La olvidada era de los metales: gloria y ca¨ªda de Blood, Sweat and Tears
A partir de 1969, varias bandas cambiaron el sonido del rock con sus formaciones extensas
A estas alturas, cuesta imaginar la popularidad de Blood, Sweat and Tears, su inmensa relevancia tras alcanzar lo alto de las listas de ventas estadounidenses en 1969. Cambiaron la fisonom¨ªa de los grupos de rock: B S & T sol¨ªan ser entre 8 y 10 m¨²sicos, doblando la alineaci¨®n habitual. Modificaron el sonido de los primeros setenta con el a?adido de instrumentos de metal. Sus metales no se limitaban a subrayados de soul: desarrollaban elementos jazz¨ªsticos. De hecho, instauraron la tendencia jazz-rock que, durante un tiempo, se mostr¨® excitante (luego deriv¨® en la llamada ¡°fusi¨®n¡±, otra cosa).
Lo extraordinario fue la rapidez de su ca¨ªda. Un declive total en reputaci¨®n, aunque todav¨ªa salen de gira con otros instrumentistas. Aqu¨ª hay una ense?anza para compartir: lo f¨¢cil que resulta, para un artista, despe?arse desde las alturas. Sobre todo, a?ado, si no cuenta con el respaldo de cr¨ªticos e historiadores. Un desencuentro que parte de una rese?a cruel de Rolling Stone, firmada por Jon Landau, futuro preceptor de Bruce Springsteen.
Su desliz fue desconocer el esp¨ªritu de su tiempo. En su mayor¨ªa eran m¨²sicos de conservatorio, m¨¢s cercanos en sensibilidad al jazz que al rock, entonces locomotora de la contracultura. No entend¨ªan qu¨¦ hab¨ªa de malo en aceptar una bien pagada temporada en Las Vegas, en el Caesars Palace, hotel-casino entonces identificado con Frank Sinatra (y faltaban d¨¦cadas para que Sinatra volviera a ser cool). Un patinazo a¨²n mayor: giraron por pa¨ªses comunistas bajo los auspicios del Departamento de Estado, en plena ¨¦poca de Nixon. Estos bur¨®cratas patrocinaban giras de cl¨¢sicos del jazz por el mundo, pero en 1970 decidieron subir la apuesta. Un nuevo documental, What the Hell Happened to Blood, Sweat & Tears?, revela lo que hubo detr¨¢s de tan peliaguda misi¨®n, que acab¨® por retratarles entre el underground como mercenarios.
Pudo ser un quid pro quo. Su cantante, el canadiense David Clayton-Thomas vivi¨® a?os salvajes y conoci¨® tanto reformatorios como c¨¢rceles en su pa¨ªs; tambi¨¦n hab¨ªa superado el tiempo de estancia permitido en su visado. Se le pod¨ªa deportar: el trato de Washington ofrec¨ªa regularizar su situaci¨®n a cambio de aceptar unos bolos tras el Tel¨®n de Acero. No descarto tampoco una pifia de su manager, que el a?o anterior prohibi¨® que se les filmara en el festival de Woodstock, donde Blood, Sweat and Tears tuvieron tratamiento estelar (aparte de Hendrix, fue el grupo mejor pagado). As¨ª que no salieron en la famosa pel¨ªcula, perdiendo as¨ª unos laureles contraculturales que necesitaban.
El documental revela que tampoco entendieron muy bien la Europa del Este. All¨ª no estaban tan desconectados del rock como ellos pensaban. Visitaron Polonia, Yugoslavia y Rumania: los dos primeros pa¨ªses contaban con abundantes grupos locales y recib¨ªan ocasionalmente a artistas for¨¢neos (en Varsovia hab¨ªan tocado los Rolling Stones, los Animals o los Hollies).
Respondiendo a la pregunta del t¨ªtulo ¡ª?Qu¨¦ demonios pas¨® con Blood Sweat &Tears?¡ª habr¨ªa que computar la voracidad de su discogr¨¢fica. James William Guercio, productor de su disco millonario, col¨® en la compa?¨ªa a unos competidores, Chicago (inicialmente, Chicago Transit Authority), que s¨ª alardeaban de compromiso, incluyendo hasta c¨¢nticos grabados en manifestaciones. Hoy produce rubor la dedicatoria de su primer ¨¢lbum: ¡°Ofrecemos nuestros futuros y nuestras energ¨ªas a la gente de la revoluci¨®n. Y a la revoluci¨®n en todas sus formas¡±. Era pura pose. Pocos a?os despu¨¦s ya estaban consagrados a las baladas solemnes, tipo If You Leave Me Now. Siguen actuando y grabando, aunque no precisamente m¨²sica revolucionaria: ya han publicado cuatro discos de, uh, canciones navide?as.
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