Nos costar¨¢ concentrarnos

Pero profesor Rico, hombre, ?c¨®mo as¨ª, tan en su estilo? Y¨¦ndose sin un ¡°a m¨¢s ver¡±, sin ruido ni alharacas, cuando hubieran tenido que tronar los cielos para anunciar que el mayor humanista espa?ol del ¨²ltimo medio siglo cambiaba de estado. De estado a no estado, que es usted necio, le oigo decir con media sonrisa. Y al conocer la noticia resuenan en mi cabeza aquellos trasegados versos de Lorca, ¡°tardar¨¢ mucho en nacer, si es que nace¡­¡± y de nuevo Rico, con rictus de hast¨ªo, me espeta que definitivamente es usted idiota. Porque ni en el potro de tortura iba ¨¦l a admitir que bajo la apabullante masa de su sabidur¨ªa inveros¨ªmil, bajo la corteza ¨¢spera de su estudiada acritud, bajo la racionalidad extravagante con que escudri?aba e interpretaba textos y contextos, se escond¨ªa un sentimental ¡ª?pero qu¨¦ sandeces dice usted!¡ª y uno de los hombres m¨¢s generosos ¡ª?acab¨¢ramos!¡ª que he tenido la suerte de conocer. Que s¨ª, profesor Rico, que ya puede usted refunfu?ar pero tengo raz¨®n; que ahora, por desgracia, nos tendremos que recordar nosotros mismos eso de que somos unos majaderos perdidos. Y tambi¨¦n, claro, unos ignorantes a los que nos embaucan con gamusinos. A m¨¢s ver, Paco ¡ªperm¨ªtame esta flojera indecorosa¡ª. Palabra que seguiremos aprendiendo, aunque nos cueste un poco concentrarnos porque, oiga, es que cada vez hay m¨¢s ruido.