¡®La piedad¡¯: Eduardo Casanova reta y escupe, pero esta vez fracasa
La pel¨ªcula confirma la imagen de ni?o terrible del director y actor. Lo que no corrobora, esta vez, es su talento para el desarme
El cine est¨¢ muchas veces para acariciar, para compartir, para emocionar. Pero otras tantas para lo que est¨¢ es para provocar, para retar, incluso para escupir, y est¨¢ bien que as¨ª sea. El de Eduardo Casanova pertenece al segundo grupo.
Si ese desaf¨ªo proviene de la espontaneidad y de la franqueza, como una sencilla y natural extensi¨®n de la personalidad de ...
El cine est¨¢ muchas veces para acariciar, para compartir, para emocionar. Pero otras tantas para lo que est¨¢ es para provocar, para retar, incluso para escupir, y est¨¢ bien que as¨ª sea. El de Eduardo Casanova pertenece al segundo grupo.
Si ese desaf¨ªo proviene de la espontaneidad y de la franqueza, como una sencilla y natural extensi¨®n de la personalidad de su autor, o, en cambio, su origen est¨¢ en la impostura, en una especie de timo de la estampita del simple arte del alboroto, resulta en buena parte de las ocasiones imposible de dilucidar. Tan imposible y en realidad in¨²til como valorar una obra bas¨¢ndose en sus condiciones extr¨ªnsecas, por ejemplo, a las no pocas veces altisonantes declaraciones de sus autores, y en este sentido tenemos en Espa?a dos paradigmas: el de los titulares pol¨¦micos de Albert Serra en torno al estado del cine, y los del propio Casanova centrados en el estado de la sociedad. Las pel¨ªculas son pel¨ªculas, buenas, regulares o malas, interesantes o despreciables, con independencia de lo que digan o hagan sus art¨ªfices.
Casanova, acostumbrado al mundo del espect¨¢culo desde ni?o en su faceta de actor televisivo, sorprendi¨® en 2017, cuando contaba apenas con 26 a?os, con una de esas pel¨ªculas esputo: Pieles, una retorcida revuelta contra la homogeneidad f¨ªsica, un cuento grotesco de horror c¨®mico que conten¨ªa im¨¢genes tan espeluznantes como estimulantes. Transgresora en el mejor de los sentidos; al mismo tiempo horripilante y bella, y con un fondo sobrecogedor, sin complacencias y que te concern¨ªa. Una producci¨®n de bajo presupuesto con un luminoso y terrible sentido de la est¨¦tica, que confirmaba lo realizado anteriormente en un pu?ado de cortos. Y algo que, con posterioridad, ha desarrollado en otras piezas breves de inter¨¦s, marcianas tanto en el sentido metaf¨®rico como en el m¨¢s literal, caso de la inconcebible Lo siento, mi amor (2018).
Sin embargo, tras lo logrado con Pieles, y a pesar de seguir en unas l¨ªneas de actuaci¨®n en principio semejantes, su segunda pel¨ªcula, La piedad, es decepcionante. No por su provocaci¨®n, que sigue firme, sino por su vacuidad. Una tragedia social y pol¨ªtica en la que su est¨¦tica kitsch de estruendoso clima rosa queda apagada por su carencia de profundidad. Lo que en su primer largo era comedia negra desequilibrante, con momentos que te colocaban entre la espada y la pared por medio de estrategias art¨ªsticas plenas de desaf¨ªo social, aqu¨ª es gracieta chusca. No todo en Pieles era fascinante en su fealdad, pero al menos era retador. Aqu¨ª, m¨¢s que reto, lo que se trasluce es una desgraciada ingenuidad, por momentos, casi risible, caso de la revelaci¨®n del tumor en el hospital por parte del m¨¦dico, o la conversaci¨®n sobre el lazo rosa del c¨¢ncer de mama, enfrentado con el del tumor cerebral, a¨²n sin color.
La piedad aborda el mito de la madre castradora de un hijo adolescente, en paralelo (nada menos) a la situaci¨®n del pueblo de Corea del Norte frente a su r¨¦gimen dictatorial. Y el intento de concomitancia entre ambos aspectos es una de las losas de una pel¨ªcula que, desde luego, te enfrenta con im¨¢genes de una hostilidad a veces sin parang¨®n. Y ah¨ª el plano en contrapicado del personaje de Ana Polvorosa ofreciendo su lluvia amarilla al personal, quiz¨¢ de lo mejor de una pel¨ªcula bald¨ªa pese a sus excesos, ejerce de muestra se?era.
Nominada con justicia a tres premios Goya (direcci¨®n de arte, vestuario, y maquillaje y peluquer¨ªa), y con un premio especial del jurado de la secci¨®n Pr¨®xima del festival de Karlovy-Vary bajo el brazo, la pel¨ªcula confirma la imagen de ni?o terrible de Casanova. Lo que no corrobora, esta vez, es su talento para el desarme.
La piedad
Dirección: Eduardo Casanova.
Intérpretes: Ángela Molina, Manuel Llunell, Ana Polvorosa, Antonio Durán Morris.
Género: drama. España, 2022.
Duración: 84 minutos.
Estreno: 13 de enero.