Cuando Harlem era capital mundial de la negritud
¡®Harlem Shuffle¡¯, un cl¨¢sico del soul, sirve para bautizar el inicio de la serie de novela negra de Colson Whitehead
Hasta ahora, Harlem Shuffle era solo una canci¨®n. En realidad, una invitaci¨®n a bailar eso, el Harlem Shuffle, mencionado entre otras danzas del momento (una jugada t¨ªpica de las discogr¨¢ficas de los primeros sesenta, que buscaba conseguir aunque solo fuera una fracci¨®n del ¨¦xito logrado por el twist).
Destacaba su origen, no precisamente neoyorquino. Sus creadores, el d¨²o Bob & Earl, viv¨ªan y trabajaban en Los ?ngeles; seguramente no hab¨ªan pisado las calles de Harlem cuando, en 1963, lanzaron la canci¨®n. Que tuvo su versi¨®n m¨¢s popular en 1986, con la interpretaci¨®n de los Rolling Stones. Jagger y compa?¨ªa eran conscientes del poder simb¨®lico de Harlem y encargaron un risue?o v¨ªdeo retro, mezcla de animaci¨®n y acci¨®n real, con la coreograf¨ªa de un hipot¨¦tico Harlem Shuffle.
Ahora hay otro Harlem Shuffle: el ¨²ltimo libro de Colson Whitehead (en Espa?a ha sido traducido como El ritmo de Harlem). Que tambi¨¦n tiene querencias retro, por su conexi¨®n con las turbulentas novelas de Chester Himes y su impl¨ªcita evocaci¨®n del cine de blaxploitation. Pero Whitehead tiende a los sobresaltos en su literatura (recuerden las peculiaridades anacr¨®nicas de su obra m¨¢s difundida, El ferrocarril subterr¨¢neo, convertida hace un par de a?os en serie televisiva). Aqu¨ª el giro est¨¢ en su insospechado personaje central, Ray Carney, propietario de una tienda de muebles en la Calle 125, hombre de familia con aspiraciones de ascensi¨®n social.
Pero esto es un thriller y resulta que Ray lleva una doble vida. Ejerce de intermediario entre los ladrones de Harlem y los peristas de otras zonas de Manhattan, un negocio iniciado con electrodom¨¦sticos que deriva hacia las joyas. Nada del otro mundo hasta que se ve implicado en un robo a las cajas fuertes del Hotel Theresa. El Theresa era un establecimiento popular entre la gente del negocio del espect¨¢culo de visita en Harlem; salt¨® a la fama en 1960, cuando aloj¨® a Fidel Castro y su s¨¦quito durante su paso por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
No hace falta ser un habitual de la novela negra para imaginar que el golpe tendr¨¢ consecuencias graves. Ray se libra gracias a la intervenci¨®n de un criminal veterano, Pepper, que fue colega de su padre y conoce todos los trucos para la supervivencia en las calles (un equivalente del memorable Mouse, el brutal machaca de Easy Rawlins en los libros de Walter Mosley).
La motivaci¨®n de Ray es la b¨²squeda de la respetabilidad burguesa. En Harlem eso se mide por el dinero y la direcci¨®n de residencia pero tambi¨¦n por la educaci¨®n, la actividad profesional y, vaya, el matiz de la piel. Ray busca atajos y, en la segunda parte de El ritmo de Harlem intenta ingresar en el Club Dumas, donde se juntan muchos notables del barrio. Fracasa y apuesta por vengarse con una trampa sexual.
Harlem, entendemos, se mantiene por una rara combinaci¨®n de corrupci¨®n, flexibilidad moral y la tolerancia del poder blanco. Hasta que el equilibrio se rompe por un asesinato policial, que despierta la ira de muchos negros. No es el caso de Ray Carney, que decide defender sus propiedades.
El ¨²ltimo tercio de El ritmo de Harlem transcurre en 1964. Nuestro protagonista ha ascendido socialmente pero todav¨ªa se siente obligado a cuidar de su primo Freddie, un cr¨¢pula de pocas luces. Por su bondad, Carney termina en el radar de los verdaderos poderes de Nueva York, las inmobiliarias que devoran antiguos edificios y distritos enteros. Y descubre que sus m¨¦todos son m¨¢s expeditivos que los usados por los malhechores de Harlem. Lo sospech¨¢bamos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.