David Lynch, entre el mito de Marilyn y el de John Ford
El cineasta, fallecido esta semana, reinterpret¨® desde la vanguardia la mitolog¨ªa americana y cambi¨® para toda una generaci¨®n el ¡°?qui¨¦n mat¨® a Norma Jean?¡± por ¡°?qui¨¦n mat¨® a Laura Palmer?¡±
David Lynch muri¨® el jueves con el tel¨®n de fondo de Los ?ngeles en llamas. El destino ¡ªo lo que sea¡ª quiso que la vida de uno de los cineastas que mejor comprendi¨® el subsuelo maldito e infernal de esa ciudad m¨¢gica se apagara mientras sus colinas ard¨ªan. Tal vez tuviera sentido: aunque naci¨® en Montana, su linaje estaba en Los ?ngeles y en la fatalidad de su gran creaci¨®n, Hollywood, y es vital en una obra ¨ªntimamente ligada a dos fig...
David Lynch muri¨® el jueves con el tel¨®n de fondo de Los ?ngeles en llamas. El destino ¡ªo lo que sea¡ª quiso que la vida de uno de los cineastas que mejor comprendi¨® el subsuelo maldito e infernal de esa ciudad m¨¢gica se apagara mientras sus colinas ard¨ªan. Tal vez tuviera sentido: aunque naci¨® en Montana, su linaje estaba en Los ?ngeles y en la fatalidad de su gran creaci¨®n, Hollywood, y es vital en una obra ¨ªntimamente ligada a dos figuras medulares en el mito de aquel lugar, Marilyn Monroe, el gran enigma de las diosas rubias y problem¨¢ticas, y John Ford, el majestuoso paisajista de una tierra insondable cuya deriva hacia el infierno Lynch predijo como nadie.
La obsesi¨®n con Marilyn cruza la cinematograf¨ªa lynchiana pero es especialmente expl¨ªcita en dos obras conectadas entre s¨ª: la serie que marc¨® los a?os noventa, Twin Peaks, y la pel¨ªcula Mulholland Drive (2001), hoy considerada como una de sus obras maestras y que en un principio estuvo pensada como un spin off del revolucionario programa televisivo. La primera colaboraci¨®n entre Lynch y el coautor de Twin Peaks, Mark Frost, fue una adaptaci¨®n de Goddess (Las vidas secretas de Marilyn Monroe), la biograf¨ªa de Anthony Summers sobre Marilyn centrada en los d¨ªas finales de la estrella. La pel¨ªcula no sali¨® adelante, pero la obsesi¨®n por la actriz jam¨¢s remiti¨®. Lynch, cuya faceta musical dar¨ªa para otro art¨ªculo, incluso le dedic¨® una canci¨®n. Nadie como ella encarn¨® la doble cara de Hollywood, y el cineasta encontr¨® en su destino macabro el alma de sus musas: morenas te?idas de rubio, ¨¢ngeles acosados por un mal escalofriante, v¨ªctimas de un poder que destruye toda bondad.
Lynch confes¨® que la Laura Palmer asesinada de Twin Peaks estaba inspirada en Marilyn, y que Mulholland Drive hablaba, a¨²n m¨¢s directamente, sobre ella. Las bellezas rotas le atra¨ªan tanto como las teor¨ªas conspiranoicas sobre su final. ¡°Es muy dif¨ªcil expresar lo que esconde Marilyn Monroe¡±, dijo en una ocasi¨®n el cineasta al intentar ahondar en su atracci¨®n por una mujer cuyo misterio atraviesa Estados Unidos desde mitad del siglo XX.
En la cabeza de Lynch, la fantas¨ªa de Hollywood se asentaba sobre el perturbador y alucin¨®geno imaginario de El mago de Oz (las ni?as perdidas con zapatos rojos) y tambi¨¦n sobre el tr¨¢gico destino de aquella desgraciada mujer. En sus pel¨ªculas, resurge la inquietante sombra de Norma Jean antes de ser Marilyn. Como en aquella famosa fotograf¨ªa que persigui¨® de por vida a la actriz y en la que su melena, a¨²n sin te?ir, y su inocencia desnuda aparec¨ªan envueltas en un demon¨ªaco tel¨®n rojo. En esa imagen, Lynch supo ver al ¨¢ngel atrapado en la maldad de su destino y, en un asombroso giro, hizo que toda una generaci¨®n pasara del ?qui¨¦n mat¨® a Norma Jean? al ?qui¨¦n mat¨® a Laura Palmer?
La vocaci¨®n pict¨®rica del cineasta, que estudi¨® Bellas Artes antes que cine, entronca con el expresionismo abstracto estadounidense. Y como muchos grandes artistas de su pa¨ªs, Lynch tambi¨¦n persigui¨® el secreto de un paisaje inconmensurable. Su conocimiento y su expresi¨®n de ese paisaje (de los verdes bosques del Estado de Washington a las llanuras del Medio Oeste o el ¨¢rido desierto de California) lo entronca con John Ford. Tambi¨¦n su trabajo a lo largo del tiempo con una troupe de int¨¦rpretes c¨®mplices. Por eso no fue un simple capricho que Steven Spielberg le pidiera participar en Los Fabelman para hacer un cameo en la piel del director de Centauros del desierto.
Es curioso c¨®mo Lynch, mucho antes de esa preciosa pel¨ªcula, ya hab¨ªa adoptado ciertos gestos que le emparentaban con el malhumorado y socarr¨®n Rey de Monument Valley. Lynch, m¨¢s afable, no mord¨ªa obsesivamente un pa?uelo blanco, pero su adicci¨®n al tabaco, su retranca con acento cerrado y su pantal¨®n beis ca¨ªdo pod¨ªan remitir a la estampa del viejo Ford. El clich¨¦ que dice que el director de El hombre que mat¨® a Liberty Valance no se consideraba un artista qued¨® hace tiempo enterrado por cualquiera que conozca su vida y su obra (otra cosa es que coquetamente nunca lo admitiera). Como ¨¦l, Lynch fue un cineasta de los mitos de su pa¨ªs pero vistos desde un lugar nuevo y oculto. Un cruel y violento subsuelo que desde la vanguardia transform¨® la cultura popular. Si la pintura cl¨¢sica de Edward Hopper y Frederic Remington inspiraron a Ford, Lynch encontr¨® su respuesta en la po¨¦tica deformidad de los retratos de Francis Bacon, y, sobre todo, en la furia masculina del action painting de Jackson Pollock.
En Twin Peaks: The Return ¡ªquiz¨¢ su gran testamento, realizado 25 a?os despu¨¦s de la serie original y tras una ardua negociaci¨®n que le garantiz¨® libertad a la hora de crear¡ª, Lynch llen¨® de claves autorreferenciales unas im¨¢genes que no remiten solo a la famosa serie. En el cap¨ªtulo ocho es imposible no detectar la huella del artista y cineasta experimental Bruce Conner a trav¨¦s del imaginario apocal¨ªptico de la bomba at¨®mica y su hongo gigante. Una imagen que tambi¨¦n remite a Cabeza borradora (1977), con la que Lynch irrumpi¨® en escena como una voz original¨ªsima. Leyendas, pintura, m¨²sica, videoarte, cine, espect¨¢culos de feria y burlesque, rock and roll¡ a trav¨¦s de las capas de su frondoso imaginario, Lynch persigui¨® hasta el final los espectros detr¨¢s del secreto de la muerte de Laura Palmer.
En su empe?o, el cineasta rompi¨® las fronteras del paisaje del cine cl¨¢sico para hablarnos de una espeluznante nueva pesadilla sobre la maldad. Quiz¨¢ en los a?os ochenta y noventa su universo podr¨ªa resultar demasiado cr¨ªptico y surreal, pero daba igual no entenderlo porque te arrastraba. Solo su pel¨ªcula literalmente m¨¢s fordiana, Una historia verdadera (1999), logr¨® un aplauso un¨¢nime. Hoy cabe interpretar su obra de visionaria por c¨®mo aventur¨® lo que escond¨ªa su pa¨ªs. Y eso incluye las llamas que a¨²n arrasan la ciudad que mejor y m¨¢s le inspir¨® y los escalofr¨ªos ante el regreso de los peores fantasmas de Estados Unidos, que asoman por el horizonte de Donald Trump.