Inesperada Puerta Grande para un afortunado y entregado Fernando Adri¨¢n
Un sexto toro de excepcional clase en la muleta fue el ¨²nico destacado de una infumable e inv¨¢lida corrida de Garcigrande
La Puerta Grande de Fernando Adri¨¢n fue inesperada porque hasta la salida del sexto toro la corrida hab¨ªa sido un bochorno insoportable por la invalidez de los impresentables novillos que Garcigrande envi¨® y aprob¨® la autoridad. Pero ese ¨²ltimo, que cabece¨® como los dem¨¢s en varas, que no recibi¨® castigo y dobl¨® las manos al salir del caballo, galop¨® en banderillas, permiti¨® el lucimiento de ?ngel Otero en un primer par, y lleg¨® a la muleta con aire suficiente y excepcional clase para gloria de un afortunado Fernando Adri¨¢n.
El torero madrile?o, abonado a las salidas a hombros, ¡ªquince corridas el a?o pasado y en todas ellas sali¨® en volandas¡ª, hizo acopio de entrega desde que se abri¨® de capa en su primero, lleg¨® con facilidad a los tendidos con un toreo de escasa profundidad pero desbordante de entrega y confianza, y cort¨® una oreja al segundo de la tarde y pudo haber paseado las dos del ¨²ltimo si no pincha antes de cobrar una estocada.
Ese toro, de nombre Bromista, embisti¨® con humillaci¨®n y fijeza, con nobleza y codicia, y ensalz¨® el concepto moderno, acelerado y superficial, pero espectacular y arrojado, de la tauromaquia de Adri¨¢n. No se le puede negar su hambre de triunfo, que es torero de raza y planta cara con gallard¨ªa, aunque sus muletazos carezcan de huella.
Mat¨® muy bien a sus dos primeros, y le cort¨® una oreja al de su estreno, un animal inv¨¢lido que se desplom¨® en varias ocasiones, pero al que enlaz¨® muchos pases que fueron jaleados por el generoso p¨²blico. Al final, se puso flamenco, se dedic¨® a jugar con su inofensivo oponente, e, incluso, tir¨® la muleta y se desplant¨® como si tal cosa. Unas bernadinas finales acabaron con el cuadro y le permitieron pasear el trofeo.
De rodillas, en el centro del ruedo, comenz¨® la faena al sexto, con dos pases cambiados por la espalda y cuatro largos derechazos que cautivaron a la mayor¨ªa de los asistentes. Acompa?¨®, despu¨¦s, con cierta galanura la dulce y codiciosa embestida del animal, y unos elegantes ayudados por bajo hicieron presagiar que podr¨ªa cortar un doble ap¨¦ndice. Se resbal¨® al entrar a matar y dej¨® un feo pinchazo, lo que no evit¨® que otra vez (esta es la tercera en su carrera) abriera la Puerta Grande de Las Ventas.
Solo pudo cubrir el expediente en su segundo, cuya lidia transcurri¨® entre las airadas protestas del p¨²blico por su manifiesta invalidez y la incomprensible negativa del presidente a devolverlo a los corrales. Pero Adri¨¢n se hizo el sordo y le dio pases que no interesaron a nadie.
Y pas¨® desapercibido Castella con dos toros, tercero ¡ªen este salud¨® Jos¨¦ Chac¨®n tras dos vibrantes pares de banderillas¡ª y quinto, birriosos y lisiados, a pesar de su empe?o en justificarse sin motivo. Incluso pidi¨® calma a los que protestaban como si no tuvieran raz¨®n.
Como ya ocurriera el s¨¢bado, el primer toro de la tarde fue el encargado de anunciar al mundo lo que hab¨ªa enviado el ganadero. Se le ca¨ªa la cara de bueno. C¨®mo ser¨ªa que Castella, despu¨¦s de darle dos capotazos sin sal alguna, se hinc¨® de rodillas con la intenci¨®n, se supone, de a?adir algo de inter¨¦s a la escena. Y ni as¨ª lo consigui¨®. Embest¨ªa el animalito con tal dulzura que era nulo el inter¨¦s que despertaba. Como era de esperar, no lo picaron. Adri¨¢n hizo un quite por tafalleras burlescas y le respondi¨® Castella por chicuelinas, y, a la vista de la extrema bondad, se atrevi¨® a dibujar dos naturales y un pase de pecho con el capote a una mano, que el toro acept¨® sin rechistar. Pero Castella no estuvo bien ante ese animal bendito que acudi¨® a la muleta con una desesperante docilidad; Castella lo mulete¨® sin gracia y despegado, y entre el torero insulso y el toro criado con biber¨®n, la labor resultante no dijo nada.
Lo cierto es que la corrida de Beneficencia, que dicen que es la m¨¢s importante del a?o, estaba gafada desde el momento mismo en que la empresa Plaza 1 y el Centro de Asuntos Taurinos cometieron el craso error de dejarla en un mano a mano. Como si no hubiera toreros de inter¨¦s que le hubieran aportado al cartel el lustre del que carec¨ªa.
Y, despu¨¦s, los toros; m¨¢s bien toretes, novillos con caras de imberbes, sin un ¨¢pice de fortaleza, cursilones de tanta bondad como acumulaban, ovejitas cari?osas, impropios para la m¨ªnima emoci¨®n que el toreo exige.
De ah¨ª, que el festejo transcurriera entre las justas protestas de parte de los tendidos, contestados por una mayor¨ªa que jaleaba sin motivo los pases, carentes muchos de ellos de la m¨¢s elemental hondura, que pegaron los dos toreros del mano a mano. Al final, un torero con suerte y reconocible entrega sali¨® a hombros. Menos mal.
Garcigrande/Castella y Adri¨¢n, mano a mano
Cinco toros de Garcigrande y uno, el tercero, de El Pilar, anovillados, inválidos, mansos, nobilísimos y muy descastados.
Sebastián Castella: pinchazo _aviso_ pinchazo y estocada (ovación); pinchazo, estocada trasera y un descabello (silencio); estocada (silencio).
Fernando Adrián: estocada (oreja); estocada (silencio); pinchazo y estocada (oreja). Salió a hombros por la Puerta Grande.
Plaza de Las Ventas. 9 de junio. Corrida de Beneficencia. Asistió la Infanta Elena desde el palco real. Lleno (21.834 espectadores, según la empresa).
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