Un crudo d¨ªptico sobre la herencia moral del nazismo: ¡®Rimini¡¯ y ¡®Sparta¡¯

La extrema crudeza, a veces cargada de imprevista po¨¦tica, que caracteriza al cine del austriaco Ulrich Seidl, es capaz de extraer su particular simbolog¨ªa entre las turbias aguas del subsuelo europeo. Esta vez, su objetivo son dos hermanos que acaban de enterrar a su madre y cuyo padre la sobrevive ingresado en una residencia para ancianos. Es un viejo sin memoria al que le asaltan extra?os recuerdos. No reconoce a sus hijos, p...

La extrema crudeza, a veces cargada de imprevista po¨¦tica, que caracteriza al cine del austriaco Ulrich Seidl, es capaz de extraer su particular simbolog¨ªa entre las turbias aguas del subsuelo europeo. Esta vez, su objetivo son dos hermanos que acaban de enterrar a su madre y cuyo padre la sobrevive ingresado en una residencia para ancianos. Es un viejo sin memoria al que le asaltan extra?os recuerdos. No reconoce a sus hijos, pero sabe entonar himnos del pasado. En este espejo oscuro y horripilante se miran sin querer mirarse los dos hijos, personajes principales del d¨ªptico Rimini y Sparta.

Ambas pel¨ªculas ocurren fuera de Austria. Uno de los hermanos es un cantante de mala muerte que regresa a R¨ªmini, la tur¨ªstica localidad de la Costa Adri¨¢tica donde vive y a la que Seidl dedica el t¨ªtulo del primer filme. Un no-lugar fuera de temporada que Seidl retrata casi como una abstracci¨®n flotante, cutre y agonizante, en medio de una extra?a neblina mientras su personaje principal cruza la pantalla con un viejo abrigo de pieles y una sucia melena rubia. Interpretado por un oper¨ªstico Michael Thomas, se trata de un cantante borracho, Richie, un pobre trilero con aires de decadente gigol¨® en hoteles para el Imserso.

Su hermano, el protagonista de la segunda pel¨ªcula, Sparta, podr¨ªa ser su n¨¦mesis. Con la cabeza rapada, reservado y g¨¦lido, se traslada a Rumania para encontrarse con una mujer, aventura que abandona empujado por su atracci¨®n hacia los ni?os. Invadido por el monstruo, el personaje que interpreta el inquietante Georg Friedrich decide montar una escuela deportiva llamada Sparta.

La truculencia morbosa de Rimini, con su er¨®tica eurotrash, abre paso a la oscura turbiedad de Sparta conformando un s¨®rdido d¨ªptico en busca de los fantasmas del nazismo: en la demencia del padre se esconden las huellas de la memoria fascista. Es un asunto del que, por supuesto, ni se habla, pero en una secuencia reveladora el hijo cantante tararea una melod¨ªa de amor mientras el padre entona un himno nazi. La violencia soterrada, la verg¨¹enza y la culpa, emergen en el deprimente pasillo de la residencia para ancianos.

El cineasta austriaco, que se ha defendido de la pol¨¦mica que ha rodeado al rodaje de Sparta despu¨¦s de un reportaje de Der Spiegel que acusaba a Seidl de ocultar a las familias de los ni?os el tema de su filme, retrata la desesperada deriva de los dos hermanos. La l¨²gubre herencia del fascismo se puede leer m¨¢s all¨¢ de la sombra paterna, de la arquitectura desarrollista que cruza la puesta en escena de Rimini al culto a la juventud de Sparta. Un rosario de patolog¨ªas sociales cultivadas en el pozo de la desmemoria.