan del siglo XIX, cuando se produjo un reparto de papeles entre sexos muy condicionado por la moral cat¨®lica. Adem¨¢s de un c¨®digo de vestimenta, esas reglas determinaban los movimientos corporales de cada sexo. Resumiendo: los hombres bailan de cintura para abajo; las mujeres, de cintura para arriba. T¨¦cnicamente, quiere decir que el protagonismo de los bailaores radica en la fuerza de sus piernas, que se manifiesta sobre todo en el zapateado. Y el de las mujeres, en la delicadeza, concentrada en brazos y cabeza, siempre bien adornada. Simb¨®licamente, significa que los genitales de la mujer salen de escena. ¡°Sin embargo, no desaparecen la cadera ni el amago de la falda, que marcan el camino a lo deseable. El sexo de la mujer siempre ha estado en el mismo sitio, pero no para expresarse desde ¨¦l, sino para ser observado¡±, explica Cruces Rold¨¢n.
Pero hoy, esa ¡°anatom¨ªa olvidada¡± est¨¢ haci¨¦ndose visible. Unas bailaoras la reclaman para denunciar: ¡°En mi obra Catedral abordaba la represi¨®n sexual femenina que hemos vivido y en la que ha tenido mucho que ver la religi¨®n cat¨®lica¡±, explica Patricia Guerrero, Premio Nacional de Danza 2021, que en Catedral baila una pieza titulada Tangos del deseo. Otras recurren a su entrepierna como un desaf¨ªo: Roc¨ªo Molina en Ca¨ªda del cielo. En este espect¨¢culo, la ganadora del Le¨®n de Plata de la Bienal de Danza de Venecia 2022 bailaba tanto de cintura para arriba como de cintura para abajo y hasta pon¨ªa en escena una menstruaci¨®n. Tambi¨¦n se quedaba desnuda, algo que provoc¨® algunas cr¨ªticas, no a su baile, sino a su cuerpo, que llegaron a compararlo con un ¡°lomo de cerdo¡±.
Esa reacci¨®n de quienes construyen el relato del flamenco es lo que la bailaora y te¨®rica Bel¨¦n Maya denomina ¡°disciplinamiento del cuerpo de la bailaora¡±, un correctivo que se aplica cuando no hacen lo que se espera de ellas. Y lo que se espera, b¨¢sicamente, ¡°es que genere a quien mira placer est¨¦tico¡±. Ese principio tambi¨¦n se lo salt¨® Molina al apostar por la fealdad, la suciedad y la estridencia sonora. Y la prueba de que las cr¨ªticas a su desnudo fueron un ¡°castigo¡± por saltarse la moral impuesta a las artistas lleg¨® unos meses despu¨¦s, cuando el bailaor Andr¨¦s Mar¨ªn se qued¨® en cueros en su Don Quixote sin generar ninguna pol¨¦mica.
Due?as de su cuerpo y su compa?¨ªa
?Y qu¨¦ ha propiciado este cambio? La conquista de derechos est¨¢ entre las claves: ¡°Del mismo modo que ya deciden sobre su sexualidad y su maternidad, deciden con qu¨¦ parte de su cuerpo bailan, crean, y qu¨¦ le dan al p¨²blico¡±, explica Cruces Rold¨¢n. Tambi¨¦n tiene mucho que ver la normalizaci¨®n de un discurso feminista que las ha hecho sentirse m¨¢s libres para expresarse: ¡°Yo antes no me atrev¨ªa porque tambi¨¦n he cumplido todos los estereotipos mostr¨¢ndome sumisa, cuidando de ir vestida y peinada de manera recatada y port¨¢ndome como se esperaba de m¨ª para no molestar¡±, dice La Pi?ona.
Otro factor es que adem¨¢s de due?as de su cuerpo, la mayor¨ªa lo son de sus compa?¨ªas. Por eso ya no se limitan solamente a ser int¨¦rpretes, ni a ser interpretadas: prefieren interpretar el mundo con su baile. Por eso dice la antrop¨®loga que el flamenco esc¨¦nico del siglo XXI adem¨¢s de bailarse, se piensa. Porque Pastora Imperio o Carmen Amaya bailaban excelsamente, pero no planteaban temas sociales en sus espect¨¢culos. Sus sucesoras s¨ª, y entre sus temas est¨¢n su cuerpo y sus derechos, as¨ª como otro concepto desterrado del vocabulario jondo: el deseo femenino.
Sensual, no sexual
¡°Del mismo modo que la representaci¨®n visual de los genitales masculinos est¨¢ legitimada, lo est¨¢ su libido. No la de la mujer¡±, explica la catedr¨¢tica. Eso es algo que tambi¨¦n desmonta Insaciable, que contiene no un casto beso de La Pi?ona con Jonatan Mir¨® sino un morreo, y una pieza titulada Farruca de la libido. Porque el vocabulario es otro de los lugares donde hay que buscar el cambio. Por ejemplo, en el de las bailaoras y la antrop¨®loga entrevistadas aparecen ¡°co?os¡±, no t¨¦rminos infantilizados de los genitales femeninos; en el repertorio de Guerrero, unos ¡°tangos del deseo¡±, y La Pi?ona asegura que ¡°el duende, el trance o como se le quiera llamar es muy parecido al orgasmo¡±.
Para apreciar la evoluci¨®n, basta observar el cancionero flamenco, que el escritor Fernando Qui?ones defini¨® como ¡°un tratado de represi¨®n sexual¡±. Sus letras castigan a las ad¨²lteras, se critica a las suegras y a las mujeres se las ensalza compar¨¢ndolas con la virgen, especialmente si son madres. A esa idea le dio Molina otro revolc¨®n bailando embarazada en A grito pelao, donde dej¨® claro que para que alguien nazca, una mujer debe parir por el mismo lugar que las normas y la moral pretenden esconder y callar. No fue, adem¨¢s, una madre virginal: sino una exuberante, due?a de sus actos y de su carne. Y para mayor autonom¨ªa, como cont¨®, su hija no era fruto del sexo con un hombre, sino de una inseminaci¨®n artificial.
Parece poca revoluci¨®n sexual si se compara el flamenco con, por ejemplo, la danza contempor¨¢nea: basta repasar el papel del sexo en la obra de Pina Bausch. Pero no lo es si se tiene en cuenta, como escribi¨® Qui?ones, que no hay arte ¡°con menos despliegue carnal¡± que el arte jondo. Aunque esa realidad, como afirma Cruces Rold¨¢n, ha tomado una senda que no tiene marcha atr¨¢s: ¡°La de una genitocracia de las bailaoras, que han tomado las riendas de una naturaleza que se us¨® para dominarlas y ellas han convertido en su aliada para protestar, reivindicarse y crear¡±.