Perderse dentro de un mapa
Los mapas orientan, gu¨ªan, ponen rumbo y ayudan a llegar a destino. Pero pueden ser todo lo contrario: instrumentos de disuasi¨®n, se?ales de humo malintencionadas y dif¨ªciles de percibir, como le sucedi¨® al emperador Carlos con el mapamundi de Lopo Homem, o c¨®mo hacer que se pierda un emperador
Sepan que este mapamundi fue pensado y dibujado literalmente para perderse; o mejor, para no encontrarse, ni encontrar lo que se pretend¨ªa buscar. No es un mapa para viajar. De hecho, la mayor¨ªa de los hermosos mapas de hace quinientos a?os que han llegado hasta la actualidad no eran para viajeros, sino para grandes se?ores renacentistas que quer¨ªan saber c¨®mo era el mundo; o c¨®mo iba siendo el mundo a medida que las naves regresaban a la pen¨ªnsula tras sus expediciones mar¨ªtimas. Las cartas de marear, las que usaban los navegantes, apenas sobreviv¨ªan a una expedici¨®n, por las inclemencias clim¨¢ticas, por quedar obsoletas, por ser borradas y reutilizadas; tambi¨¦n por ser un preciado tesoro rebosante de informaci¨®n geogr¨¢fica, pol¨ªtica y econ¨®mica que cab¨ªa robar.
Los mapas, tanto los de navegar como los de admirar, eran valiosos tesoros. Y este, adem¨¢s, fue muy pol¨¦mico; lo fue hace quinientos a?os y lo volvi¨® a ser a partir de mayo de 1930, cuando, perteneciendo a un mayor ingl¨¦s cuyo padre lo hab¨ªa comprado en Italia, Sotheby¡¯s lo subast¨® en Londres. Aquel d¨ªa ya empezaron las trifulcas entre historiadores de la cartograf¨ªa: el especialista italiano Giuseppe Caraci dudaba seriamente sobre su autenticidad, frente a su siguiente propietario, el erudito Marcel Destombes, que se lo llev¨® a Par¨ªs en 1937. Fue ¨¦ste el primero en conjeturar que el mapamundi, por sus dimensiones y peculiaridades, podr¨ªa haber sido una especie de frontispicio, una p¨¢gina de apertura, de las riqu¨ªsimas cartas portulano regionales ¡ªcuatro hojas de pergamino iluminadas y dos cartas mayores¡ª que hoy conocemos como Atlas Miller, nombre de su ¨²ltimo propietario antes de que pasasen a la Biblioth¨¨que Nationale de France y una joya preciosista de la cartograf¨ªa renacentista que un portugu¨¦s, el vizconde de Santar¨¦m, hab¨ªa encontrado a mediados del siglo XIX en un librero de viejo en Par¨ªs. Hoy, tras dudas, encuentros y desencuentros, debates y hasta combates, se acepta esta teor¨ªa sobre la unidad del famoso Atlas Miller.
De ser as¨ª ¡ªpor qu¨¦ no va a serlo¡ª, se dieron, entre 1517 y 1519 y en Lisboa, tres circunstancias espectaculares. Por un lado, se reun¨ªan en un mismo encargo los cuatro mejores dibujantes del renacimiento portugu¨¦s: los responsables de las cartas regionales fueron los cart¨®grafos Pedro y Jorge Reinel, padre e hijo, y el miniaturista e iluminador de origen flamenco Ant¨®nio de Holanda; y el que firm¨® el mapamundi fue el todav¨ªa muy joven Lopo Homem, quien iba a ser el m¨¢s cotizado cart¨®grafo portugu¨¦s del siglo XVI y. por entonces, era ya ?maestro de cartas de navegar? del rey Manuel I de Portugal adem¨¢s de constructor y corrector de todas las agujas magn¨¦ticas (las br¨²julas) de las armadas de ultramar.
La segunda circunstancia es bastante sorprendente: ?C¨®mo es posible que Pedro y Jorge Reinel estuvieran en Lisboa tan tranquilamente dibujando el Atlas Miller? ?Y en esas fechas, hacia 1519? Y sin que les pasase nada, sin que tuvieran que rendir cuentas ante el rey (o no hay pistas de que las hubieran rendido). Un a?o antes, en 1518, mientras los embajadores portugueses se esforzaban en convencer al rey Carlos de que cambiase de idea, Pedro y Jorge Reinel estaban en Sevilla dibujando los mapas que deb¨ªa llevarse Fern?o de Magalh?es en la armada que estaba a punto de zarpar hacia el poniente en busca de las islas de las Especias. Es decir, trabajaban para la corona de Castilla y para el futuro emperador en la cartograf¨ªa del viaje que hab¨ªa de demostrar que el Moluco, las islas del ex¨®tico clavo de olor, quedaban en el lado castellano del antimeridiano de Tordesillas. Al regresar a Portugal, ?no cayeron en desgracia? ?no los acusaron de traici¨®n ni de espionaje? ?De revelaci¨®n de secretos e informaci¨®n privilegiada? Pues parece que no; y quiz¨¢ esa circunstancia sea la prueba (la mayor, si cabe) del valor indiscutible que ten¨ªa un buen cart¨®grafo para las empresas oce¨¢nicas peninsulares de los siglos renacentistas. Y, asimismo, tambi¨¦n prueba que un cart¨®grafo no s¨®lo dibujaba, sino que f¨¢cilmente pod¨ªa verse inmiscuido en episodios pol¨ªticos y diplom¨¢ticos, y hasta jur¨ªdicos.
Este no es el sitio, pero da para mucho esta segunda circunstancia. S¨ª vale la pena, no obstante, a?adir un pormenor curioso: los Reinel eran negros, o mulatos, y cost¨® bastante que la historiograf¨ªa se diera cuenta de ello, cuando el propio Pedro Reinel lo hab¨ªa dejado bien claro dibujado en su carta atl¨¢ntica a la que dio el t¨ªtulo ?Pedro Reinel me fez? (Pedro Reinel me hizo), donde, a la altura de Sierra Leona represent¨® a una enorme leona sosteniendo la bandera de Portugal. El mapa no est¨¢ fechado, pero pudo haberlo realizado entre 1492 y 1504, cuando hac¨ªa m¨¢s de cuarenta a?os que los portugueses hab¨ªan llegado a la tierra de los wolof (o jalofos, dicho a la portuguesa) y donde los sap¨¦s o sap¨ªs eran grandes expertos en la talla del marfil y hac¨ªan objetos muy delicados y bell¨ªsimos. Tan apreciadas eran esas piezas que, a partir de 1481, los artesanos m¨¢s h¨¢biles empezaron a ser trasladados a Lisboa como esclavos reales, con un estatus muy alto, siendo ?criados del rey?, es decir, educados en la corte. Y tal vez sea cierto que el hijo del mejor de estos artesanos y jefe del taller del Palacio, nacido hacia 1480, fuera un ni?o negro o mulato bautizado con el nombre de Pedro, apellidado Reinel, o Reinol (es decir, ?nacido en el Reino?). Educado en palacio, se convirti¨® no solo en un gran dibujante, sino tambi¨¦n en un gran matem¨¢tico y cosm¨®grafo, hasta ser uno de los mayores cart¨®grafos de Manuel I. A los veinte a?os ya era ?mestre das cartas de marear? y siempre fue tratado como portugu¨¦s, tanto ¨¦l como su hijo Jorge, que tambi¨¦n fue un gran cart¨®grafo. El caso es que nadie los castig¨® cuando en 1519 regresaron de Sevilla a Lisboa para dibujar el exuberante Atlas Miller, y all¨ª siguieron trabajando durante mucho tiempo, porque Pedro Reinel todav¨ªa estaba vivo en 1542 y Jorge, como cart¨®grafo oficial, lo estaba en 1572.
En 1519, entre los Reinel y Ant¨®nio de Holanda dibujaron una espectacular y detallada imagen del mundo rebosante de contenidos en la que, hacia Oriente, aparecen fortalezas y ciudades, diferentes razas humanas con sus indumentarias distintivas, una fauna profusa en la que no faltan leones, rinocerontes y elefantes o p¨¢jaros de colores que sobrevuelan templos, y una geograf¨ªa atravesada por caravanas de camellos y guerreros a galope. Al otro lado del Atl¨¢ntico, hombres desnudos recogen madera de pau-brasil ataviados con plumas de colores, entre monos encaramados a alt¨ªsimos ¨¢rboles y p¨¢jaros de plumaje ex¨®tico. Y si las tierras aparecen tan repletas de contenido, los mares se ven plagados de naves de diferentes tipos y calados. El colmado Atlas Miller es una gran miscel¨¢nea de las realidades del mundo colocadas en el espacio que les corresponde; y a la vez, se advierte una marcada voluntad de destacar los lugares que, desde la llegada de Vasco de Gama a la India, hab¨ªan ido localizando los portugueses: el detallado oc¨¦ano ?ndico, Arabia, Persia, la India, el golfo de Bengala con el delta del Ganges, las diferentes zonas del Sudestes Asi¨¢tico, Birmania, Tailandia, Malaca, Sumatra, los racimos de islas de Insulindia, hasta las ansiadas Molucas est¨¢n dibujadas. En Am¨¦rica, adem¨¢s de Brasil y las Antillas castellanas, incluso aparecen la Florida, los litorales de Canad¨¢ y Terranova, aunque menos perfectos que el Brasil, por culpa de la variaci¨®n de la declinaci¨®n magn¨¦tica de la aguja. La representaci¨®n de Am¨¦rica es muy realista y con gran abundancia topon¨ªmica en las costas brasile?as; en Oriente, cuanto m¨¢s hacia el este se avanza, la imagen del mundo se va haciendo m¨¢s imaginaria, o m¨¢s ptolemaica. En cualquier caso, las cartas portulanas son minuciosas y espec¨ªficas, rigurosas dentro de las posibilidades, casi emp¨ªricas, novedosas, explicativas y, a su vez, buscan despertar la admiraci¨®n del que las ha de observar. ?Qui¨¦n las hab¨ªa de observar?
De ah¨ª deriva la tercera circunstancia: si las cartas son tan hermosas, ?por qu¨¦ el mapamundi de Lopo Homem es tan feo? ?De verdad Lopo Homem era tan joven que todav¨ªa no sab¨ªa dibujar cuando ya el rey Manuel lo hab¨ªa nombrado ?maestro de nuestras cartas de marear?? Es verdad que pertenec¨ªa a una familia influyente, y tambi¨¦n es verdad que hab¨ªa varios Lopo Homem en la misma ¨¦poca. Da igual: no hay que meterse en esos vericuetos geneal¨®gicos, aclaran bien poco. Es mejor mirar el planisferio.
?Es feo? Muy bonito no es si se compara con la belleza exuberante de las cartas por regiones. Es sorprendentemente esquem¨¢tico, casi torpe, parece una imagen entre te¨®rica y fantasiosa del mundo, ya desactualizada, y a la vez, buscadamente ambigua. Un mapa circular inscrito en un rect¨¢ngulo donde todos los continentes se apelmazan hacia el hemisferio norte, mientras el sur est¨¢ dominado por un inmenso espacio mar¨ªtimo rodeado por una macrobiana Tierra Austral que une las regiones descubiertas del Nuevo Mundo con las de Asia e Insulindia. Aunque el ?ndico y el Atl¨¢ntico se comuniquen, los mares de Lopo Homem aparecen nuevamente cercados por los continentes, como si fueran una gran laguna rodeada de continentes.
Parece parad¨®jico que, aunque no hubiera consciencia de ello, en 1518 los Reinel estuvieran en Sevilla preparando la cartograf¨ªa de lo que iba a ser el primer viaje de circunnavegaci¨®n de la esfera y, poco despu¨¦s, contrariaran ese derrotero al aceptar el dibujo de un mundo, el redondo y sincr¨¦tico planisferio de Lopo Homem, que no es circunnavegable.
El mapamundi de Lopo Homem es un compendio de muchos mapas; lo dice el mismo cart¨®grafo, en lat¨ªn, al firmar su obra: ¡°Este es el mapa de todo el orbe del universo hasta hoy conocido, que yo, Lopo Homem, cosm¨®grafo, tras comparar muchos otros mapas, tanto antiguos como modernos, dibuj¨¦ con gran industria y diligente trabajo, en la ilustre ciudad de Lisboa, en el a?o de Nuestro Se?or de mil quinientos diecinueve, por orden de Manuel, ¨ªnclito rey de Portugal¡±. Cabe preguntarse qu¨¦ mapas debi¨® comparar Lopo Homem para llegar a la conclusi¨®n de que hab¨ªa dibujado el suyo ?con gran industria y diligente trabajo?. Como m¨ªnimo, provoca un cierto carraspeo al espectador, sobre todo si se recuerdan otros bellos planisferios de la primera d¨¦cada del siglo XVI: por ejemplo, el hermos¨ªsimo Cantino (1502); o los dos, ya impresos, de Martin Waldseem¨¹ller (el de 1507, donde aparece por primera vez el nombre de Am¨¦rica, y el de 1516, donde el rey Manuel I de Portugal cabalga un delf¨ªn en aguas del cabo de Buena Esperanza). Y eso, por nombrar los m¨¢s conocidos; hay muchos otros. Aunque todos ellos son rectangulares o elipsoidales. No hay mapas circulares en el siglo XVI. Lo cual es un motivo para sospechar que el planisferio de Lopo Homen no es s¨®lo eso, una contradicci¨®n geogr¨¢fica y un compendio de muchos mapas. Es un mensaje.
En realidad, en 1519 a Portugal le interesaba que el mundo fuera ptolemaico, que Am¨¦rica estuviera unida a Asia por el sur, que no hubiera estrecho magall¨¢nico hacia las especias por mucho que el rey portugu¨¦s hubiera mandado expediciones para encontrarlo. El mapa debe entenderse, por tanto, como instrumento de contrainformaci¨®n, una estrategia geopol¨ªtica disuasoria.
Y para empezar a descifrarlo hay que irse hacia el Oriente m¨¢s extremo, donde se advierte que las Islas del clavo quedan encerradas en una especie de Magnus Sinus ptolemaico rodeado por unas costas, muy pr¨®ximas, que bien pudieran ser las paname?as, ?las espaldas de Castilla del Oro?, por las que en 1514 deb¨ªa navegar Juan D¨ªaz de Sol¨ªs (que era portugu¨¦s, dicho de paso). Seg¨²n esta imagen del mundo, las Molucas pertenecer¨ªan a Castilla, y no s¨®lo ¨¦stas, sino tambi¨¦n Malaca, y hasta Ceil¨¢n y la India.
?S¨ª? ?Eso pretende demostrar este mapa? No. Est¨¢ dibujado en Portugal y por el maestro de cartas de marear del rey, un cargo de responsabilidad y prestigio, y en un momento en el que las naves portuguesas desplegaban sus velas por tres oc¨¦anos. En realidad, en 1519 a Portugal le interesaba que el mundo fuera ptolemaico, que Am¨¦rica
estuviera unida a Asia por el sur, que no hubiera estrecho magall¨¢nico hacia las especias por mucho que el rey portugu¨¦s hubiera mandado expediciones para encontrarlo. Lopo Homem dibujaba un mapa mucho m¨¢s pol¨ªtico que geogr¨¢fico para conseguir que el emperador desistiera de sus planes de navegaci¨®n hacia las Molucas. El mapa debe entenderse, por tanto, como instrumento de contrainformaci¨®n, una estrategia geopol¨ªtica disuasoria. Y debe entenderse, tambi¨¦n, como la manera que hab¨ªa encontrado el rey Manuel de mostrarle a su sobrino y yerno (adem¨¢s de futuro cu?ado), el rey Carlos, todos los territorios y los oc¨¦anos que pertenec¨ªan a Portugal.
Posiblemente sea cierta la hip¨®tesis que explica el encargo de Manuel I del lujoso y exuberante Atlas Miller a los Reinel y a Lopo Homem con motivo de su matrimonio con la que ser¨ªa su tercera esposa, la infanta Leonor, la hermana mayor de Carlos. Era un espectacular regalo de boda que demostraba la excelencia de sus cart¨®grafos ¨Ddos de los cuales, sorprendentemente, hac¨ªa nada, apenas un a?o, hab¨ªan trabajado en Sevilla para Magallanes¨D y adem¨¢s, con aquel mapamundi de Lopo Homem le dec¨ªa con diplomacia al rey de Castilla que su proyecto era inviable.
Estaba Magallanes en Zaragoza en 1519 siguiendo al rey Carlos, mientras el embajador de Portugal negociaba all¨ª la boda de la infanta Leonor con Manuel I. Evidentemente, el navegante portugu¨¦s no debi¨® de tener acceso al mapa de Lopo Homem, pero conoc¨ªa a la perfecci¨®n esa imagen del mundo que le abr¨ªa una alternativa ante la posible inexistencia del deseado paso sudamericano hacia las islas de las Especias: si no encontraba el estrecho (de Magallanes) ir¨ªa ?por el camino de los portugueses? ¡ªes decir, por el Atl¨¢ntico y el ?ndico¡ª, porque ?se pod¨ªa ir por su camino sin perjudicarles? siguiendo la costa hacia el sureste, como anot¨® el cronista Herrera y como se podr¨ªa ver en el planisferio del Atlas Miller.
Lleg¨® tarde el mapa de Lopo Homem. Carlos hab¨ªa firmado la capitulaci¨®n de la Armada de las Molucas el 22 de marzo de 1518. Magallanes deb¨ªa demostrar que las islas del clavo pertenec¨ªan a Castilla y demarcar la frontera de Tordesillas en el mar oriental. El rey Manuel nunca lleg¨® a saber que aquel iba a ser el mayor de los viajes oce¨¢nicos, el de la primera circunnavegaci¨®n de la tierra, ni tampoco que, en realidad, las preciadas Molucas quedaban en su lado del antimeridiano. En cualquier caso, el planisferio de Lopo Homem dej¨® perdido al emperador durante tres a?os hasta que, el 6 de septiembre de 1522, la nao Victoria consigui¨® arribar a Sanl¨²car de Barrameda con sus dieciocho supervivientes.
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