Comer y no comer

La octava entrega de ¡®El mundo entonces¡¯, un manual de historia sobre la sociedad actual escrito en 2120, cuenta por qu¨¦ un mundo que pod¨ªa alimentar a todos toleraba 1.000 millones de hambrientos ¨Cy c¨®mo com¨ªan los dem¨¢s

Un due?o de un puesto de comida callejero vende gambas y cangrejos en Colombo (Sri Lanka), en noviembre de 2022.
Un due?o de un puesto de comida callejero vende gambas y cangrejos en Colombo (Sri Lanka), en noviembre de 2022.NurPhoto (via Getty Images)
Mart¨ªn Caparr¨®s

Hablar de la alimentaci¨®n en el mundo en el a?o 2022 es, antes que nada, una falacia: no hab¨ªa entonces una conducta alimenticia unificada sino tres grandes sectores que com¨ªan de formas tan distintas. Si bien las desigualdades de aquel mundo se percib¨ªan en todos los terrenos (ver cap.3), quiz¨¢ ninguno las mostraba con tanta crudeza como ese ejercicio repetido, indispensable, ineludible, que llamaban comer.

Y que era un proceso tan distinto para cada uno de esos tres grandes conjuntos. En el primero se situaban m¨¢s de 2.000 millones de personas que no estaban seguras de conseguir al d¨ªa siguiente todo lo que necesitaban ¡ªy, entre ellos, 900 o 1.000 millones que sab¨ªan que no. En el segundo, m¨¢s de 3.000 millones que inger¨ªan suficientes calor¨ªas con dietas muy b¨¢sicas y repetidas. Y, en el tercero, m¨¢s de 2.000 millones de personas que com¨ªan mejor que nadie en la historia hasta entonces.

El sector intermedio era, entonces, el m¨¢s numeroso ¡ªgracias a la incorporaci¨®n reciente de cientos de millones. Eran sobre todo chinos, indios y dem¨¢s asi¨¢ticos ¡ªque hab¨ªan pasado mucha hambre antes del desarrollo de sus pa¨ªses¡ª, una parte de los africanos y latinoamericanos, unos pocos europeos. Eran los que pod¨ªan estar m¨¢s o menos seguros de que recuperar¨ªan cada d¨ªa su gasto de energ¨ªa ¡ªalrededor de 2.000 kilocalor¨ªas, seg¨²n los lugares y las actividades¡ª comiendo, en general, sin pretensiones: como un paso necesario para seguir adelante, como quien recarga.

Eran ellos los que hac¨ªan que tres cuartos de la comida consumida en el planeta en esos d¨ªas fuera arroz, trigo o ma¨ªz; solo el arroz era la mitad de todo lo que los 8.000 millones de humanos tragaban cada d¨ªa. Y, aunque sus dietas cambiaban mucho seg¨²n las regiones, la mayor¨ªa segu¨ªa comiendo como hab¨ªan comido sus ancestros durante siglos, cuando lo consegu¨ªan: una base de hidratos de carbono habitualmente cocidos y completados a veces, sobre todo en las grandes ocasiones, con un trocito de alguna prote¨ªna animal, terrestre o acu¨¢tica seg¨²n la geograf¨ªa. Sus comidas sol¨ªan consistir en ese solo plato, consumido con palitos o cuchara o tenedor o ¡ªsobre todo en la India¡ª con la mano; a veces se cerraba o se abr¨ªa con alguna fruta. Beb¨ªan, generalmente, agua; con suerte, una cerveza o un jarabe. Su dieta era escasa en variaciones, repetida; solo cambiaba en las grandes ocasiones comunitarias o personales, donde sol¨ªan preparar alg¨²n plato m¨¢s complejo y m¨¢s caro que la tradici¨®n local consideraba parte de su acervo: la comida de fiesta.

Colegialas comen a mediod¨ªa en una escuela gubernamental en Srinagar (la India), el 15 de octubre de 2022.
Colegialas comen a mediod¨ªa en una escuela gubernamental en Srinagar (la India), el 15 de octubre de 2022.Anadolu Agency (via Getty Images)


Por encima de ellos, el sector privilegiado estaba compuesto por las mayor¨ªas de los pa¨ªses ricos y las minor¨ªas ricas de los pa¨ªses pobres: el MundoRico manducaba a su manera. Entre esos 2.000 millones de personas hab¨ªa muchas que com¨ªan como nunca nadie hab¨ªa comido antes. La raz¨®n era simple: sus mercados, seg¨²n las listas y las im¨¢genes que todav¨ªa subsisten, eran verdaderos emporios donde se acumulaban productos de todos los rincones del planeta en cantidad y calidad y variedad in¨¦ditas. Para ellos las estaciones y las fronteras no exist¨ªan: por primera vez, un funcionario belga o un comerciante indio pod¨ªan comprar uvas o cordero lechal o salm¨®n durante todo el a?o, m¨¢s all¨¢ de climas y lugares y dem¨¢s condiciones. En muchos de estos mercados los quesos eran franceses, las pi?as paname?as, el caf¨¦ keniata, la mermelada inglesa, las aceitunas griegas, las naranjas israel¨ªes, el vino chileno, las sardinas portuguesas, el arroz tailand¨¦s, la vaca argentina, el ron guatemalteco, el tomate espa?ol, el chocolate suizo y la cajera emigrada. Era el resultado de un mercado internacional de los alimentos dedicado a proveer a esos sectores que, as¨ª, se apropiaban de una parte decisiva de la riqueza alimentaria mundial. Para ellos, comer era comerse el mundo.

(La banana que merendaba un chico alem¨¢n de abuelos turcos en Munich pod¨ªa haber sido cosechada en una finca privada cerca de Guayaquil, donde habr¨ªa sido producida con mano de obra campesina muy barata y los mejores abonos y un gran esfuerzo por respetar los criterios europeos ¡ªfrutas de un color y tama?o uniformes sin el menor rasgu?o¡ª y lavada y tratada para detener su maduraci¨®n y empacada con una serie de etiquetas biopurafair y embutida con otras miles en un container y enviada en un cami¨®n hasta el puerto donde ser¨ªa embarcada en un vapor que, en un mes o dos, la llevar¨ªa hasta el puerto de Hamburgo donde el container ser¨ªa cargado en otro cami¨®n que lo llevar¨ªa hasta un gran dep¨®sito a temperaturas bajo cero donde la conservar¨ªan sin madurar el tiempo necesario para esperar que un mayorista comprara su partida y se la llevara a sus propias instalaciones, donde la meter¨ªa dos d¨ªas en una c¨¢mara de gas para reactivar el proceso de maduraci¨®n y vend¨¦rsela a una cadena de supermercados que la recibir¨ªa en sus dep¨®sitos centrales de la regi¨®n y a su vez la distribuir¨ªa en sus comercios. All¨ª la madre del chico la comprar¨ªa y se la dar¨ªa para merendar, en cualquier estaci¨®n del a?o y a 10.000 kil¨®metros de su lugar de origen, gaseada, multiplicado su costo original por diez o quince.

La cantidad de intermediarios y de procesos que inclu¨ªa esa banana ¡ªexplotaci¨®n de campesinos, producci¨®n agraria modernizada, red de transportes y caminos terrestres, desarrollo de la industria naviera, t¨¦cnicas de crioconservaci¨®n y maduraci¨®n artificial, oligopolio de las grandes cadenas, pr¨¦stamos bancarios¡ª es una muestra muy menor de las complejidades de aquel mundo que, visto desde aqu¨ª, mirado desde ahora, nos puede parecer tan simple.)



Ese sector privilegiado ten¨ªa un esquema de ingestas bastante uniforme: por la ma?ana com¨ªan algo que sol¨ªa ser igual todos los d¨ªas, m¨¢s del lado del pan en Occidente y del porridge en Oriente, con alguna infusi¨®n y si acaso alg¨²n jugo de frutas; al mediod¨ªa com¨ªan algo m¨¢s copioso y salado que pod¨ªa incluir dos o m¨¢s platos distintos y, en principio, deb¨ªa variar a diario; igual que a la noche, cuando repet¨ªan la f¨®rmula del mediod¨ªa o la alivianaban con la esperanza de dormir mejor. En ambos casos, era habitual que terminaran sus ingestas con una golosina o una fruta ¡ªpero nunca al rev¨¦s: el salado siempre primero, el dulce despu¨¦s.

Sus platos habituales produc¨ªan una inversi¨®n inveros¨ªmil: en lugar de los cl¨¢sicos hidratos con alg¨²n agregado de prote¨ªnas animales, lo ¡°normal¡± consist¨ªa en un buen trozo de prote¨ªna animal ¡ªterrestre o acu¨¢tica¡ª acompa?ado por hidratos o verduras: un bife con ensalada, una presa de pollo con arroz, un pescado frito con patatas. Esa configuraci¨®n, que nunca antes se hab¨ªa practicado, necesitaba la muerte de tantas bestias que desequilibraba todo el sistema.

Y beb¨ªan durante las comidas. Era una moda de la ¨¦poca pero se consideraba una costumbre tradicional ¡ªy sin embargo la idea de beber al comer era reciente: durante milenios, las personas bebieron antes o despu¨¦s de sus manducaciones. Esas bebidas pod¨ªan ser fermentadas ¡ªcerveza o vino, m¨¢s que nada¡ª o esa otra plaga del siglo XX: las bebidas que inclu¨ªan unas burbujas, efecto de otro gas que tambi¨¦n les inyectaban. Algunas de esas bebidas burbujeantes se presentaban como un s¨ªmbolo de la ¨¦poca: un jarabe oscuro y dulz¨®n y pegajoso que llamaban cola, por ejemplo.

Un buffet libre en el barrio de Chinatwon, en Londres.
Un buffet libre en el barrio de Chinatwon, en Londres.Mike Kemp (via Getty Images)


En ese sector, las distintas comidas ten¨ªan sus lugares, con sus funciones y tab¨²es. Si bien era com¨²n que se desayunase en las cocinas, era como un descuido que all¨ª se comiera o cenara: seg¨²n el tipo de ingesta, la comida y la cena se consum¨ªan alrededor de la mesa o frente a aparatos como el televisor (ver cap. 2). El alcohol destilado, por ejemplo ¡ªque entonces se trasegaba en grandes cantidades¡ª, era cosa del sal¨®n; una bebida alcoh¨®lica en el ba?o era impensable, en el cuarto era se?al de secretismo o adicci¨®n, en la cocina un apresuramiento tolerable.

Las comidas de mediod¨ªa o noche, adem¨¢s, funcionaban como un lubricante social importante: sol¨ªan realizarse en compa?¨ªa. Cuando no produc¨ªan el ¡°encuentro familiar¡± se usaban como recurso para aceitar ¡°negocios¡± o ¡°romances¡±. Para satisfacerlos se desarroll¨® una industria importante: la mayor¨ªa de las ciudades ofrec¨ªan docenas de negocios de comidas de diferentes lugares del mundo; la ¡°comida local¡±, entendida como comida tradicional y propia, cedi¨® su sitio a una comida que pod¨ªa llegar desde los sitios m¨¢s variados. Comer, en esos tiempos y lugares, sol¨ªa conjugarse con un adjetivo nacional: comer chino, comer peruano, comer italiano, comer indio.



(Comer era la ceremonia social por excelencia: un encuentro sin comida de por medio era un encuentro de segunda clase. Se esperaba que cualquier ocasi¨®n importante ¡ªuna ¡°boda¡±, una graduaci¨®n, algunos cumplea?os, alg¨²n ¨¦xito¡ª fuera se?alada con una comida, cuanto m¨¢s fastuosa mejor, cuanto m¨¢s original, m¨¢s cara, m¨¢s larga, m¨¢s recordable, mejor.)



Ese sector, que ya era de por s¨ª la ¨¦lite del mundo, ten¨ªa a su vez su propia ¨¦lite: personas para quienes la comida no era alimentaci¨®n sino ¡°gastronom¨ªa¡± ¡ªentendida como una forma de placer y afirmaci¨®n social. Comer, para ellos, se transform¨® en una de las maneras m¨¢s habituales de mostrar una riqueza nueva, una complicidad: para un nuevo rico era m¨¢s f¨¢cil ¡°saber de comida¡± que de, digamos, pl¨¢stica o literatura ¡ªy eventualmente m¨¢s gozoso y m¨¢s barato y m¨¢s f¨¢cil de exhibir.

Fue entre ellos que sucedi¨®, en esos a?os, una ¡°revoluci¨®n¡± que ¡ªen un primer momento¡ª revolucion¨® poco: un cocinero espa?ol emprendi¨® la tarea de disociar el sabor y olor de cada producto de su materia original. En la l¨ªnea marcada milenios antes por la invenci¨®n del caldo, aquel hombre quiso romper con la materia y acomodar sus sabores y olores en soportes muy diversos. La idea de la desmaterializaci¨®n estaba muy de acuerdo con un tiempo en que esa noci¨®n empezaba a avanzar en todos los terrenos, pero no termin¨® de asimilarse. La suya fue una revoluci¨®n en el territorio de la gastronom¨ªa pero tardar¨ªa d¨¦cadas en llegar a serlo en el territorio de la comida. Antes que ¨¦l, la cocina de los grandes cocineros hab¨ªa sido un foco de creaci¨®n que despu¨¦s las personas en sus casas imitaban. Los platos del se?or espa?ol, en cambio, estuvieron pensados ¡ªo realizados¡ª con tal grado de dificultad que solo los profesionales pod¨ªan reproducirlos y, as¨ª, manten¨ªan su diferencia y su exclusividad: para comerlos hab¨ªa que pagarles.

(La gastronom¨ªa ocupaba tal lugar en el imaginario social de esos pa¨ªses que, en esos a?os, los cocineros pasaron de ser obreros enchastrados a estrellas rutilantes: se mostraban por todos los medios, explicaban el mundo, predec¨ªan los desastres, vend¨ªan cualquier producto, ganaban fortunas. Y tuvieron gran ¨¦xito programas de televisi¨®n que los mostraban elaborando sus platos ¡ªen concursos o clases magistrales. Millones los miraban: la cocina hab¨ªa dejado de producir olores y sabores y texturas para dedicarse a producir im¨¢genes. Era otra forma de desmaterializaci¨®n, otro signo precursor.)



Al mismo tiempo, en la otra punta del sector m¨¢s comedor, imperaba una forma distinta de comer que llamaron fast food o ¡°comida r¨¢pida¡±. Sol¨ªa ser m¨¢s barata y m¨¢s supuestamente simple; en general se consum¨ªa sin instrumentos, pura mano, y sus platos principales hab¨ªan sido, durante d¨¦cadas, las hamburguesas ¡ªcarne de vaca picada dentro de un pan¡ª a la americana y la pizza ¡ªqueso de leche de vaca sobre un pan¡ª a la italiana, pero en esos a?os se les hab¨ªan unido preparaciones de otros or¨ªgenes: los bocadillos de carnes y verduras a la turca, los bocaditos de pescados crudos con arroz a la japonesa, las ensaladas r¨¢pidas a la ecolol¨®. El mercado del fast food crec¨ªa veloz seg¨²n un modelo repetido: ciertas preparaciones aparec¨ªan primero como un exotismo ¡°cool¡± ¡ªuna palabra decisiva de la ¨¦poca¡ª y, si funcionaban, se vulgarizaban. En esos d¨ªas, entre los platos que compet¨ªan por completar ese proceso estaban los tacos a la mexicana, las empanadas a la argentina, los bao a la vietnamita. Ya sabemos que pas¨® con todos ellos.

***

Mientras tanto, m¨¢s de 2.000 millones de personas viv¨ªan en ese estado que la moralina de la ¨¦poca llamaba, en su habitual sistema de eufemismos, ¡°inseguridad alimentaria¡±. Eran, est¨¢ claro, lo m¨¢s pobre del MundoPobre: se defin¨ªa que ¡°una persona padece inseguridad alimentaria cuando carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable¡±. O sea: alguien que a veces consegu¨ªa suficiente comida y a veces no y que, sobre todo, nunca estaba seguro de poder conseguirla. Eran la clase baja del mundo, personas que, seg¨²n las clasificaciones al uso, viv¨ªan con menos de dos euros al d¨ªa (ver cap.3), cuya supervivencia, por lo tanto, depend¨ªa de alg¨²n ingreso ocasional o de la beneficencia de los estados o los organismos internacionales. La gran mayor¨ªa, como sabemos, estaba en ?frica, Asia y Am¨¦rica Latina; unos pocos en Europa, Ocean¨ªa y el Norte de Am¨¦rica.

Entre ellos se destacaban los m¨¢s perjudicados: los 900 millones de personas que, seg¨²n los organismos pertinentes, pasaban hambre. Lo cual significaba que no siempre com¨ªan y que, incluso cuando s¨ª, inger¨ªan mucho menos que lo necesario: menos calor¨ªas d¨ªa tras d¨ªa, menos nutrientes necesarios para desarrollar una vida plena. Seg¨²n c¨¢lculos oficiales de la ¨¦poca, unos nueve millones de personas se mor¨ªan todos los a?os por los efectos de esa ¡°subalimentaci¨®n¡±. Ya casi no hab¨ªa grandes hambrunas que mataran de inanici¨®n a miles o a millones: salvo alguna crisis particular, los mecanismos de socorro consegu¨ªan evitarlo. En general sus muertes se deb¨ªan a enfermedades que habr¨ªan sido leves para cualquier cuerpo bien alimentado pero que, para esos organismos d¨¦biles, se volv¨ªan fatales.

Seg¨²n las cifras oficiales, el hambre hab¨ªa disminuido en esos a?os en el mundo. Mir¨¢ndolas de m¨¢s cerca se ve que lo que disminuy¨® fue, sobre todo, el hambre en China; que en el resto del planeta ¡ªy sobre todo en ?frica¡ª las cantidades de hambrientos se manten¨ªan. Y crecieron de forma alarmante entre 2020 y 2022: primero lapandemia (ver cap.7) hizo que varias decenas de millones de personas se agregaran al n¨²mero de los desnutridos; cuando parec¨ªa que el virus empezaba a retirarse, la invasi¨®n rusa al pa¨ªs entonces llamado Ucrania, gran productor de granos, aument¨® en todo el mundo el precio de las materias primas alimentarias ¡ªy conden¨® al hambre a m¨¢s millones todav¨ªa.

Mientras tanto se manten¨ªa tambi¨¦n lo que alguien hab¨ªa llamado el ¡°hambre de g¨¦nero¡±: el hecho de que en muchas de esas culturas estaba claro que, en caso de escasez, los varones ten¨ªan derecho a comerse lo poco que hubiera. La regla era antigua y se asentaba en un mecanismo que hab¨ªa dejado de ser cierto: que ellos eran los proveedores de comida y, por lo tanto, si no se alimentaban, toda la comunidad perder¨ªa toda chance de hacerlo. Ya no era as¨ª: en muchas de esas comunidades las mujeres aseguraban el sustento ¡ªy, sin embargo, el privilegio masculino segu¨ªa funcionando.

Ucranios hacen cola en Chernihiv (Ucrania) para recibir comida de la ONG AFAT, el 28 de noviembre de 2022.
Ucranios hacen cola en Chernihiv (Ucrania) para recibir comida de la ONG AFAT, el 28 de noviembre de 2022.Jeff J Mitchell (via Getty Images)


Al mismo tiempo, se alzaban voces advirtiendo sobre el otro gran problema alimentario de esos tiempos: la obesidad. Los m¨¦dicos acusaban al aumento exponencial de la gordura por el aumento exponencial de las muertes por problemas circulatorios y de ciertos c¨¢nceres muy brutos y de esa gran enfermedad de aquellos tiempos, la diabetes. Ya hab¨ªa, en esos a?os, una cantidad semejante de obesos que de desnutridos, y algunos autores se entretuvieron con la simetr¨ªa, suponiendo que el alimento que les faltaba a unos se lo llevaban los otros: que los gordos se estaban comiendo lo que los hambrientos no consegu¨ªan comer.

No era cierto: en general los obesos eran los malnutridos ¡ªlos m¨¢s pobres¡ª de los pa¨ªses m¨¢s ricos. El hambre era la malnutrici¨®n de los pa¨ªses pobres, la obesidad lo era de los pa¨ªses ricos. En estos pa¨ªses la malnutrici¨®n hab¨ªa pasado del defecto al exceso: de la falta de comida a la sobra de comida basura. La malnutrici¨®n de los pobres de los pa¨ªses pobres consist¨ªa en comer poco y no desarrollar sus cuerpos y sus mentes; la de los pobres de los pa¨ªses ricos consist¨ªa en comer mucha porquer¨ªa y desarrrollar aquellos cuerpos rebasados. Eran los consumidores de una comida m¨¢s y m¨¢s basura, que serv¨ªa para sacarse el hambre a bajo costo: llenar de porquer¨ªas el cuerpo lo m¨¢s barato que pudieran. Los obesos no eran la contracara de los hambrientos: eran sus semejantes.

Cund¨ªa entonces cierto p¨¢nico: cada vez m¨¢s cient¨ªficos dec¨ªan que muchas comidas industriales basadas en los tres reyes magos asesinos de la industria ¡ªgrasas, az¨²car, sal¡ª produc¨ªan en el cerebro humano el mismo tipo de adicci¨®n que el alcohol o el tabaco. Y que en cinco d¨¦cadas la comida de los hombres hab¨ªa cambiado m¨¢s que en los 40.000 a?os anteriores. Y que en ese lapso el consumo de az¨²car se hab¨ªa triplicado en todo el mundo: que hab¨ªa pasado de ser un condimento de lujo a uno barato: el primer refugio contra el hambre. El t¨¦ de los indios, el mate dulce de los argentinos, la gaseosa de todos eran formas de enga?ar a la panza, mandarle unas calor¨ªas r¨¢pidas y poco alimenticias que la mantuvieran entretenida por un rato. Y que esa abundancia de az¨²cares y endulzantes era la raz¨®n de buena parte de esa obesidad, incluidos millones de diab¨¦ticos.

Un hombre con sobrepeso come comida r¨¢pida.
Un hombre con sobrepeso come comida r¨¢pida.Dominic Lipinski - PA Images (via Getty Images)


M¨¢s all¨¢ de los sobresaltos citados, el hambre de principios del siglo XXI no estaba causado por ninguna emergencia sanitaria, clim¨¢tica o b¨¦lica. La inmensa mayor¨ªa no pasaba hambre por una situaci¨®n extraordinaria, coyuntural: llevaba generaciones y generaciones de comer apenas, porque viv¨ªa ¡ªcomo sus padres, como sus abuelos¡ª en un mundo organizado para que algunos tuvieran mucho y otros, en consecuencia, demasiado poco.

La producci¨®n global de alimentos estaba estructurada para proveer a los mercados desarrollados, para concentrar en ellos la riqueza alimentaria. En 2020 ya hab¨ªan pasado tres o cuatro d¨¦cadas desde ese evento silencioso que fue ¡ªseg¨²n un autor olvidado¡ª ¡°el hecho hist¨®rico m¨¢s importante que la historia no registr¨®¡±: por primera vez la humanidad fue capaz de producir comida suficiente para todos sus integrantes. Ese mundo, donde viv¨ªan 8.000 millones de personas, produc¨ªa comida que habr¨ªa podido alcanzar para 12.000 millones y produc¨ªa, al mismo tiempo, casi 1.000 millones que no consegu¨ªan comprar esa comida. En ese mundo no hab¨ªa escasez de alimentos; hab¨ªa abundancia de personas que no pod¨ªan comprarlos.

El hambre era el resultado del sistema de producci¨®n y comercializaci¨®n de los alimentos. El problema no era t¨¦cnico; era econ¨®mico y pol¨ªtico. El hambre no era consecuencia de la falta de comida o, como dec¨ªan los predicadores de lo obvio, de la pobreza: era consecuencia de la riqueza de unos cuantos que se quedaban con todo lo que hab¨ªa. Tantos no com¨ªan lo suficiente porque la producci¨®n no estaba pensada para que todos comieran sino para que algunos ganaran m¨¢s dinero.

Los mecanismos de concentraci¨®n de la riqueza alimentaria eran numerosos y eficaces, y se confund¨ªan con la normalidad de aquellas sociedades. Por eso sus efectos eran tan amplios, tan graves. Que el hambre ya no tuviera un origen material ¡ªque las t¨¦cnicas de producci¨®n de alimentos estuvieran en condiciones de erradicarlo¡ª lo hac¨ªa aun m¨¢s vergonzoso.

Empleados de una planta industrial seleccionan y separan naranjas en Ganzhou (China).
Empleados de una planta industrial seleccionan y separan naranjas en Ganzhou (China).VCG (via Getty Images)


El sistema estaba claro: como tantos alimentos se produc¨ªan para mercados extranjeros, sus precios se hab¨ªan globalizado, ya no depend¨ªan de las condiciones y los mercados locales sino de los mundiales y, as¨ª, los habitantes de los pa¨ªses pobres no pod¨ªan comprar los productos de sus propios lugares ¡ªcuyos precios se defin¨ªan en bolsas de valores como la que funcion¨® muchos a?os en la ciudad de Chicago, Estados Unidos. All¨ª, empleados de las grandes corporaciones especulaban con las cotizaciones del ma¨ªz o la soja o el trigo igual que en cualquier otro casino financiero y consegu¨ªan aumentos que no ten¨ªan ninguna relaci¨®n con la realidad de esos productos ¡ªpero que, en esa realidad, dejaban a millones sin poder comprarlos.

Para explicar aquella ¡°concentraci¨®n de la riqueza alimentaria¡± sirve el ejemplo de un pa¨ªs como era entonces la Argentina, que se dedicaba a producir alimentos que pod¨ªan nutrir a 400 millones de personas y ten¨ªa, a¨²n as¨ª, unos cuatro millones de malnutridos, porque sus campos se usaban para plantar soja que se exportaba a China, donde se usaba para engordar chanchos. Los productores, en general, prefer¨ªan producir lo que vend¨ªan mejor, no lo que las personas necesitaban. Esa producci¨®n se defin¨ªa como ¡°riqueza del pa¨ªs¡± pero era, en realidad, la riqueza de sus due?os y la alimentaci¨®n de los dem¨¢s depend¨ªa de la distribuci¨®n ¡ªpol¨ªtica¡ª de esa riqueza. La fabricaci¨®n de carne expon¨ªa con claridad el mecanismo.

En esos d¨ªas, para producir un kilo de carne de vaca se necesitaban unos diez kilos de cereal: por decirlo de forma esquem¨¢tica, cuando un productor ten¨ªa diez kilos de cereal pod¨ªa vend¨¦rselos a diez familias que comer¨ªan un kilo cada una o a un ganadero que se los dar¨ªa a sus animales para producir un kilo de carne que vender¨ªa mucho m¨¢s caro a una o dos familias. En la opci¨®n carne el productor y sus aliados ¡ªla cerealera que exportaba los granos, la naviera que los transportaba, el ganadero que se los daba a sus animales, el mayorista que le compraba la carne, el transportista que la distribu¨ªa, el carnicero que la vend¨ªa¡ª ganaban m¨¢s. Y aquellas diez familias, mientras tanto, se quedaban sin comer.

La carne era, entonces, un ejemplo de esta concentraci¨®n y, al mismo tiempo, un emblema del ¨¦xito: comerla se transform¨® en esos d¨ªas en un s¨ªmbolo de ascenso social. Los chinos, por ejemplo, que medio siglo antes consum¨ªan cinco kilos de carne por a?o cada uno, ya com¨ªan m¨¢s de 60. Hacia 1950 el mundo com¨ªa unos 50 millones de toneladas de carne por a?o; setenta a?os despu¨¦s, en 2020, siete veces m¨¢s.



(Mientras tanto, las huestes de los que no com¨ªan carne crec¨ªan sin cesar. No lo hac¨ªan por razones solidarias o humanitarias; en muchos casos, en el MundoRico, personas se hac¨ªan ¡°vegetarianas¡± porque no quer¨ªan que se mataran animales. No se preocupaban porque su consumo de carne privaba a otras personas de comer; se preocupaban por los animales. Y muchos m¨¢s, en los pa¨ªses ricos, trataban de comer eso que un publicista astuto acert¨® en llamar ¡°comida org¨¢nica¡±, como si hubiera existido alguna otra. El crecimiento de ese ramo era exponencial: proliferaban los negocios, sus consumidores. La comida org¨¢nica era la que se hac¨ªa sin herbicidas ni pesticidas ni fertilizantes ni antibi¨®ticos ni modificaciones gen¨¦ticas recientes, con met¨®dos perfectamente cl¨¢sicos. As¨ª se produc¨ªa mucho menos ¡ªlos sistemas ¡°inorg¨¢nicos¡± apostaban a la cantidad¡ª, pero eran unas frutas y verduras muy bonitas, incluso muy buenas, que costaban tanto m¨¢s que las comunes pero sab¨ªan mejor y dejaban muy alta la moral: comprar org¨¢nico era, en esos d¨ªas, comprarse unos gajos de buena conciencia. Y mejor a¨²n si era ¡°fair trade¡± ¡ªsi estaba producido en granjas con escr¨²pulos, que explotaban bien a sus peones y sus tierras¡ª: una etiqueta fair trade le daba al comprador el dividendo de saber que, adem¨¢s de comerse algo sanito, lo hac¨ªa por la Madre Tierra o los desarrapados de Somalia o los ni?os hambrientos de Guatemala, pobres. Los c¨¢lculos m¨¢s simples mostraban que si toda la comida se hubiera producido en esas condiciones arcaicas y preciosas su cantidad habr¨ªa ca¨ªdo tanto que la crisis habr¨ªa sido terminal.)



El esquema alimenticio de los privilegiados funcionaba con una condici¨®n b¨¢sica: que los que lo practicaran fueran ¡ªrelativamente¡ª pocos, porque no alcanzar¨ªa para todos. La exclusi¨®n era condici¨®n necesaria y nunca suficiente. Y la carne era, en esos d¨ªas, la met¨¢fora perfecta de esa desigualdad. Si todos hubieran querido imitarlos comi¨¦ndola el planeta jam¨¢s habr¨ªa alcanzado. En 2020 el mundo deb¨ªa sostener a 1.200 millones de ovejas, 1.000 millones de cerdos y otros 1.000 de vacas y, sobre todo, unos 33.000 millones de pollos y gallinas. ¡°Hay pocos rincones de la Tierra donde no haya m¨¢s gallinas que personas¡±, escribi¨® una autora de esos d¨ªas. ¡°El mundo es un lugar donde viven gallinas; somos lo que pulula en los resquicios que dejan las gallinas. Todas las mujeres, hombres, ni?os, cerdos, vacas y ovejas juntas no les llegamos siquiera a los tobillos: apenas si pasamos los 11.000 millones y ellas son ¡ªlas cuentas se oscurecen¡ª m¨¢s de tres veces m¨¢s. El mundo es un holocausto permanente de gallinas ¡ªpor no hablar de sus abortos, el holocausto a¨²n m¨¢s brutal de embriones de gallina. Si el animal hegem¨®nico del mundo es la gallina este mundo est¨¢ jodido: las gallinas son f¨¢brica despiadada, producci¨®n sin escr¨²pulos, vida para la muerte y el provecho ajeno, dinero para hacer dinero y el desprecio, puro sufrimiento. Hemos armado un mundo de gallinas: en ¨¦l vivimos para que ellas mueran¡±.

As¨ª era. Las gallinas ¡ªpero tambi¨¦n los cerdos, ovejas, vacas¡ª se criaban, en su gran mayor¨ªa, en establecimientos industriales que amontonaban animales en superficies m¨ªnimas el tiempo m¨ªnimo necesario para sacrificarlos y venderlos. Para cebarlos, la ganader¨ªa usaba el 80% de la superficie agr¨ªcola del mundo, el 40% de la producci¨®n mundial de cereales, el 10% del agua del planeta. Y sus animales lanzaban a la atm¨®sfera, con sus pedos y eructos, casi un quinto de las emisiones de gases de efecto invernadero que desquiciaban las temperaturas. Por eso los primeros intentos de producir prote¨ªnas animales sin animales, en laboratorios, crearon cierta expectativa entre los pocos que entonces las segu¨ªan.

Trabajadores de una planta industrial de pollos en Xinjiang (China).
Trabajadores de una planta industrial de pollos en Xinjiang (China).China News Service (via Getty Images)


El primero en proponerlo seriamente fue un holand¨¦s, Willem van Eelen, que, muy joven, hab¨ªa pasado cinco a?os prisionero de guerra en un campo de concentraci¨®n japon¨¦s en Indonesia. All¨ª, medio muerto de hambre, se le ocurri¨® la idea; en 1945, cuando esa guerra termin¨®, van Eelen estudi¨® medicina y vivi¨® d¨¦cadas imaginando c¨®mo hacerlo hasta que, hacia 1990, los avances en las t¨¦cnicas de clonaci¨®n ¡ªy la llamada ¡°ingenier¨ªa de tejidos¡±¡ª se fueron acercando a sus fantas¨ªas: c¨¦lulas madre, alimentadas con las prote¨ªnas adecuadas en un medio propicio, podr¨ªan reproducirse indefinidamente.

En 2013 van Eelen se dio el gusto: disc¨ªpulos suyos presentaron, en Londres, la primera hamburguesa de carne cultivada. Pesaba un cuarto de libra y cost¨® un cuarto de mill¨®n de libras ¡ªpagados por el due?o de una empresa digital monop¨®lica¡ª pero los catadores dijeron que sab¨ªa a verdadera carne. El desaf¨ªo, entonces, era mejorar la producci¨®n para hacerla accesible. En Estados Unidos, Europa, Israel, Corea, laboratorios de punta de peque?as empresas ambiciosas lo intentaban; finalmente, en 2021, una de ellas, en Tel Aviv, anunci¨® que sus primeros productos ya llegar¨ªan al p¨²blico.

Que la carne, lo m¨¢s natural, lo m¨¢s animal, se volviera un artificio era una idea muy contranatura ¡ªy muchos fruncieron la nariz. Pero, poco a poco, empezaron a pensar que eso podr¨ªa producir una revoluci¨®n s¨®lo comparable al principio de la agricultura. Hace m¨¢s de diez mil a?os los hombres descubrieron la forma de hacer que la naturaleza se plegara a sus voluntades; a principios del siglo XXI descubr¨ªan que ya no la necesitaban. Que, adem¨¢s, no hubiera que matar ¡ªanimales, plantas¡ª para comerlos era un giro copernicano. Y los efectos, supon¨ªan entonces, ser¨ªan extensos: todas esas tierras que se usaban para criar ganado quedar¨ªan libres para el cultivo o, incluso, para oxigenar el planeta. El efecto invernadero ceder¨ªa y, sobre todo, si ya no fuera necesario usar toda esa comida para alimentar vacas y cerdos, se podr¨ªa terminar con el hambre de una vez por todas. No pensaron en la contradicci¨®n de que fueran empresas privadas, animadas por el lucro, las que llevaran adelante la tarea: el riesgo de que las nuevas comidas se volvieran la propiedad de unos pocos, no el patrimonio de todos. Nosotros, ahora, ya sabemos.

Pr¨®xima entrega 9. Tantos pa¨ªses

Nunca hab¨ªa habido m¨¢s pa¨ªses. Y casi todos sus estados ten¨ªan organizaciones parecidas: tambi¨¦n eso se hab¨ªa globalizado.

El mundo entonces

Una historia del presente

MART?N CAPARR?S

El mundo Caparr¨®s

'El mundo entonces' es un manual de historia que nos cuenta c¨®mo era este planeta, sus sociedades, sus personas, en 2022. 'El mundo entonces' ser¨¢ escrito en 2120 por la c¨¦lebre historiadora Agadi Bedu y llega a nosotros gracias a la gentileza de Mart¨ªn Caparr¨®s.

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