Javier Mar¨ªas, una ense?anza perdurable
Acudir a un instituto p¨²blico para hablar de su oficio de novelista, sin cobrar un c¨¦ntimo, es un gesto n¨ªtidamente ¨¦tico
Tuve el honor hace a?os de presentar a Javier Mar¨ªas ante un grupo amplio de estudiantes de bachillerato en un instituto p¨²blico madrile?o y me alegra recordar en estos momentos tristes que fue encantador con los estudiantes, les explic¨® con divertida falta de envanecimiento ¨Cl¨¦ase con cercan¨ªa¨C en qu¨¦ consist¨ªa escribir unas novelas como las suyas, sin d¨¢rselas de nada que resultara antip¨¢tico, engolado, vanidoso, engre¨ªdo o distante. Todo lo contrario: fue divertido, conect¨® bien, se desenvolvi¨® con gracejo y sencillez ...
Tuve el honor hace a?os de presentar a Javier Mar¨ªas ante un grupo amplio de estudiantes de bachillerato en un instituto p¨²blico madrile?o y me alegra recordar en estos momentos tristes que fue encantador con los estudiantes, les explic¨® con divertida falta de envanecimiento ¨Cl¨¦ase con cercan¨ªa¨C en qu¨¦ consist¨ªa escribir unas novelas como las suyas, sin d¨¢rselas de nada que resultara antip¨¢tico, engolado, vanidoso, engre¨ªdo o distante. Todo lo contrario: fue divertido, conect¨® bien, se desenvolvi¨® con gracejo y sencillez y entusiasm¨® a la audiencia. Y quiz¨¢s lo m¨¢s importante de todo: no cobr¨® nada de nada, y acudi¨® a la cita por sus propios medios, y eso ya en una ¨¦poca en la que ¨C seg¨²n me dijo - no atend¨ªa a invitaciones de ninguna clase, por muy rimbombantes o bien pagadas que fueran.
La cuesti¨®n, por tanto, en la hora de su muerte, que tanto nos conmueve y entristece a los que le admir¨¢bamos, es la siguiente: aquel gesto suyo generoso y ejemplar encumbr¨® a¨²n m¨¢s sus creaciones pues el hombre que era su autor las dignificaba con su simp¨¢tica naturalidad. ?l estaba en la cumbre de un m¨¢s que merecido ¨¦xito pero, a la vez, es como si quisiera desentenderse con gestos como el suyo de la carga que supon¨ªa estar obligado a ser lo que no le apetec¨ªa ser: una estrella, un divo, y toda la rid¨ªcula seriedad que infunden esas medallas en quien acaba crey¨¦ndoselas. Dio esa soberana lecci¨®n aquel d¨ªa, y no solo sobre el arte en el que era maestro: escribir, por fin, novelas en espa?ol modernas y universales.
Acudir una buena ma?ana casi primaveral sin sombra de oropel ni aparataje de cualquier clase a un centro de ense?anza p¨²blico para hablar de su oficio de novelista, sin cobrar un c¨¦ntimo, es un gesto n¨ªtidamente ¨¦tico que dice mucho, en la sombra, de un creador de inmensa categor¨ªa como lo fue ¨¦l. Digo en la sombra porque ese acto no tuvo publicidad de ninguna clase y ¨¦l lo hizo por amor al arte, literalmente, y quiz¨¢s tambi¨¦n por amor a la ense?anza, de cuya nobleza creo que lleg¨® a saber algo. Mar¨ªas fue sencillo aquel d¨ªa sin dejar de ser por ello un gran creador y esa es la ense?anza que ahora vuelve con luz memorable, como la de sus novelas.