Luis L¨®pez Carrasco: ¡°Estamos viviendo el desencanto 2.0¡±
El cineasta y escritor, galardonado con el premio Herralde, arma una novela futurista sobre la generaci¨®n de la crisis de 2008
La novela ganadora del premio Herralde se abre con una cita de Elias Canetti, pero no es ah¨ª, seg¨²n el autor, donde est¨¢ ¡°el humus¡± de El desierto blanco, sino en los amigos y parejas que, antes de arrancar su vida en otra parte como emigrantes, se quedaban de paso en 2011 y 2012 en el domicilio madrile?o de Luis L¨®pez Carrasco (Murcia, 1981),...
La novela ganadora del premio Herralde se abre con una cita de Elias Canetti, pero no es ah¨ª, seg¨²n el autor, donde est¨¢ ¡°el humus¡± de El desierto blanco, sino en los amigos y parejas que, antes de arrancar su vida en otra parte como emigrantes, se quedaban de paso en 2011 y 2012 en el domicilio madrile?o de Luis L¨®pez Carrasco (Murcia, 1981), seg¨²n explicaba la semana pasada. M¨¢s conocido por su faceta de cineasta con trabajos como el premiado filme El a?o del descubrimiento (2020) o El futuro (2013), el autor se estrena como novelista con este libro en el que se respira la crisis econ¨®mica de 2008, esa que marc¨® el destino de los que paraban en su casa, y que incub¨® un mundo agotado que conecta con la cita del Nobel sefard¨ª Canetti.
En El desierto blanco esa generaci¨®n tocada de lleno por la crisis financiera est¨¢ sumergida en una extra?eza futurista: su historia se construye con gui?os a la ciencia ficci¨®n en un paisaje en el que unos espejos ocultan los edificios de manera que ¡°el poder devuelve una imagen colectiva¡±, escribe. ?Por qu¨¦ quiso trastocar el tiempo? ¡°El futuro en el que se encuentra el narrador le permite hablar del presente desde una perspectiva hist¨®rica. Es algo a lo que solo puede volver desde el recuerdo¡±, apuntaba en una conversaci¨®n con este diario en la terraza del Museo Nacional Reina Sof¨ªa.
Cuenta que desde los 20 a?os quer¨ªa hacer cortos de ficci¨®n ¡ª¡°a lo David Lynch¡±¡ª, pero no ten¨ªa recursos y decidi¨® lanzarse a la escritura, algo que ya nunca ha dejado. ¡°El cine me lo planteo como un trabajo que se alimenta de colaborar con otras personas. Esa interacci¨®n nos llevar¨¢ a sitios imprevisibles¡±, explica el cofundador del colectivo cinematogr¨¢fico Los Hijos. Con la escritura, dice, su imaginaci¨®n le permite mantener pleno control. L¨®pez Carrasco hoy compagina su trabajo como docente en la Universidad de Castilla-La Mancha con sus proyectos art¨ªsticos y una tesis, en la que explora la memoria social de la Transici¨®n en Espa?a a trav¨¦s del programa televisivo Vivir cada d¨ªa, que estuvo en antena desde 1978 hasta 1988. En esos cerca de 350 episodios prosigue su an¨¢lisis cr¨ªtico de la historia de la Espa?a democr¨¢tica, ya que en esa producci¨®n de la televisi¨®n p¨²blica ha encontrado ¡°otros relatos que complementan las visiones mayoritarias¡±, la otra historia que qued¨® en los dobladillos de la versi¨®n oficial.
En El desierto blanco un personaje se pregunta, al ver la crisis profesional y personal de su esposo, de qu¨¦ es culpable: ¡°?Culpable de pertenecer a una generaci¨®n?¡±. ?Hay cuentas pendientes que saldar a¨²n? ¡°Tanto responsabilizar a generaciones previas, como el proceso inverso en el que los mayores critican a los j¨®venes, simplifica realidades complejas¡±, apunta. ¡°La discusi¨®n sobre la cultura de la Transici¨®n parece un debate futbolero con una din¨¢mica polarizadora que no lleva a nada, no produce conocimiento. No creo en las enmiendas a la totalidad, ni en las tarjetas rojas. Hubo muchos colectivos y disidencias y a partir de ah¨ª se puede resignificar una ¨¦poca¡±, asegura.
Desmitificar el pasado oficial
En las notas a pie de p¨¢gina que saltean su novela se explica desde ese futuro imaginario qui¨¦nes eran Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero o Irene Villa. ¡°No hay vocaci¨®n ir¨®nica en esto, se trata m¨¢s bien de que el lector se pregunte en qu¨¦ mundo viven los narradores, de generar un distanciamiento¡±, aclara. ¡°La novela toca diferentes momentos en la vida de la pareja protagonista que ha emigrado a un lugar lejano. Es una memoria generacional del 2011 en adelante¡±.
La covid y el extra?o momento que confin¨® al mundo no alteraron la historia que preparaba. De hecho, el autor recuerda que ten¨ªa pensado retirarse a escribir aquella primavera de 2020 y la epidemia solo reforz¨® su plan. La querencia de L¨®pez Carrasco por la ciencia ficci¨®n estaba en su primer libro, la colecci¨®n de relatos Europa, y se remonta a sus lecturas de infancia y adolescencia. Cita a Philip K. Dick, Ursula K. Le Guin o Kurt Vonnegut, y da un salto para mencionar tambi¨¦n a Thomas Pynchon y Don Delillo, ¡°que aunque no usaban la ciencia ficci¨®n, s¨ª aplican una perspectiva deformante del presente¡±.
Construida a partir de cinco cap¨ªtulos, la novela reconstruye episodios laborales, familiares y sociales en la vida de una pareja. La voz del narrador no es siempre la misma, hay saltos temporales y cambios de punto de vista. Desde el futuro se recuerda el proceso de selecci¨®n para obtener un trabajo como vendedor de libros en unos grandes almacenes ¨D¡±eso lo viv¨ª en primera persona¡±, cuenta L¨®pez Carrasco¨D, un accidente a¨¦reo, una mudanza o una fiesta de fin de a?o entre amigos, muchos de los cuales tuvieron que irse fuera para salir adelante. De un globo a un avi¨®n, de una isla a otra, El desierto blanco va engarzando las cinco piezas, que podr¨ªan funcionar como relatos.
La atm¨®sfera viciada de ese extra?o juego de rol, dise?ado para elegir a un empleado, con la que se abre El desierto blanco reverbera en otros juegos que recorren la trama. El narrador apunta c¨®mo de r¨¢pido ¡°la verg¨¹enza puede ser sustituida por la adrenalina¡±, un realizador de series explica c¨®mo funciona la intriga en esa fiesta de fin de a?o de la novela, y un escondite entre adultos crea situaciones imprevisibles. ¡°En esas din¨¢micas de grupo todo queda colapsado por lo emocional¡±, reflexiona L¨®pez Carrasco. ¡°Me interesaba pensar a qu¨¦ jugamos hoy en d¨ªa y qu¨¦ dice esto de nuestra sociedad. Los juegos nos obligan a ejercitar la imaginaci¨®n y esta, ?es forzosamente infantil? Quiz¨¢ la cuesti¨®n no tenga tanto que ver con la edad, sino con la capacidad de imaginar mundos nuevos¡±.
El territorio de lo inesperado hoy est¨¢ mapeado, el material que abona la imaginaci¨®n est¨¢ agotado, seg¨²n L¨®pez Carrasco. ¡°Poner distancia es casi imposible, la tecnolog¨ªa permite saber d¨®nde est¨¢s en todo momento y esto termina por borrar el material imaginativo¡±. En El desierto blanco imagina un tiempo en el que las piscinas se convierten en huertos y las ciudades se quedan sin luz. Dos personajes afirman que las utop¨ªas y las distop¨ªas son reaccionarias. ¡°Creo que nos iremos acostumbrando a otra vida. Las fluctuaciones econ¨®micas y los problemas de suministro energ¨¦tico no se pueden resolver con recetas del pasado porque externalizar el sufrimiento tiene un l¨ªmite¡±, advierte. ¡°El pragmatismo de la izquierda actual hace pensar que volvemos a una ¨¦poca de vacas gordas, pero eso genera una frustraci¨®n que conduce a soluciones populistas o autoritarias¡±. ?No ha desmentido ¨¦l en su trabajo cinematogr¨¢fico esa idea de bonanza? ¡°He tratado de desmitificar, desde otros colectivos, estereotipos muy marcados. Hubo unas vacas gordas mentales, esa percepci¨®n de bienestar asociado al consumo: la segunda vivienda, el coche¡ He querido profundizar en las contradicciones de ese modelo¡±.
L¨®pez Carrasco se detiene tambi¨¦n en su novela en la furia y el deseo de que se hunda todo, la ira que siente uno de sus personajes al ver que le arrebatan un trabajo. ¡°Durante la crisis hubo una sensaci¨®n muy fuerte de hartazgo y cansancio que eclosiona en el 15-M como algo impugnador, propositivo y constructivo¡±, reflexiona. ?Y ahora? ¡°Hay m¨¢s agotamiento, falta de energ¨ªa, covid, guerra, inflaci¨®n. Hubo un intento de tomar el relevo en la pol¨ªtica institucional que ha tenido sus limitaciones. Este es un momento m¨¢s de repliegue, muchos no soportan m¨¢s incertidumbre y necesitan certezas. Los discursos de la izquierda no son transformadores, hay un pragmatismo socialdem¨®crata que recuerda a los ochenta. Estamos viviendo el desencanto 2.0¡å. Quedan las novelas para sobrellevarlo.