El marqu¨¦s de Valdeflores, arque¨®logo y literato universal del siglo XVIII, en los centenarios de su nacimiento y muerte
Luis Vel¨¢zquez de Velasco, uno de los grandes epigrafistas espa?oles reconocido en toda Europa, fue encarcelado y desterrado ¡°v¨ªctima de las conmociones e intrigas pol¨ªticas¡±

Espa?a ha sido con frecuencia un pa¨ªs ingrato con muchos de sus hijos. Y entre ellos ocupan un lugar preferente los intelectuales, a veces incluso aquellos que se hab¨ªan esforzado por dar m¨¢s y mejor luz a la Historia de nuestra naci¨®n. Unas veces por circunstancias hist¨®ricas o pol¨ªticas, por falta de medios econ¨®micos o de agilidad administrativa y burocr¨¢tica; otras por simples cuestiones personales, como envidias, rencillas, viejas deudas de juventud o de escuela acad¨¦mica (que situaban al autor de un proyecto brillante bajo la capacidad decisoria de un rival o de un enemigo, muchas veces m¨¢s mediocre), y en ocasiones por simple desidia, hemos ido perdiendo como naci¨®n la posibilidad de haber dispuesto, ya hace dos o tres siglos (como otros pa¨ªses europeos), de resultados cient¨ªficos cimentadores de otros muchos a su vez. Esta ser¨ªa una causa m¨¢s en la larga historia de por qu¨¦ Espa?a, como colectivo humano, arrastra, hablando ahora solo del mundo de la ciencia, un d¨¦ficit hist¨®rico tan dif¨ªcil de recuperar.
Varias de ellas fueron por desgracia las circunstancias que castigaron la vida del valioso malague?o que tan justo es recordar hoy a los espa?oles: Luis Joseph Vel¨¢zquez de Velasco y Cruzado, II marqu¨¦s de Valdeflores, XII se?or de Valdeflores, se?or de Sierra Blanca, Caballero de Santiago y Regidor perpetuo de M¨¢laga, que naci¨® y falleci¨® en esta ciudad el 5 y 7 de noviembre, de 1722 y 1772 respectivamente, de los que justamente ahora se cumplen 300 y 250 a?os.
A comienzos de los ¨²ltimos a?os 90, en el transcurso de mis investigaciones en la Real Academia de la Historia para trabajos epigr¨¢ficos sobre It¨¢lica, Trajano y Adriano, me tropec¨¦ con su persona, una de las tan lamentablemente perdidas en la negrura y el polvo del olvido acad¨¦mico. De tal forma me impresion¨® la modernidad de sus planteamientos de trabajo, hasta tal punto deplorable el olvido de sus muchos a?os de esfuerzo y estudios (con el provecho y el avance para la ciencia hist¨®rica posterior, en particular para la Historia Antigua de Espa?a que hubieran supuesto); y tan injustas y penosas las circunstancias ¨²ltimas de su vida, entre juicios y c¨¢rceles, que estim¨¦ ineludible dedicar a la vida y obra de Valdeflores un trabajo cient¨ªfico, siquiera a modo de m¨ªnimo y modesto homenaje personal.
Aquel art¨ªculo de 1994, publicado en el propio Bolet¨ªn de la Real Academia de la Historia, result¨® ser el primer empe?o contempor¨¢neo y espec¨ªfico hecho desde la Historia, la Arqueolog¨ªa y la Epigraf¨ªa, para sacar de la oscuridad en la que se hallaba, desde su muerte en 1772, al m¨¢s relevante estudioso espa?ol de dichas materias del siglo XVIII, y de los pocos que en su d¨ªa merecieron el honor de ser reconocidos y traducidos en el extranjero. El marqu¨¦s de Valdeflores fue un verdadero y cult¨ªsimo pol¨ªgrafo, y su obra, la publicada, la in¨¦dita, y la epistolar, fue asombrosa para dejarse morir tan joven (el 7.11.1772), apenas dos d¨ªas despu¨¦s de cumplir sus 50 a?os.

Valdeflores era la quinta generaci¨®n de una familia asentada en M¨¢laga desde comienzos del siglo XVII con el rango de noble, y vinculada con otra importante alemana, los Wittemberg, en una relaci¨®n todav¨ªa poco explorada. ¡°De precoz ingenio¡±, tras una pulida formaci¨®n latina y cl¨¢sica, a los 13 a?os de edad fue enviado a Granada durante cuatro cursos (1735-1739) para hacer estudios de L¨®gica y Jurisprudencia en el Colegio Imperial de San Miguel, regido por jesuitas, cuya formaci¨®n, de tipo liberal y cr¨ªtico, le marcar¨ªa de por vida. All¨ª tambi¨¦n adquiri¨® su primera educaci¨®n literaria. Doctorado en Roma en Teolog¨ªa en 1745, su paso por tertulias espa?olas cultas de la ¨¦poca, como la Academia del Tr¨ªpode de Granada (1743, con el pseud¨®nimo El Caballero Doncel del Mar) o, ya en Madrid (1748-1749), la Academia del Buen Gusto (uno de los m¨¢s selectos n¨²cleos literarios de la Corte, y desde 1750, como El Mar¨ªtimo), o, en C¨¢diz, la Asamblea Amistosa Literaria (1755), va cimentando su fama como buen experto literario. En la capital adquiere relaciones personales decisivas, como el conde de Torrepalma (uno de los fundadores de ambas Reales Academias, de la Lengua y de la Historia), o el ministro Agust¨ªn de Montiano y Luyando, primer director de la Real Academia de la Historia, en la que Valdeflores es electo el 5 de abril de 1751 como acad¨¦mico supernumerario, con s¨®lo 28 a?os. Con Montiano mantendr¨¢ una larga amistad y una jugosa correspondencia, conservada hoy en la Biblioteca Nacional.
Como el propio marqu¨¦s afirma, hacia 1747, todav¨ªa en M¨¢laga, concibi¨® por primera vez el plan de escribir una Historia de Espa?a distinta de las que hab¨ªa al uso, que se basaban en fuentes textuales antiguas m¨¢s o menos interpoladas o mal editadas y citadas, ellas y sus interpretaciones, de tercera o cuarta mano. Como dir¨¢ a?os despu¨¦s, era preciso ¡°dar noticia de una nueva Historia General de la Naci¨®n sacada de los escritores y monumentos originales¡±. Este af¨¢n revisionista ya hab¨ªa perjudicado a cultivados predecesores, como el alicantino de¨¢n Manuel Mart¨ª o el valenciano Gregorio Mayans, pero ello no le hizo desistir, contando adem¨¢s el joven Valdeflores con la protecci¨®n del marqu¨¦s de la Ensenada, hombre fuerte de los reinados de Felipe V y Fernando VI.
Aficionado a las antig¨¹edades y a la historia, y temprano excavador (1751-1752) en C¨¢rtama (M¨¢laga), pronto publica una obra dif¨ªcil, el Ensayo sobre los alphabetos de las letras desconocidas que se encuentran en las mas antiguas medallas y monumentos de Espa?a (1752), que le vale su primer reconocimiento en el extranjero, al ser electo como miembro correspondiente de la Academia de Inscripciones, Medallas y Bellas Letras de Par¨ªs. Sin embargo, en su tiempo le hizo realmente c¨¦lebre su faceta de literato, y su obra m¨¢s conocida, Or¨ªgenes de la Poes¨ªa Castellana (1754), al merecer el honor de ser traducida al alem¨¢n (Geschichte der spanischen Dichtkunst, G?ttingen, 1769) le hizo tambi¨¦n famoso en Europa. Es muy poco sabido que fue quien acu?¨® las exitosas definiciones de Siglo de Oro y Edad de Oro (aunque ¨¦l las aplicaba al siglo XVI).
Entre sus obras hist¨®ricas publicadas podemos contar (digitalizadas en la BDH de la BNE): Anales de la Naci¨®n Espa?ola desde el tiempo m¨¢s remoto hasta la entrada de los romanos y Congeturas sobre las medallas de los reyes Godos, y Suevos de Espa?a (ambas en M¨¢laga, 1759) o la Colecci¨®n de los documentos contempor¨¢neos de la historia de Espa?a desde el tiempo m¨¢s remoto hasta el a?o de 1516 (Madrid, 1765).
Sin embargo, v¨ªctima de conmociones e intrigas pol¨ªticas durante el reinado de Fernando VI, fue enjuiciado y cay¨® en desgracia junto con el marqu¨¦s de la Ensenada (que fue arrestado el 20 de julio de 1754, y luego exiliado), el confesor del rey, P. R¨¢vago, el P. Andr¨¦s Burriel (que tambi¨¦n muri¨® muy joven, con 42 a?os, por ¡°exceso de estudio¡±) y otros relevantes ilustrados (y, por tanto, ¡°afrancesados¡±, los progresistas del momento), muchos de ellos formados tambi¨¦n con los jesuitas del Colegio Imperial (por ello a veces tambi¨¦n llamados ¡°colegiales¡±). A Valdeflores, embargados todos sus papeles, y tras pasar seis a?os (1766-1772) encarcelado en Alicante y en el Pe?¨®n de Alhucemas, le fue permitido, en enero de 1772, el destierro en su ciudad natal. Pero ya, supongo que sin ganas de vivir, no super¨® una apoplej¨ªa y all¨ª muri¨®, el 7 de noviembre de 1772, hace hoy 250 a?os.
Casi todo su ingente, met¨®dico, moderno y pionero trabajo en el campo de las Antig¨¹edades romanas de Espa?a, especialmente en la Epigraf¨ªa, qued¨® in¨¦dito y olvidado en cuatro grandes cajones, repartido en 67 vol¨²menes, custodiados desde 1796 en la Real Academia de la Historia, aunque con frecuencia sus papeles fueron usados y mezclados para el uso de otros acad¨¦micos. El enorme material epigr¨¢fico que recolect¨® fue aprovechado y muy elogiado por el epigrafista alem¨¢n Emil H¨¹bner para sus dos vol¨²menes del CIL (Corpus Inscriptionum Latinarum II, Hispaniae, Berl¨ªn, 1869 y 1892).
El hallazgo hace 28 a?os en la Academia de aquellos ingentes manuscritos, todav¨ªa sin ordenar e in¨¦ditos, me dej¨® tan admirada y dolida como comprometida con la imperiosa necesidad de devolver a Valdeflores a la luz, y en la misma sede acad¨¦mica a la que ¨¦l hab¨ªa pertenecido. En los a?os posteriores este viejo y querido empe?o se vio cumplido con creces, en especial ya en este siglo XXI, por la propia Real Academia de la Historia, que los ha ido publicando casi todos, y brillantemente, junto con sus muchos dibujos, que permanec¨ªan igualmente in¨¦ditos (varios de los cuales tuve la satisfacci¨®n de poder identificar, confundidos entre los de Jos¨¦ Cornide).
En el d¨ªa de hoy no puede haber mejor oportunidad para recordar al malague?o marqu¨¦s de Valdeflores con admiraci¨®n y agradecimiento, y lamentar el triste destino que, en vida, tuvo su ambiciosa, pionera, e inabarcable obra. Es de esperar que el siglo XXI contemple la edici¨®n, publicaci¨®n y estudio de sus todav¨ªa muchos in¨¦ditos.
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