Rafaelillo se reivindica
El diestro murciano corta tres orejas a una corrida muy noble de Victorino Mart¨ªn

La corrida de Victorino no fue una pel¨ªcula de terror, como suele, o sol¨ªa, ser. Fue, m¨¢s bien, una pel¨ªcula de amor, aunque con final no tan feliz. Seis toros de muy desigual presencia, alguno muy justa, pero en los cinco primeros una nota com¨²n, o dos: nobles, con calidad en la muleta y que en el primer tercio se emplearon con bravura. El sexto fue el garbanzo negro de la familia. No tuvo entrega y s¨ª un punto de violencia.
El victorino que estren¨® la tarde, largo y bien armado, fue por dos veces al caballo. Ambas al relance. Se dej¨® pegar, aunque le midieron el castigo en las dos ocasiones. Muy suelto, sin fijeza, anduvo por el ruedo como si buscara una salida. Y se encontr¨® con un Rafaelillo muy dispuesto y centrado. El murciano supo sacar las virtudes del toro y minimizar los defectos. Someti¨® por el lado derecho, con mando, y marc¨® alg¨²n natural suelto de buen dibujo. Mucho aire ese toro, que tuvo entrega de principio a fin. El oficio de Rafaelillo y el buen hacer, se impusieron. Buen toro, al que se le dio la vuelta en el arrastre. Quiz¨¢s algo exagerado el premio p¨®stumo.
Al cuarto, de pitones mirando al cielo, largo de cuello y tipo, se le fue toda la gasolina en varas. Un puyazo duro y largo, que se dej¨® dar corneando el peto. Rafaelillo se lo llev¨® de primeras a los medios con torer¨ªa, pero poco quedaba en el interior del toro. El murciano tir¨® de oficio y oblig¨® todo lo que pudo al toro. Esbozos de muletazos, que nunca llegaban a ser rematados porque el victorino no daba para m¨¢s. El toreo final sobre las piernas lleg¨® a la gente como si de lidia a alima?a se trataba. No era para tanto.
Un fondo de clase, el segundo. Cornicorto, de justas hechuras. Se dej¨® con el capote, pero perdi¨® fuelle en varas y banderillas. Solo un puyazo, pero de los de verdad. Tuvo alegr¨ªa en banderillas, y Escribano clav¨® sin estridencias, pero ah¨ª gast¨® el resto de sus fuerzas. Lleg¨® cortito a la muleta pero humillando mucho. Escribano, siempre c¨®modo, trat¨® de que el toro no tirara la toalla. Faena sin lucimiento, pero sobria. De poca galer¨ªa.
El quinto fue aplaudido de salida por su bella estampa y Escribano le dio la bienvenida con una larga cambiada de rodillas. Otro toro que se dej¨® torear de capa, aunque en varas cabeceara sin fijeza. Tampoco en banderillas luci¨® Escribano, muy desigual clavando. A la muleta, el de Victorino lleg¨® sin ofrecer condiciones: rendido a la voluntad del torero. Pero Escribano, en este caso, no encontr¨® la distancia para sacarle todo el provecho a tan buen toro, que humillaba y se cos¨ªa en los vuelos de una muleta no siempre bien ofrecida. Un cambio por la espalda, improvisado, hizo que la gente reaccionara, pero la faena nunca tom¨® vuelo de verdad. El premio de la oreja fue un regalo presidencial a la voluntad, pero no al acierto.
El tercero de la tarde, al que Aguado tore¨® bien con la capa, se march¨® de largo al caballo y dej¨® patente su estilo. Buen puyazo. Lleg¨® a la muleta con las fuerzas justas, pero ideal para un torero del estilo de Aguado. La faena tuvo distinci¨®n y aroma de buen toreo. Aguado tir¨® suave y sobre la mano izquierda dej¨® naturales de muy bellos. El toro, obediente y muy noble, se dej¨® llevar al ritmo marcado por el torero. L¨¢stima que todo se quedara en nada, pues la espada se le atragant¨® a Aguado, que atac¨® sin fe, y el triunfo se esfum¨®.
Con el sexto, tir¨® de amor propio. Por tres veces entr¨® el toro al caballo y las tres acab¨® fuera del tercio con s¨ªntomas de mansedumbre No era claro, pero el sevillano le consinti¨®. Se dej¨® querer y aunque el toro nunca se le entreg¨®, le sac¨® muletazos de m¨¦rito. Aguado no renunci¨® a su concepto y por el palo de lo cl¨¢sico sac¨® momentos de buen gusto. La pelea fue un trabajo elegante, nunca forzada.
MART?N / RAFAELILLO, ESCRIBANO, AGUADO
Toros de Victorino Martín, muy desiguales de presencia, aunque en el tipo de la casa, se emplearon en varas, nobles, no dieron problemas excepto el sexto, que desentonó. Al primero, de gran clase, se le dio la vuelta al ruedo.
Rafaelillo: estocada sin puntilla (dos orejas); estocada desprendida _aviso_ (oreja).
Manuel Escribano: pinchazo y estocada trasera y baja (saludos); estocada baja _aviso_ (oreja).
Pablo Aguado: cuatro pinchazos _aviso_ y tres descabellos (silencio); dos pinchazos y descabello (saludos).
Plaza de Alicante, 25 de junio. Sexta y última de la Feria de Hogueras. Tres cuartos de entrada (8.062 espectadores según la empresa). Manuel Escribano sustituyó a Morante de la Puebla, lesionado el día anterior en Badajoz.
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