El festival de San Sebasti¨¢n se inaugura tras las rejas de la Transici¨®n
La pel¨ªcula ¡®Modelo 77¡ä recupera la memoria infrahumana de los presos de los a?os setenta a trav¨¦s de una inmersi¨®n en el g¨¦nero carcelario que se desinfla en su tramo final

La Transici¨®n sigue siendo un terreno movedizo en la memoria colectiva espa?ola. Lo demuestran desde la serie de HBO de la que todo el mundo habla, Salvar al Rey, a la pel¨ªcula que ha inaugurado la 70? edici¨®n del Festival de cine de San Sebasti¨¢n, Modelo 77, del sevillano Alberto Rodr¨ªguez, que intenta verter luz sobre una de las regiones m¨¢s opacas de los a?os setenta: los movimientos de presos que, entre mugre, ratas y rejas, alzaron la voz para defender sus nulos derechos humanos.
El festival de San Sebasti¨¢n, el m¨¢s importante de Espa?a, amaneci¨® con un viento desapacible, bastante bochorno y las calles llenas de turistas y de cuatro mil profesionales acreditados. El cartel de ¡°todo completo¡± luc¨ªa despu¨¦s de dos a?os a medio gas por la pandemia. Echando mano del s¨ªmil futbol¨ªstico, en los corrillos algunos hablaban del a?o de ¡°la remontada¡± mientras otros mostraban m¨¢s prudencia ante una programaci¨®n sujeta a los cambios hist¨®ricos que vive el sector, inmerso en una mutaci¨®n que provoca inevitables raptos de bipolaridad. Entre la depresi¨®n y la euforia, el cine sigue dando sus frutos pese a quienes se apresuran a enterrarlo.
Modelo 77 tiene mucho de perita en dulce, aunque el sabor final sepa m¨¢s a macedonia. Sabrosa, pero algo indefinida. La pel¨ªcula recupera uno de los episodios m¨¢s truculentos de la Transici¨®n, cuando entre los miserables muros de la c¨¢rcel Modelo de Barcelona, en los a?os que siguieron a la muerte del dictador, un grupo de despojos de una sociedad a¨²n anclada en el franquismo demostr¨® a trav¨¦s de la coordinadora de Presos en Lucha, COPEL, una solidaridad tan emocionante como ins¨®lita. En un episodio inaudito, 200 hombres se coordinaron para cortarse las venas y llamar con el gesto la atenci¨®n de un pa¨ªs acostumbrado a esconder el polvo bajo la alfombra.
Alberto Rodr¨ªguez construye un filme que transcurre casi en su totalidad entre rejas y en el que la propia c¨¢rcel Modelo, con sus grietas y heridas, se impone como protagonista. Una inmersi¨®n que el director de Grupo 7 (alguien brome¨® durante la presentaci¨®n del filme en la obsesi¨®n del guionista Rafael Cobos con ese n¨²mero impar) convierte en un cat¨¢logo de cine carcelario donde abundan las citas a cl¨¢sicos del g¨¦nero, como Evasi¨®n o victoria, de John Huston, La evasi¨®n, de Jacques Becker o la m¨¢s reciente Un profeta, Jacques Audiard, y cuya fuerza queda diluida en su tramo final, que se precipita de forma abrupta.
Modelo 77 busca su lugar dentro de ese apasionante subg¨¦nero del cine de presos forjado entre palos y torturas. Con sus enormes ojos negros, el actor Miguel Herr¨¢n da un paso al frente en su carrera y gu¨ªa al espectador por una encerrona que compartir¨¢, entre otros, con el viejo lobo que da vida Javier Guti¨¦rrez y que forma parte de un coro de personajes en el que entre las pinceladas se cuelan los brochazos.
La historia de la COPEL es lo m¨¢s interesante del filme pero, en el fondo, se desaprovecha la oportunidad de hacer una pel¨ªcula hist¨®rico-pol¨ªtica mucho m¨¢s rotunda. Modelo 77 juega a demasiadas bandas (las intrigas y perrer¨ªas carcelarias, las pel¨ªculas de fugas, la amistad entre rejas, el cine pol¨ªtico) sin rematar del todo ninguna de ellas.
En una secuencia del filme aparece estampada contra el cristal de la zona de visitas de la c¨¢rcel el n¨²mero 30 de la legendaria revista Star. En ella aparece la cara de Franco con gafas de sol, como una figura casi alucin¨®gena. Junto al retrato se anuncia una de las cr¨®nicas que habitualmente firmaba Pau Malvido, pseud¨®nimo de Pau Maragall Mira, una de las figuras m¨¢s relevantes y fugaces de aquellos a?os. Sus art¨ªculos reflejaron como pocos la borrachera de colectivos libertarios y anarcosindicalistas que se solidarizaron con los presos comunes y la COPEL. Ese fogonazo se queda ah¨ª y es una pena que, una vez m¨¢s, la contracultura espa?ola sea un mero atrezo en una pel¨ªcula que, pese a su ambici¨®n, no logra toda la profundidad que merece la historia clandestina de un pa¨ªs que sigue a vueltas con su memoria.
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