Fernando Trueba rueda en la Grecia profunda ¡®Haunted Heart¡¯, su primera pel¨ªcula de cine negro
El cineasta dirige a Aida Folch y Matt Dillon en un filme, rodado en ingl¨¦s y con guion propio, impulsado por su pasi¨®n por Patricia Highsmith o Alfred Hitchcock
Para llegar a Trikeri, en el golfo Pagas¨¦tico, hay que conducir m¨¢s de cinco horas hacia el norte desde Atenas. Tres de ellas por carreteras retorcidas que ascienden y descienden colinas hasta desembocar en el mar. All¨ª est¨¢ rodando Fernando Trueba su decimoctava pel¨ªcula, Haunted Heart. Pero el director madrile?o no ha tardado cinco horas en llegar a esta Grecia rec¨®ndita y apenas habitada que necesitaba para su proyecto, sino 16 a?os. El tiempo transcurrido desde que empez¨® a escribir la pel¨ªcula, la primera de cine negro de su carrera, en colaboraci¨®n con el guionista Rylend Grant, hasta que se ha hecho realidad. Dimensi¨®n, por algo estamos en Grecia, de los l¨ªmites de las buenas historias que se conocen desde hace siglos, casi de odisea: 20 a?os necesit¨® Ulises para volver a ?taca.
Una noche del pasado verano, Trueba le dec¨ªa a Aida Folch, protagonista junto al actor estadounidense Matt Dillon, que iban a hacer ¡°una pel¨ªcula¡± y ella lo miraba confundida. La relaci¨®n entre ambos va m¨¢s all¨¢ del cine. Trueba dice de Folch que trabajar con ella ¡°sale solo¡± y que podr¨ªan ir ¡°una noche a cenar y despu¨¦s rodar una pel¨ªcula¡±. Ella asegura que con ning¨²n director se entiende mejor y que en ¡°los rodajes de Fernando y Cristina [Huete, productora], sobre todo, se trabaja con amor porque lo que m¨¢s aman es rodar¡±. Y cita como ejemplo de ello la proyecci¨®n que se realiza cada domingo durante el rodaje para que el equipo vea lo rodado durante la semana. ¡°Y pon eso, por favor¡±, insiste al periodista, ¡°porque es algo poco frecuente y que nos hace sentir a todos a¨²n m¨¢s part¨ªcipes¡±.
Aquella noche, sin embargo, Folch no entend¨ªa a Trueba. Era obvio que iban a hacer una pel¨ªcula, pensaba ella. En eso consiste el cine. Pero no, Trueba no se refer¨ªa a una pel¨ªcula como cre¨ªa la actriz, sino, como lo explica ¨¦l, ¡°a hacer cine sin ninguna justificaci¨®n extracinematogr¨¢fica¡±. El cine por el cine. Sentarse ante una pantalla y, como dice, ¡°meterse dentro, vivirlo y que desaparezca todo lo dem¨¢s¡±. Una ficci¨®n, escrita por ¨¦l, sin ¡°ninguna red, como suelen ser las historias reales¡± m¨¢s all¨¢ de lo que se ve. ¡°Y eso es casi como saltar al vac¨ªo. Cuando Hitchcock rueda Psicosis a la gente le gusta o no le gusta, no hay otra opci¨®n. Como cuando Los Hermanos Marx hacen Una noche en la ¨®pera: o te r¨ªes o has hecho el idiota¡±, explica.
Trueba confiesa que los dos g¨¦neros por los que siente predilecci¨®n son ¡°la comedia y el film noir, que es distinto que el policiaco o el thriller, posee una carga m¨¢s po¨¦tica¡±. Comedias ya hab¨ªa rodado. Pero le faltaba adentrarse en la oscuridad del cine negro. Lo hace ahora con este suspense rom¨¢ntico, como lo define, en ingl¨¦s y cuya inspiraci¨®n proviene de su pasi¨®n por Hitchcock, por Patricia Highsmith ¡°y sus novelas de americanos errantes metidos en l¨ªos¡± y por un disco del jazzista Jimmy Giuffre de clarinete con orquesta de cuerda que grab¨® en 1959. De esa combinaci¨®n nace la historia de Alex, una espa?ola (Folch) que llega a una isla griega para trabajar en el restaurante de Max (Dillon), un estadounidense que, como ella, acab¨® all¨ª buscando un lugar donde no pudieran alcanzarlo su pasado y sus fantasmas. Una pel¨ªcula, como apunta Trueba en rodaje, ¡°en tres movimientos¡±. Esa es la clave del proyecto. ¡°Un movimiento luminoso, otro donde las cosas se empiezan a complicar y un final oscuro¡±, lo detalla. ¡°Y el reto es contar bien esa evoluci¨®n, como si fuera casi desde la comedia al cine negro. Contarla bien dram¨¢ticamente y est¨¦ticamente. Un deslizamiento desde la luz a la oscuridad muy interesante. Si lo logramos¡¡±.
Dillon, apasionado por la m¨²sica cubana
Ha anochecido en la aldea de pescadores de Kottes, Dillon acaba de cenar y pide un caf¨¦ antes de volver a rodar. Dillon y Trueba no se conocieron por el cine, sino por la m¨²sica hace m¨¢s de una d¨¦cada. El actor es un apasionado de la cubana y conoc¨ªa los discos producidos por Trueba y el documental Calle 54. Cuando le ofreci¨® el guion, recuerda, no lo dud¨®. ¡°Cre¨ªa que era una gran voz y un buen contador de historias¡±, afirma. Ahora, tras m¨¢s de un mes ya de rodaje, dice que conf¨ªa en ¨¦l y su gusto. ¡°Tengo la impresi¨®n de que est¨¢ viendo la pel¨ªcula seg¨²n la hace: la edita en su cabeza y realmente sabe lo que quiere, aunque a veces tengamos discrepancias con algunas cuestiones del personaje¡±, explica.
Folch, que rueda su tercera pel¨ªcula con Trueba, confiesa que siempre lo ha visto ¡°muy seguro de s¨ª mismo, pero me doy cuenta de que tambi¨¦n tiene sus dudas, quiz¨¢ porque es un g¨¦nero que no ha tocado y le preocupa much¨ªsimo el tono de la pel¨ªcula¡±. El colombiano Juan Pablo Urrego, que interpreta a Chico, un brasile?o que, como Alex y Max, tambi¨¦n ha llegado desde muy lejos a esta Grecia para formar un tri¨¢ngulo sentimental que en realidad no lo es, pero s¨ª sus consecuencias, ensalza que est¨¢ ¡°reconfirmando¡± su ¡°amor por Trueba¡±. Ambos trabajaron juntos en El olvido que seremos, la ¨²ltima pel¨ªcula del director, y repiten ahora dos a?os despu¨¦s. ¡°Es un director apasionado, metido en la pel¨ªcula y siempre dispuesto a escucharnos y darnos pistas a los actores ¡°, a?ade.
Urrego no es la ¨²nica conexi¨®n de El olvido que seremos con esta pel¨ªcula. Tambi¨¦n participan en ella el director de fotograf¨ªa Sergio Iv¨¢n Casta?o y el de arte Diego L¨®pez, a quienes Trueba descubri¨® en aquel rodaje. E incluso parte de la financiaci¨®n proviene de Colombia, porque Trueba y Huete ofrecieron a los productores sumarse al proyecto y lo han hecho. El resultado, un rodaje de lo m¨¢s pintoresco. Una estrella de cine norteamericana, espa?oles, colombianos, griegos... ¡°?Esto es la guerra!¡±, clama Trueba en la localizaci¨®n, recordando la Sopa de ganso de los hermanos Marx. Y, de alguna manera, lo es. ¡°Porque cada plano¡±, como lo ve el director, ¡°termina con un puto caos y tienes que conducir eso hasta conseguir el orden y la armon¨ªa de los segundos que dure el siguiente¡±, explica. ¡°Y yo siempre tengo la sensaci¨®n de que no lo vamos a conseguir¡±.
En el rodaje se cruzan las conversaciones en espa?ol, ingl¨¦s y griego y las ¨®rdenes, de uno a otro, mezclando idiomas, hasta convertirse en ocasiones, como lo describe Folch, ¡°en un tel¨¦fono escacharrado¡±. As¨ª todo el d¨ªa durante dos meses. Jornadas que terminan de madrugada y al d¨ªa siguiente vuelta a empezar. El problema es que al d¨ªa siguiente Trueba despierta, se asoma a la ventana y, en este a?o de verano infinito, solo ve cielos azules y sol, cuando necesita las sombras del oto?o y el fr¨ªo del invierno. Por eso, aparte de action (acci¨®n) y cut (corten), la palabra que m¨¢s repite es ¡°atm¨®sfera¡±. Parece un ambientalista ¡ª¡±atm¨®sfera, atm¨®sfera, atm¨®sfera¡±¡ª alertando contra el calentamiento global. Pero es un director de cine ¡°angustiado¡±, como confiesa, por conseguir la fotograf¨ªa que requiere su pel¨ªcula.
Antiguamente, los griegos hubieran invocado a B¨®reas, dios mitol¨®gico de los vientos del norte, para rogarle que trajera el invierno. Trueba y su equipo, en cambio, recurren a Diego El Tenazas, un cantaor antiguo de flamenco cuya foto preside el rodaje. De ¨¦l viene, y por eso dicen que lo adoran, la expresi¨®n ponerse como el tenazas cuando se come como si fuera la ¨²ltima vez. Una broma interna del rodaje. O no, porque de tanto en tanto Trueba se gira, mira su retrato en alto y le pide que obre el milagro de la oscuridad.
Babelia
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