Un libro de fotos de la Espa?a de hace un siglo, en un callej¨®n de Jerusal¨¦n
Atrapado en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica durante la Primera Guerra Mundial, el alem¨¢n Kurt Hielscher (1881-1948) recorri¨® 45.000 kil¨®metros entre 1914 y 1919 para dar forma a la obra ¡®La Espa?a desconocida¡¯, con m¨¢s de 300 im¨¢genes


A primera vista, Jerusal¨¦n es un remanso donde la vida cotidiana avanza casi ajena a la atm¨®sfera b¨¦lica de la regi¨®n, salvo cuando alg¨²n sobresalto decide lo contrario. Que se lo pregunten si no a los responsables de la Educational Bookshop, la m¨¢s prestigiosa librer¨ªa de la zona este de la ciudad, bajo ocupaci¨®n israel¨ª desde 1967, que fueron detenidos durante un asalto de la polic¨ªa israel¨ª el 9 de febrero. En los barrios occidentales, eso no ocurre. En un callej¨®n que sale de la calle Yafa, varios establecimientos con terraza alternan la hosteler¨ªa con la venta de libros usados. Terminado el caf¨¦, se produce el encontronazo fortuito, el hallazgo inesperado, el flechazo. Llama la atenci¨®n el lomo con la tela deshilachada y parduzca de un ejemplar tocado por el paso del tiempo, pero que, a su vez, est¨¢ mucho m¨¢s vivo que muerto.
El autor es reconocible. Tambi¨¦n el t¨ªtulo. Una gran sorpresa. Kurt Hielscher (1881-1948), Picturesque Spain (La Espa?a desconocida, en espa?ol). La obra recoge las correr¨ªas de este alem¨¢n con su c¨¢mara de fotos por casi todos los rincones de Espa?a durante un lustro de la segunda d¨¦cada del siglo pasado. En un primer vistazo, aparenta corresponder a la primera edici¨®n en ingl¨¦s, sacada al mercado por la editorial Brentano¡¯s en Nueva York enero de 1925, tres a?os despu¨¦s que el original en alem¨¢n en Berl¨ªn, titulado Das Unbekannte Spanien. Acaba de cumplir un siglo.
La obra acoge en su interior, adem¨¢s, una historia paralela que da cuenta de las manos por las que ha ido pasando. Luce, primero, un precioso exlibris con el nombre escrito a pluma de alguien que no se acaba de entender. En la siguiente p¨¢gina, bajo el nombre del autor, aparece ¨Csiempre a pluma- una dedicatoria entre restos de papel celo en la que apenas solo se ve: ¡°15 de mayo de 1930, Santa M¨®nica, California¡±. M¨¢s adelante, se ve otra del a?o 1964. Justo debajo de esta, ya con letra impresa, el cumplido oficial de Hielscher: ¡°Humildemente dedicado a Su Majestad el rey Alfonso XIII de Espa?a¡±.
¡°Es un libro muy antiguo. Son 35 shekels¡±, responde el vendedor sin retirarse los auriculares de los o¨ªdos. Eso son apenas nueve euros. Como hubiera hecho Paco G¨®mez en sus incursiones dominicales al Rastro de Madrid, el pago ante lo que puede considerarse un chollo se realiza sin rechistar. El de Espa?a es el primero de una serie de libros que, a lo largo de m¨¢s de dos d¨¦cadas, Hielscher realiz¨® en pa¨ªses como Alemania, Yugoslavia, Ruman¨ªa, Italia, Austria o pa¨ªses n¨®rdicos.
¡°Mis fotos deben hablar por m¨ª¡±, explica Hielscher en un texto introductorio de varias p¨¢ginas en el que destaca algunos de los lugares visitados entre 1914 y 1919 como las Cuevas de Altamira, la Alhambra o las ciudades de Sevilla, C¨®rdoba y Toledo. Pero muchos otros por los que peregrin¨® a lo largo de unos 45.000 kil¨®metros en cinco a?os no son ¨Dno eran¨D tan conocidos ni accesibles. Finalmente, tras varias exposiciones y publicar algunas de las fotos en la revista La Esfera, pens¨® que pod¨ªa recopilar el trabajo en un libro, que vio por vez primera la luz en su pa¨ªs en 1922.
Reconoce que le cost¨® elegir las 304 fotos que lo ilustran, con los pies que las acompa?an en cinco idiomas (ingl¨¦s, franc¨¦s, italiano, alem¨¢n y espa?ol), entre las aproximadamente 2.000 que tom¨®. Se trata de una cantidad no desde?able de im¨¢genes para aquellos tiempos, alejad¨ªsimos todav¨ªa de la voracidad del obturador en la era digital, en que cada disparo era un tesoro.
El origen de La Espa?a desconocida fue accidental, pues, durante su segundo viaje de estudios, Hielscher se qued¨® atrapado en Espa?a con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Fue entonces cuando, con m¨¢s tiempo y determinaci¨®n que medios, emprendi¨® su aventura. ¡°Aprovech¨¦ esta estancia involuntaria para conocer con detalle el pa¨ªs hasta en sus m¨¢s apartados rincones. Viaj¨¦ de un lado para otro desde los ventisqueros de los Pirineos hasta la playa de Tarifa, desde el palmeral de Elche hasta las olvidadas Hurdes de Extremadura¡±, describe.
El testimonio del reportero nos traslada a la peripecia que emprendi¨® unos sesenta a?os despu¨¦s Cristina Garc¨ªa Rodero para elaborar una de las obras m¨¢s renombradas de la fotograf¨ªa espa?ola: La Espa?a oculta. Formalmente, por las restricciones t¨¦cnicas que todav¨ªa impon¨ªan los aparatos de entonces, las im¨¢genes pueden recordar m¨¢s al trabajo de Jos¨¦ Ortiz Echag¨¹e (1885-1981), nacido cinco a?os despu¨¦s de Hielscher.
El alem¨¢n se desplazaba en soledad por las carreteras secundarias de la Espa?a de hace un siglo, aunque en su texto habla en plural. Se refiere a su ¡°fiel¡± compa?era de viaje: la c¨¢mara con objetivo Zeiss, un ¡°precioso ojo de cristal¡± con el que acercarse a paisajes, a monumentos y personas. Quedaban pocos a?os para que la marca alemana Leica, que cumple un siglo precisamente este 2025, revolucionara el mundo del reporterismo con la pel¨ªcula de 35 mil¨ªmetros. Eso permiti¨®, con menor tama?o del equipo y una velocidad mucho mayor de obturaci¨®n, una espontaneidad y naturalidad nunca vistas.
Por eso, en La Espa?a inc¨®gnita, dominan los posados de vecinos inm¨®viles mirando de frente a la lente o escenas captadas de lejos como algunos mercados o corridas de toros, desde la plaza de Madrid a becerradas en pueblos. Llama la atenci¨®n la pormenorizada descripci¨®n que realiza Hielscher, tras llegar en tren, de la Semana Santa de Sevilla, con los cortejos de nazarenos cual ¡°espectros¡±, los pasos o los costaleros. Pero sorprende que ni una sola imagen de esta fiesta, que le recuerda a tiempos de ¡°brujas¡± e ¡°inquisici¨®n¡±, acabara en el libro. En todo caso, el legado fotogr¨¢fico del alem¨¢n sirve para hacernos perfectamente una idea de un pa¨ªs que, hasta poco antes, hab¨ªa sido contado a golpe de grabado por los viajeros.
El ojo curioso del reportero se enfrent¨® con frecuencia al muro del desconocimiento y el conservadurismo, como en esta escena que vivi¨® en Granada: ¡°Cuando les ped¨ª a las mujeres con velo que me dejaran fotografiarlas, me miraron fijamente, porque nunca hab¨ªan visto una c¨¢mara. Les mostr¨¦ una foto y les expliqu¨¦ que yo tambi¨¦n quer¨ªa tener la suya. Se negaron. (¡) En este pa¨ªs cristiano me he topado con la verg¨¹enza y la adhesi¨®n a las leyes de Mahoma. ?Que ning¨²n cuerpo mortal sirva de imagen!¡±. Finalmente, con insistencia, logr¨® el permiso de una mujer para retratar a su hija. Cuando fue a darle las gracias, la joven escondi¨® las manos. ¡°Ella no quiere ser maleducada, pero no es costumbre en nuestro pa¨ªs que una ni?a permita que un hombre le toque la mano antes del matrimonio¡±, le coment¨® la madre.
En otros casos, Kurt Hielscher relata el rechazo en un primer momento de los religiosos del Monasterio de Yuste, que solo lo aceptan cuando asegura que es alem¨¢n y que ha viajado a pie 50 kil¨®metros desde Navalmoral para contemplar el legado de Carlos V. ¡°Durante la cena, yo, el infiel, me sent¨¦ junto a los monjes y fui tratado como un hermano¡±, describe poco antes de narrar su regreso zarpando desde el puerto de Ferrol. Dejaba atr¨¢s con ¡°nostalgia¡± el sol y la ¡°hospitalidad¡± espa?ola para ser acogido de vuelta por los d¨ªas nublados de su patria, Alemania.
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