Rafael Chirbes, pintor
La escritura del autor valenciano est¨¢ llena de pintura. Busc¨® a Caravaggio en N¨¢poles, se entreg¨® a Bacon y en Nueva York se dio un banquete con Botticelli, Vermeer, Holbein, Rembrandt y Rubens
Tengo la mala costumbre de querer retener con pintura aquello que deseo que permanezca conmigo: el olor de la piel del abuelo, la humedad dulzona de la casa de infancia, la velocidad que alcanc¨¦ sobre unos patines de cuatro ruedas el primer d¨ªa que pis¨¦ una pista de cemento ovalada. Pero nada perdura. Y una pintura nunca est¨¢ acabada: se puede dedicar toda una vida a pintar sobre la misma tela. Cuando seca la ¨²ltima capa, puede velarse. Empastarse de nuevo. Fundir el empaste. Velar el empaste fundido. El proceso puede repetirse las veces que una quiera. Alguien dijo que la pintura es el lenguaje de la p¨¦rdida, y yo me pregunto cu¨¢ntas pinturas debo haber sacrificado a lo largo de mi vida y cu¨¢ntas otras que di por acabadas deber¨ªa haber tapado. ¡°La escritura combate el miedo y la angustia por las p¨¦rdidas irreparables¡±, escribi¨® Rafael Chirbes. La pintura tambi¨¦n.
Llevo varios d¨ªas encerrada en el taller (fabriqu¨¦ con mi padre un altillo de madera y, aunque la intenci¨®n primera fuera almacenar lienzos, encaj¨¦ un colch¨®n). La primera noche sub¨ª al altillo con Mimoun y durante varios d¨ªas sent¨ª que era robusta y sangu¨ªnea, que mi cuerpo me molestaba, sent¨ª que estaba borracha de vino barato y que tres perros huesudos olisqueaban los lienzos que hab¨ªa dejado secando en el suelo.
Llevo varios d¨ªas vestida con una bata de lino blanco llena de manchas porque mi intenci¨®n es encerrarme a pintar, pero mi prop¨®sito se enreda con las palabras de Chirbes, que me hieren en lo m¨¢s hondo y me retienen arriba, en el altillo. Me reconcilia con el amor y el odio que siento hacia Valencia y con el conflicto de no escribir en mi lengua materna, que reservo para la intimidad. Rele¨ª La buena letra y El a?o que nev¨® en Valencia. Acab¨¦ el primer volumen de sus diarios y empec¨¦ con el siguiente (ya s¨¦ que voy tarde), porque Anagrama publica el tercero el pr¨®ximo mi¨¦rcoles. Leo: ¡°Recuerdo que llegaron a la fiesta diciendo que se hab¨ªan acercado hasta la Malvarrosa para contemplar la playa nevada y ver las olas moverse por encima de la nieve¡±, y bajo veloz del altillo agradeciendo cada una de las veces que la contemplaci¨®n de ese fragmento de Mediterr¨¢neo fue un refugio sanador. Preparo la paleta para intentar atraparlo. A un lado: los carmines, los azules, los verdes, los sienas. Al otro: Blanco di Zinco Coprente, Geel Licht y Zinc white, Blanc de Titane Zinc y Parcheim Unbleached Titanium. Los blancos han de usarse con sumo cuidado. ¡°Solo podr¨¦is hacerlo cuando falte una hora para acabar la sesi¨®n¡±, les digo a mis alumnas, ¡°si os precipit¨¢is, ensuciar¨¦is vuestras sombras¡±.
¡°Pintar, qu¨¦ tonter¨ªa [...]. Los primitivos aprenden a colorear, y, solo muy tarde, a escribir. Hay pintura sin pensamiento, pero no hay escritura sin pensamiento¡±, leo en los diarios de Chirbes. Pero colorear no es pintar, y su escritura est¨¢ llena de pintura. Dorothea Rockburne afirma no pensar cuando est¨¢ moviendo la mano sobre la tela. Lo hace antes de abordar el acto y despu¨¦s de haberlo hecho. Lo que hace antes y despu¨¦s tambi¨¦n es pintar, aunque no se manche en el proceso.
¡°?Qu¨¦ sabr¨¦ yo de pintura?¡±, se pregunt¨® el escritor valenciano. Pero busc¨® a Caravaggio en N¨¢poles, y contempl¨® con cuentah¨ªlos el Dem¨®crito de Ribera. Despu¨¦s se entreg¨® a Bacon. En Nueva York se dio un banquete con Botticelli, Vermeer, Holbein, Rembrandt y Rubens, de quien tom¨® en sus diarios unos apuntes sobre el peligro de los blancos: ¡°Comienza pintando tus sombras ¨¢gilmente. Cu¨ªdate de poner blanco en ellas; el blanco es veneno para el cuadro, excepto en las luces. Si apagas la transparencia y calidez dorada de tus sombras, tus colores ya no ser¨¢n luminosos, sino mates y grises¡±. Se pregunt¨® qu¨¦ demonios pintaba un arte sin funci¨®n y describi¨® con lucidez una paleta crom¨¢tica lapona, ¡°unos colores como nunca antes hab¨ªan visto mis ojos, y que ya no puedo apartar de mi memoria, verdes fosforescentes en el cielo, azules fr¨¢giles, rosas el¨¦ctricos, como de anuncio de ne¨®n, sobre otros m¨¢s profundos, cobaltos, intensos negros¡±. Cu¨¢nta pintura en las manos de un escritor. Y qu¨¦ bien amasada.
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