En el peque?o y obsesivo estudio de Lucian Freud: as¨ª diseccionaba la carne el pintor
El Museo Thyssen inaugura una gran antol¨®gica sobre el artista en el centenario de su nacimiento
Cuando una persona entraba en el estudio londinense del pintor Lucian Freud para ser retratada sab¨ªa que iba a estar metida durante muchas horas en un espacio muy peque?o sumido en un caos art¨ªstico. En ning¨²n caso deb¨ªa irse hasta que el artista lo decidiera. El resultado nunca era halagador, pero el nieto de Sigmund Freud no ment¨ªa, antes de pasar por la puerta les advert¨ªa de que iba a tardar mucho y de que la pintura final ser¨ªa algo as¨ª como el trabajo de un forense. ¡°Intenta captar el paso del tiempo y con su manera de pintar, con la acumulaci¨®n de pintura, crea ese efecto de deterioro¡±, describe Paloma Alarc¨®, comisaria de la exposici¨®n Lucian Freud. Nuevas perspectivas, en el Museo Thyssen de Madrid hasta el 18 de junio.
Todos los retratados aceptaban el acuerdo. Freud pod¨ªa tardar m¨¢s de 100 horas en terminar un cuadro. As¨ª que las sesiones se hac¨ªan eternas. Algunos acud¨ªan a su estudio por la ma?ana, otros ten¨ªan la sesi¨®n de noche en un espacio con las ventanas veladas. Por eso, es habitual que en sus pinturas los protagonistas aparezcan dormidos. Lo que no se ve en esta antol¨®gica, que primero pas¨® por la National Gallery de Londres y coincide con el centenario del que fue uno de los grandes pintores del Reino Unido, son s¨ªntomas de enfado. Algunos de sus personajes, en la mayor¨ªa de los casos su familia y amigos, han dejado por escrito en varios libros que aceptaban ser parte del ritual de un hombre al que describ¨ªan como cautivador y con una personalidad muy atractiva. ¡°Freud no paraba de hablar y adem¨¢s eleg¨ªa los temas seg¨²n el modelo¡±, explica Alarc¨® en un paseo por la exposici¨®n.
Jerry Hall, modelo y exmujer de Mick Jagger, fue una de las pocas que no tuvo paciencia. La consecuencia est¨¢ en el cuadro Gran interior, de 1998. La tambi¨¦n actriz aparece en segundo plano amamantado a un beb¨¦, pero su cabeza es la de un hombre, la del asistente de Freud, David Dawson.
Al bar¨®n Thyssen, coleccionista y admirador de Freud, lo retrat¨® en dos ocasiones. Les gustaba hablar de arte, recuerda la comisaria. En una de las dos pinturas, la m¨¢s peque?a, el fundador del museo aparece con un fragmento de la obra de Antoine Watteau Pierrot contento, de hacia 1712, perteneciente a la colecci¨®n del bar¨®n. Es una reproducci¨®n que Freud pinch¨® en la pared. No solo fue un gui?o a su retratado, sino tambi¨¦n una muestra m¨¢s de la admiraci¨®n que el artista ten¨ªa por los grandes maestros. ¡°Le interesaba mucho Tiziano, Vel¨¢zquez, ten¨ªa piezas de Rodin, Courbet¡±, explica Alarc¨®. Freud ten¨ªa un pase nocturno para la National Gallery, donde pasaba horas mirando cuadros. ¡°En Madrid siempre visitaba el Prado¡±, acompa?a la responsable de la exposici¨®n.
Con el bar¨®n tampoco hizo concesiones, aunque estas piezas formen parte de su colecci¨®n de encargos. Esa serie de cuadros que acept¨® por el dinero que necesit¨® en m¨¢s de una ocasi¨®n porque su pasi¨®n por las apuestas de caballos le llev¨® a la ruina en tres ocasiones. En el segundo retrato, de tama?o m¨¢s grande, el coleccionista aparece sentado, apoyando sus manos sobre sus piernas, unas manos enormes, deformadas, casi como garras. La pieza pertenece a su hija Francesca Thyssen que ha anunciado que la donar¨¢ al museo. Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza fue durante cuatro a?os a su estudio, y como el resto de las personas a las que pint¨®, nunca pos¨®. ¡°Freud dec¨ªa que cuando alguien posa no est¨¢ natural y que cuando pasaban horas y horas delante de ¨¦l, aunque recibieran indicaciones precisas, empezaban a dejar que su propio yo saliera hacia fuera¡±, cuenta Alarc¨®.
Es f¨¢cil identificar a quienes pint¨® Freud, aunque ¨¦l nunca incluy¨® nombres propios en sus t¨ªtulos. Su hija, por ejemplo, es Cabeza de muchacha. Sus cuadros de parejas homosexuales son Dos hombres y Hombre desnudo y su amigo. ¡°?l buscaba un motivo para pintar, no un nombre, un personaje¡±, aclara Alarc¨® y remite a una de las frases que se ha impreso en una de las paredes de las salas de la exposici¨®n: ¡°El ingrediente sin el cual la pintura no puede existir: PINTURA¡±. ¡°Es un maestro de las texturas. Siempre dec¨ªa que le gustaba a trav¨¦s de sus pinceles llevar la realidad hasta el extremo¡±, contin¨²a la experta, que no lo cataloga como hiperrealista, tampoco lo encuadra en la abstracci¨®n, sino que le otorga la categor¨ªa de pintor.
El Thyssen centra la muestra con m¨¢s de 50 piezas en esta faceta pict¨®rica, con cierto recorrido cronol¨®gico, pero tratando de evitar la cr¨ªtica feminista que lo acus¨® de ¡°misoginia y homofobia¡±. ¡°Las mujeres son rubias, casi siempre est¨¢n desnudas, rosadas al nivel de las mejillas y los genitales, mientras que los homosexuales son pasivos o monstruosos¡±, escribi¨®. ¡°Los hombres de verdad est¨¢n vestidos, sentados para ser retratados, con sus arrugas y sus irregularidades representando el car¨¢cter¡±, escribi¨® la historiadora del arte Linda Nochlin en 1993, en ocasi¨®n de una exposici¨®n en el Metropolitan de Nueva York.
Alarc¨® no encuentra una mirada cosificadora sobre las mujeres y asegura parafrasear a una de sus hijas cuando, al ser preguntada por sus retratos desnuda, respondi¨® que no se sent¨ªa inc¨®moda porque era el tema habitual de las pinturas de su padre. Daba igual que fueran parte de su familia, de sus amistades m¨¢s cercanas, sus benefactores o desconocidos, a todos los pintaba desde arriba para reforzar su poder sobre el retratado. ¡°Es una manera de pintar para que se den cuenta de que ¨¦l es el que domina¡±, apunta Alarc¨®. Freud siempre se retrat¨® desde abajo para remarcar esa impronta casi mesi¨¢nica.
En un momento de su carrera, dej¨® de pintar sentado y pas¨® el resto de su vida, hasta tres d¨ªas antes de su muerte con casi 90 a?os, trabajando de pie. Este cambio de perspectiva no le impidi¨® mantener su t¨¦cnica minuciosa y concienzuda. Lo que s¨ª cambiaron fueron sus pinceles, sus lienzos y sus modelos, cada m¨¢s voluminosos. Su manera de pintar la carne se hace m¨¢s cruda y violenta. No esconde verrugas, cicatrices ni protuberancias. Y as¨ª muri¨®, pintando de pie, moviendo su cuerpo atl¨¦tico, aunque baqueteado por las noches de alcohol. No pudo terminar su ¨²ltima obra que expone el Thyssen. Es un retrato con un hombre desnudo, al que mira desde arriba, a su lado un perro tumbado, otra de sus obsesiones, los animales. En el can est¨¢ su ¨²ltima pincelada.
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