Benedetta Tagliabue: construir la fe a mano
La iglesia de San Giacomo que la arquitecta ha proyectado en Ferrara reivindica la cercan¨ªa por v¨ªa de la artesan¨ªa pero tambi¨¦n del urbanismo
Es cierto que la nueva iglesia de San Giacomo en Ferrara (Italia) parece hecha a mano. Construida con ladrillo, yeso, hormig¨®n y vigas recicladas, habla desde una gran fuerza pl¨¢stica y, a la vez, desde la suma de materiales. De organizaci¨®n radial, en torno al altar, y coronado por una cubierta en forma de concha, o abanico, o flor, el templo tiene un aspecto escult¨®rico y sin embargo cercano. Ese collage habla de mezcla, de diversidad, de trabajo manual ¡ªtanto en la madera como en el hormig¨®n o el ladrillo¡ª y por lo tanto de pluralidad. As¨ª, el mensaje que emite la iglesia es de cercan¨ªa. De convivencia. De actualizar tradiciones y credo.
Pero no solo los materiales y las formas definen la arquitectura. El espacio se desparrama, explota en torno al altar y se estira para formar la escuela, la casa parroquial y la sacrist¨ªa del conjunto. El urbanismo, finalmente, tambi¨¦n refuerza esa idea de acercarse y mezclarse. Envuelta en cipreses que recogen y abrigan el edificio, la iglesia atraviesa el solar a las afueras de la ciudad diagonalmente, rompiendo la cuadr¨ªcula de ese ensanche urbano de la misma manera que el rascacielos para Gas Natural que EMBT levant¨® en Barcelona atravesaba el solar para crear una nueva calle y, por lo tanto, una mayor cercan¨ªa con los ciudadanos. Ese cruce diagonal es una invitaci¨®n a entrar, un aviso tambi¨¦n de que las cosas pueden hacerse de maneras menos ortogonales. Y m¨¢s humanas.
As¨ª, con materiales, juegos de luz, soluciones formales, distribuciones, cuidado artesano, pero tambi¨¦n con dr¨¢sticas decisiones urban¨ªsticas un edificio se acerca a sus usuarios. Y env¨ªa un mensaje de renovaci¨®n, de suma, de cercan¨ªa y de necesidad de entendimiento.
En esta iglesia altamente simb¨®lica y altamente artesanal, el equipo de Benedetta Tagliabue ha trabajado con id¨¦ntico rigor el detalle (han dise?ado el altar, el amb¨®n, o los pedestales) y la delicada cubierta que hace girar en torno a un eje un techo vivo, que deja pasar la luz. La combinaci¨®n subrayada de materiales, tanto en el interior como en el exterior ¨Chormig¨®n y ladrillo o vigas de madera recuperadas del antiguo ayuntamiento de la ciudad- se hace eco de la mezcla de autor¨ªas. Para decorar la iglesia, y para cuidar los s¨ªmbolos de la liturgia, los arquitectos han echado mano de uno de los mejores representantes de la transvanguardia italiana, Enzo Cucchi convertido aqu¨ª, casi por acto de fe y convencimiento, en un artista del povera.
Un voladizo, que podr¨ªa ser uno de los p¨¦talos de la cubierta, se extiende para cubrir el acceso y acoger a los visitantes. Ese mismo techo-concha (el s¨ªmbolo de San Jaime) se eleva, hasta parecer flotar, para permitir la entrada de luz: una especie de halo transparente que rodea el altar, el coraz¨®n del edificio.
Resultado de un concurso convocado por la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), el templo buscaba la cercan¨ªa con la gente. Y Tagliabue y su equipo lo consiguen con un edificio que habla de convivencia y pluralidad, que parece hecho a mano. Y que pide ser tocado.
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