Irreductible, conmovedor Dalton Trumbo
Lillian Hellman titul¨® rotundamente sus recuerdos sobre la caza de brujas Tiempo de canallas. Orson Welles escupi¨® venenosa lucidez sobre el pragmatismo de los arrepentidos que delataron a sus amigos al certificar: "La conversi¨®n de la izquierda americana no fue por cuesti¨®n de principios, sino para salvar sus piscinas". Esos a?os representaron el esplendor de la vileza, la histeria contra la disidencia y su consecuente acorralamiento, la claudicaci¨®n moral, el imperio del miedo, la apoteosis de la sospecha. Se ceb¨® con la gente del cine, aunque tambi¨¦n acosara a cualquier ciudadano bajo sospecha de izquierdismo. Impon¨ªa no s¨®lo el arrepentimiento p¨²blico de tu ideolog¨ªa, sino la obligatoria delaci¨®n de los antiguos colegas. En caso de rebeld¨ªa no te condenaban a la silla el¨¦ctrica (aunque facilit¨® el suicidio, los ataques letales al coraz¨®n y al cerebro, la depresi¨®n inacabable), s¨®lo te esperaba la c¨¢rcel, la p¨¦rdida del trabajo a perpetuidad, el descr¨¦dito, la marginaci¨®n, el destierro.
Lo m¨¢s alarmante no fue el temible poder de los fan¨¢ticos, de la doble moral, de los tenaces y legitimados inquisidores Joe McCarthy, Edgar Hoover y Parnell Thomas, del previsible horror, sino que consiguieran implicar en su tortura a gente que detestaba lo que ellos representaban, que trepas y cobardes abarrotados de talento se envilecieran denunciando a sus compa?eros con el humano pretexto de proteger sus brillantes carreras.
El impresionante documental Trumbo y la lista negra, que estren¨® anoche Canal +, rinde inaplazable tributo a los que no se rindieron en una batalla perdida, a los que su dignidad y la defensa de sus derechos les hicieron pagar una injusta y salvaje factura. En su profesi¨®n, en su vida, en la de su familia. Tratados como delincuentes y como leprosos por negarse a doblar la cabeza, a confesar un pecado que nunca existi¨®.
Dalton Trumbo consigui¨® sobrevivir a la inacabable pesadilla. Era un guionista estelar al que la caza de brujas le cerr¨® todas las puertas, le encarcel¨®, le arruin¨®, le oblig¨® a exiliarse a M¨¦xico, le forz¨® a vender sus guiones bajo m¨²ltiples seud¨®nimos. Uno de ellos logr¨® el Oscar, pero su enigm¨¢tico autor no pudo recogerlo porque oficialmente no exist¨ªa.
Es dif¨ªcil no enamorarte de la compleja personalidad de este hombre, de su capacidad de resistencia, de su inteligencia, de su mordacidad, de su sentido de la justicia, de su comprensi¨®n, de su inquebrantable fe en unas cuantas cosas para andar decentemente por la complicada y artera vida. Hablan sus hijos, sus amigos, sus colaboradores, sus compa?eros de desgracia. Pero sobre todo te conmueve su maravilloso don epistolar, las cartas sobre todo lo humano que escribi¨® desde su destierro.
Esas obras de arte est¨¢n le¨ªdas e interpretadas por actores como Michael Douglas, Donald Sutherland, Brian Dennehy y Paul Giamatti. Y como en las pel¨ªculas verdaderamente grandes, este documental te transmite una emoci¨®n indescriptible. Tambi¨¦n la certidumbre de que no todo est¨¢ perdido mientras que sigan existiendo seres como Trumbo.
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