Sangre y entrega

La final de la Copa Chenel estaba gafada. No hay duda. Tras la encendida pol¨¦mica sobre los avisos de la ¨²ltima semifinal y la consiguiente descalificaci¨®n de Borja Jim¨¦nez, la corrida de esta tarde en Colmenar, de donde deb¨ªa salir el triunfador del certamen, ha sido una prueba dur¨ªsima para los dos finalistas, Juan del ?lamo e Isaac Fonseca.

El primero acab¨® en la enfermer¨ªa nada m¨¢s comenzar el festejo. Tras pasar el sobrero por el caballo, Del ?lamo se ech¨® el capote a la espalda con la intenci¨®n de ejecutar un quite por gaoneras, y antes de que se pudiera colocar fue embestido por el toro con una extraordinaria violencia. El animal lo ensart¨® por el muslo izquierdo y lo lanz¨® despu¨¦s por los aires, de modo que el costalazo contra el suelo fue tremebundo. El torero no pod¨ªa levantarse y a duras penas fue trasladado a la enfermer¨ªa, conmocionado y herido.

No hab¨ªa hecho m¨¢s que comenzar el festejo y el torero mexicano se hab¨ªa quedado solo con los seis toros anunciados. Despu¨¦s de casi tres horas de festejo, Fonseca acab¨® con el labio roto, un puntazo en la zona inferior del muslo derecho, la cara manchada de sangre, el cuerpo pisoteado y dolorido, y se supone que contento por ser el triunfador del certamen despu¨¦s de una merit¨ªsima gesta ante una corrida de cuatro hierros diferentes.

Pero seguro que no hab¨ªa imaginado que el examen ser¨ªa una prueba de entrega, pundonor, valent¨ªa y compromiso tan exigente como la de esta tarde. Como tampoco a Juan del ?lamo se le pasar¨ªa por la cabeza que un sobrero de ?ngel Luis Pe?a lo iba a postrar en un hospital a las primeras de cambio y tendr¨ªa que decir adi¨®s a sus aspiraciones de estar anunciado en Madrid el 12 de octubre, que es el premio para el ganador.

Fonseca termin¨® exhausto despu¨¦s de un volteret¨®n que le recet¨® el sexto toro de la tarde, curiosamente el m¨¢s noble de la corrida, al entrar a matar. Ese fue el ¨²nico que le permiti¨® confiarse con la muleta, con la que pudo dibujar varias meritorias tandas por ambas ambos. Pinch¨® un par de veces antes de cobrar la estocada final, y las dos orejas que ten¨ªa ganadas se qued¨® en un trofeo de consolaci¨®n.

Todo lo dem¨¢s fue una pela sin cuartel ante oponentes sin clase alguna, descastados y sosos unos, y fieros y broncos otros, ante los que no perdi¨® la fe, se jug¨® el tipo sin cuento y demostr¨®, otra vez, que sus aspiraciones son ciertas.

El primero, el que atropell¨® a su compa?ero, tiraba ga?afones y en uno de ellos le parti¨® el labio; el segundo, fiero, complicado y bronco, lo desbord¨®; al tercero, muy exigente, con violenta movilidad, le rob¨® una limpia y honda tanda de naturales, y cuando lo cit¨®, al final del trasteo, con la muleta a la espalda y sin espada, le propin¨® un pitonazo en el muslo que no evit¨® que se mantuviera en el ruedo hasta el final; el cuarto, soso y descastado; mejor el quinto, pero de escasa calidad, y el mejor, el ¨²ltimo, noble y con fijeza (sorprendentemente, los dos de Palha, uno de los hierros m¨¢s temidos, fueron los m¨¢s manejables).

No hubo m¨¢s que esbozos a la ver¨®nica y por chicuelinas con el capote porque los toros no permitieron mayor lucimiento; y solo algunas tandas airosas con la muleta, pero mucha verg¨¹enza, valor para regalar, seriedad y firmeza a raudales, y la certeza de que Isaac Fonseca quiere ser figura del toreo.

Al final, los dos toreros acabaron en el mismo hospital, pero, ciertamente, uno con m¨¢s suerte que el otro.