Mart¨ªn Garc¨ªa, el joven pianista espa?ol a la conquista del Carnegie Hall
El m¨²sico, de 25 a?os, debuta en la gran sala de conciertos de Nueva York, donde vive desde hace tres a?os, tras ganar importantes cert¨¢menes internacionales
Mart¨ªn Garc¨ªa (Gij¨®n, 25 a?os) r¨ªe con ganas cuando se oye llamar ¡°el Alcaraz del piano¡±. Como el tenista ganador del ¨²ltimo US Open, el joven pianista se dispone a conquistar Nueva York con su debut en el Carnegie Hall, este mi¨¦rcoles. Con un programa que incluye obras de Schubert, Chopin, Rachmaninov y cuatro piezas propias, Garc¨ªa llega a la sala de conciertos neoyorquina en volandas del premio del certamen internacional de piano de Cleveland, que gan¨® en 2021. Expresivo, en¨¦rgico y muy f¨ªsico ante el teclado, durante la charla el guaje Garc¨ªa es un torbellino de sonrisas e ideas.
¡°El p¨²blico estadounidense es muy entusiasta y entendido, aqu¨ª te encuentras en cualquier sitio a alguien que escucha seis horas de m¨²sica cl¨¢sica al d¨ªa... Al Carnegie vendr¨¢n unas 50 o 60 personas desde Cleveland, habr¨¢ managers, gente del circuito [profesional]¡ invitados VIP. Conozco a un tercio de la audiencia y son figuras clave del mundillo, as¨ª que ser¨¢ una carta de presentaci¨®n a lo grande¡±, cuenta risue?o en la tienda de pianos y sala de ensayos de Nueva York, ciudad en la que vive desde hace tres a?os, donde termina de sacarle brillo a su reluciente piano de cola antes de que sea trasladado al teatro.
¡°Viv¨ª aqu¨ª toda la pandemia, en la que me sumerg¨ª en la obra de Chopin, para presentarme al certamen internacional de piano Chopin, en Varsovia, en octubre de 2021¡å, recuerda. En la cuna del m¨²sico polaco, el joven virtuoso se hizo con el tercer puesto, adem¨¢s de un premio especial al mejor concierto. Inspirado tambi¨¦n por la pandemia, compuso las piezas que interpretar¨¢ este mi¨¦rcoles, que titula M¨²sica silenciosa. ¡°Durante el confinamiento recorr¨ªa la Quinta Avenida desierta, sin coches, en silencio, mientras escuchaba en los auriculares la M¨²sica callada de Mompou¡±, dice de la extra?a experiencia que dej¨® sin habla a la ciudad y al mundo.
Tras el ¨¦xito de Varsovia, Garc¨ªa no ha parado de dar conciertos por todo el mundo, especialmente en Europa y Jap¨®n. Llega al Carnegie directamente desde el Auditorio de Barcelona, donde la semana pasada toc¨® con la Orquesta Sinf¨®nica de Barcelona y Nacional de Catalu?a (OBC). Tras su consagraci¨®n neoyorquina, le esperan Noruega y, de nuevo, Jap¨®n; en total, unos 70 conciertos este a?o. ¡°Es curioso tocar ahora en Nueva York, en un lugar como el Carnegie, cuando mi p¨²blico est¨¢ sobre todo en Europa y Jap¨®n. No es lo mismo Polonia que Nueva York, ni la manera de reaccionar de la gente. Mientras en EE UU hay mel¨®manos donde menos te lo esperas, en Europa hay m¨¢s tradici¨®n y en Jap¨®n, el entusiasmo de EE UU pero multiplicado por cien, algo parecido al fen¨®meno fan. El 75% de la audiencia en Jap¨®n son mujeres¡±. Garc¨ªa recuerda sus conciertos en el Suntory Hall de Tokio, la catedral de la m¨²sica cl¨¢sica nipona, con evidente satisfacci¨®n.
Sin tradici¨®n musical en su familia, empez¨® a los cinco a?os a emular a su hermano mayor, que estudiaba piano pero lo abandon¨® a los 18 a?os. ¡°Fruto de la casualidad, en Gij¨®n recalaron profesores procedentes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, virtuosos de Vlad¨ªmir Spivakov que aprovecharon el viaje a Espa?a para pedir asilo. Fue fruto del azar¡ la presencia de esos pedagogos en una peque?a ciudad del norte, para ense?arme los valores y los ideales de la m¨²sica. Su dedicaci¨®n me transmiti¨® toda la tradici¨®n de la escuela rusa¡±. Mart¨ªn Garc¨ªa se empap¨® de esa cultura: de la m¨²sica, de la literatura, ¡°le¨ªa a Dostoievski de peque?o, sin entenderlo¡±, dice entre risas.
Gracias a esos profesores, a los que pronto tom¨® el relevo en Madrid, a donde se traslad¨® con 14 a?os, Galina Eguiazarova, su maestra durante una d¨¦cada, aprendi¨® ¡°por qu¨¦ se toca una pieza, qu¨¦ hay verdaderamente detr¨¢s de un objeto con teclas de madera y un poco de metal como un piano¡±. La magia de pulsar el silencio y convertirlo en algo similar, dice, ¡°a la trascendencia sin Dios¡±. ¡°La m¨²sica nos define a todos: todo el mundo va por la calle con unos cascos, oiga lo que oiga, hay una m¨²sica para cualquiera¡±. A ¨¦l no le disgusta el jazz de los a?os cincuenta y sesenta, ¡°la improvisaci¨®n es algo importante para un pianista¡±. Tambi¨¦n le gusta en sus ratos libres jugar a la Nintendo y el mundo del motor, en especial el de las cuatro ruedas, una met¨¢fora tal vez de la velocidad que la m¨²sica ha impreso a su vida.
Formado en la Escuela Superior de M¨²sica Reina Sof¨ªa de Madrid y en la Escuela Superior de M¨²sica Mannes de Nueva York, las relaciones interpersonales que desde peque?o estableci¨® con sus profesores ¨Del ¨²ltimo, Jerome Rose, en Nueva York¨D priman a su juicio sobre las institucionales, las inherentes a las ¡°10 o 15 escuelas [de m¨²sica] importantes¡± que hay en el mundo. No quiere confesar cu¨¢l es su compositor favorito, ¡°igual que con la comida, por mucho que te guste un plato, no repites tres veces al d¨ªa, ?verdad?¡±. Pero apunta que por debajo de la aparente facilidad de Mozart, al que califica de intuitivo, o de la dimensi¨®n sagrada de Bach, ¡°un compositor que puso la m¨²sica incluso por encima de lo divino¡±, le gu¨ªan la pureza de una visi¨®n radical de la m¨²sica, la disciplina y la b¨²squeda constante de la perfecci¨®n inalcanzable, adem¨¢s de la trascendencia. Por eso acaba siempre sus conciertos descontento, ¡°insatisfecho ser¨ªa la palabra adecuada¡±, consciente a la vez de que ¡°cada concierto es el ¨²ltimo¡± y de que el v¨¦rtigo que le provocan convocatorias como la de este mi¨¦rcoles no es miedo esc¨¦nico, ¡°sino respeto¡±. ¡°Intento que no me importe d¨®nde toco, que no me importen m¨¢s que los valores y los ideales de la m¨²sica¡±.
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