?El guionista es la estrella?
Es dudoso que el p¨²blico conozca los nombres de esa gente cuya imaginaci¨®n se dedica a parir historias para alimentar pel¨ªculas, series y programas de televisi¨®n
Es dudoso o impensable que el gran p¨²blico conozca los nombres de esa gente cuya imaginaci¨®n se dedica a parir historias para alimentar pel¨ªculas, series y programas de televisi¨®n. Su nombre pasa r¨¢pido en los t¨ªtulos de cr¨¦dito. Incluso, en el pasado, alguno con curr¨ªculo tan largo y notable como Dalton Trumbo, estigmatizado por los cazadores de brujos y brujas, tuvo que firmar sus guiones con nombres ficticios o de otras personas. No existe el gran cine cuyo origen fueran malos guiones, pero s¨ª exi...
Es dudoso o impensable que el gran p¨²blico conozca los nombres de esa gente cuya imaginaci¨®n se dedica a parir historias para alimentar pel¨ªculas, series y programas de televisi¨®n. Su nombre pasa r¨¢pido en los t¨ªtulos de cr¨¦dito. Incluso, en el pasado, alguno con curr¨ªculo tan largo y notable como Dalton Trumbo, estigmatizado por los cazadores de brujos y brujas, tuvo que firmar sus guiones con nombres ficticios o de otras personas. No existe el gran cine cuyo origen fueran malos guiones, pero s¨ª existen directores que no estuvieron a la altura de las historias que narraban.
Hollywood, las series y las televisiones de Estados Unidos est¨¢n al borde del infarto por la huelga que han montado los guionistas. En nombre, como casi todas las huelgas, de algo tan humano y transparente, aunque se pueda disfrazar, del ?qu¨¦ hay de lo m¨ªo? O sea, de la imprescindible pasta. Se supone que los productores est¨¢n ganando monta?as de dinero en la industria del entretenimiento, con una clientela inmensa y enganchada a consumir im¨¢genes no solo en las deprimidas salas de cine, sino en sus propias casas, en sus tel¨¦fonos, en sus ordenadores. Y los que se inventan esos argumentos pretenden l¨®gicamente acceder a un pedazo m¨¢s grande de la tarta. Lo conseguir¨¢n. Los espectadores exigen que la maquinaria siga funcionando, que les proporcione sagrado ocio, entretenimiento. Y este es masivo, aunque las pel¨ªculas y las series paridas en Estados Unidos (en otros sitios tambi¨¦n) atraviesen una crisis excesivamente larga, que encontrar obras maestras o esa cosa llamada calidad suponga un milagro. Pero la droga sigue poseyendo un inagotable mercado, aunque las adictivas sustancias vengan adulteradas, repitan tem¨¢ticas y personajes con desverg¨¹enza y mediocridad. Lo ¨²nico que importa es que el mercado est¨¦ abastecido a todas horas.
Si repasas la historia del cine, tan memorable en algunas ¨¦pocas, descubres que directores geniales nunca firmaron como guionistas. La idea y el argumento se les hab¨ªan ocurrido a otras personas y no se sabe si los directores reescribieron, a?adieron o talaron el texto que hab¨ªan recibido, pero est¨¢ claro que lo hicieron suyo, imprimieron su reconocible y maravilloso estilo, lo integraron en su universo. Ocurre con el buceador m¨¢s profundo de la oscuridad, un tal Hitchcock. Con el aroma po¨¦tico y la ¨¦pica que inundan el cine de John Ford. La inmensa energ¨ªa y la solidez en todo tipo de g¨¦neros que caracterizan a Howard Hawks. La gracia, la inteligencia, la sutileza, la elegancia que impregnan el cine de Lubitsch. Y existen guionistas extraordinarios que filmaron sus propias historias y tambi¨¦n lo hicieron en compa?¨ªa de otros escritores, logrando una sinton¨ªa perfecta. Es el caso de Billy Wilder y sus sucesivos socios Charles Brackett e I. A. L. Diamond. Joseph L. Mankiewicz, el mitol¨®gico creador de Eva al desnudo, tambi¨¦n invent¨® guiones en soledad o en compa?¨ªa de otros.
Hollywood tambi¨¦n presum¨ªa de haber fichado a unos cuantos escritores geniales para que escribieran pel¨ªculas. Los contratos deb¨ªan ser suculentos para estos magos de la palabra escrita, nombres gloriosos como William Faulkner, F. Scott Fitzgerald y Raymond Chandler, entre otros. Lo que no est¨¢ claro es si respetaron sus guiones, cu¨¢nto qued¨® de ellos o si estaban capacitados para que su escritura se adaptara al cine. No s¨¦ cu¨¢nto va a durar la huelga de guionistas, aunque imagino que muy poco. Ojal¨¢ que sirva para renovarles el talento, aunque lo ¨²nico que les exijan los due?os del negocio es que no paren de currar repitiendo f¨®rmulas de confirmado ¨¦xito. Mientras tanto, voy a releer por cuarta o quinta vez el tan divertido como c¨¢ustico libro Las aventuras de un guionista en Hollywood, del impagable William Goldman. Tambi¨¦n Historias de Pat Hobby, en el que Fitzgerald convirti¨® en tragicomedia su fracasada experiencia en Hollywood. Fitzgerald, siempre con ansia de amor (as¨ª titul¨® alguien su biograf¨ªa) no solo era l¨ªrico, hipersensible, cronista del derrumbe. Tambi¨¦n pod¨ªa re¨ªrse de s¨ª mismo y hacernos re¨ªr a sus lectores.