El extra?o en el Buen Gobierno
Impresiona el mensaje que trasmite, sin ambages, un mural del siglo XIV que advierte del infierno que comporta una tiran¨ªa
El pasado viernes, despert¨¦ en Siena y, tras confirmar en el m¨®vil que a¨²n no hab¨ªa llegado el fin del mundo, encontr¨¦ en un art¨ªculo de Najat El Hachmi una de esas frases que Hemingway llamaba ¡°frases verdaderas¡± que, en el caso de lograrlas, pod¨ªan animarnos a seguir escribiendo: ¡°Estamos acostumbrados a que los racistas nos tengan por tontos de nacimiento, pero ahora el odio nos viene ni m¨¢s n...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
El pasado viernes, despert¨¦ en Siena y, tras confirmar en el m¨®vil que a¨²n no hab¨ªa llegado el fin del mundo, encontr¨¦ en un art¨ªculo de Najat El Hachmi una de esas frases que Hemingway llamaba ¡°frases verdaderas¡± que, en el caso de lograrlas, pod¨ªan animarnos a seguir escribiendo: ¡°Estamos acostumbrados a que los racistas nos tengan por tontos de nacimiento, pero ahora el odio nos viene ni m¨¢s ni menos que de un alto cargo de la Generalitat¡±. Lo escribi¨® Najat El Hachmi despu¨¦s de que el Govern culpara en parte a los inmigrantes de que Catalu?a fuera colista en lo que podr¨ªamos llamar ¡°Liga europea de la comprensi¨®n lectora¡±
Segu¨ª con mi viaje matutino por el m¨®vil y busqu¨¦ ¡ªuna buena costumbre¡ª el art¨ªculo semanal de Tiphaine Samoyault. Por supuesto, me sorprendi¨® que ella, desde Par¨ªs y para hablar de la hospitalidad, tan urgente en nuestro tiempo, prestara atenci¨®n a la Alegor¨ªa del Buen y Mal Gobierno, pintura mural del siglo XIV que estaba precisamente en Siena.
Como me encontraba a cuatro pasos del mural, me dije que no pod¨ªa pon¨¦rmelo Samoyault m¨¢s f¨¢cil para ir a verlo. Despu¨¦s de todo, m¨¢s complicado lo hab¨ªa tenido ella cuando decidi¨® desplazarse a la capital del Uruguay para vivir all¨ª una experiencia como la del narrador de Montevideo (mi novela) y poder luego exponer, en la presentaci¨®n del libro en Par¨ªs, su impresi¨®n personal del embrollo.
No tard¨¦ en plantarme ante el mural que ocupa tres paredes del Palacio Comunal, alegor¨ªa pintada en el contexto de la gran crisis pol¨ªtica de 1338. Por sencillo que pudiera ser, impresionaba el mensaje en el que, por una parte, sin ambages, se advert¨ªa del infierno que comportar¨ªa una tiran¨ªa en Siena, y por el otro, en la pared de al lado, se expon¨ªa, a modo de gran contraste, las ventajas de tener ¡°un Buen Gobierno y los efectos que esto producir¨ªa en la ciudad y el campo¡±. De hecho, lo que se explica all¨ª es la necesidad de reanudar el arte de vivir juntos, algo que uno piensa que har¨ªamos encantados si el Buen Gobierno, con su din¨¢mica, nos convenciera, ya no tanto de la sabidur¨ªa de los principios que lo inspiran, sino de lo alcanzado en su gesti¨®n: los efectos concretos, visibles y tangibles en la vida de todos.
Me pareci¨® ver que el fresco del Buen Gobierno narraba la celebraci¨®n civil de una estabilidad: se ve¨ªa c¨®modos a todos los habitantes de Siena, especialmente a quienes la estaban abandonando por un momento para admirar la abundancia de cultivos o para ir a cazar, vestidos con lujosas ropas.
Ideal armon¨ªa, pens¨¦. Hasta que ca¨ª en la cuenta de que el mism¨ªsimo centro del art¨ªculo de Samoyault lo ten¨ªa delante m¨ªo, a solo un palmo. All¨ª estaba el extra?o en el centro del fresco de Buen Gobierno, el mendigo casi invisible, el emigrante sentado en el umbral que separaba la ciudad del campo. Estaba fuera de lugar, incluso en la pintura.
?Y qu¨¦ pod¨ªa estar haciendo el extra?o en el Buen Gobierno?
Recordarnos el poder de actualizaci¨®n que habita un fresco de hace siete siglos y que desborda su contexto para enfilar directamente hacia nuestros d¨ªas.