Juan Ortega, a las puertas de Madrid, entre el mal ¡®baj¨ªo¡¯ y la vecina de su maestro, Pepe Luis Vargas
El torero sevillano vuelve ma?ana a Las Ventas tras su ausencia en la feria de San Isidro
En el oto?o de 2016, el torero Juan Ortega andaba perdido; hab¨ªa tomado la alternativa en 2014 y su agenda estaba vac¨ªa. Una ma?ana acudi¨® a la escuela taurina que dirig¨ªa Pepe Luis Vargas, el fino torero de ?cija, se present¨® a ¨¦l y le pidi¨® ayuda. ¡°?Pero t¨² no est¨¢s retirado?¡±, le espet¨® el veterano maestro. ¡°No, es que toreo muy poco¡±, le respondi¨® el t¨ªmido Juan. ¡°El toreo est¨¢ muy dif¨ªcil¡±. ¡°?Dif¨ªcil?¡±, le dijo Vargas. ¡°Dif¨ªcil est¨¢ para quien no se arrima y no quiere ser torero; si alg¨²n d¨ªa me necesitas, aqu¨ª tienes mi tel¨¦fono¡±.
Juan lo llam¨® al poco tiempo, y quedaron citados en la sevillana plaza de San Gil, junto a la bas¨ªlica de la Virgen Macarena, donde vive el maestro ecijano. ¡°Quiero que usted me apodere¡±. ¡°?Yo?, pero si no conozco a nadie¡±. ¡°No necesito torear, maestro, quiero aprender a torear¡±. Vargas qued¨® pensativo, volvi¨® la mirada hacia el joven desmoralizado y le dijo: ¡°D¨¦jame que lo consulte con la vecina¡±.
Sorprendido y at¨®nito ante la respuesta, Juan Ortega vio c¨®mo Vargas entraba en la bas¨ªlica, se sentaba en un banco junto a la Virgen, y all¨ª se detuvo el tiempo necesario para hablar y tomar una decisi¨®n. ¡°Que dice la vecina que podemos hacerlo, y que la cosa va a ir bien¡±.
Por estos berenjenales intimistas anduvo Juan Ortega el pasado mi¨¦rcoles ¡ªa dos d¨ªas de que ma?ana, s¨¢bado, haga el pase¨ªllo en la Feria de Oto?o tras su ausencia en San Isidro¡ª cuando junto a un grupo de partidarios se encerr¨® en un hotel madrile?o para hablar de lo humano y lo torero con el escritor Juan del Val y la periodista Isabel Ferner.
¡°Lo m¨¢s dif¨ªcil es conseguir que el toro sea tu prioridad en la vida, m¨¢s importante, incluso, que tu familia¡±
Nervioso y asustado en el pase¨ªllo del acto, y artista y profundo despu¨¦s, Ortega reflexion¨® sobre su vocaci¨®n, el valor, el miedo, el mal ¡®baj¨ªo¡¯ (la mala suerte), el temple, la profundidad¡ Y todo, con esa serenidad de la que este torero hace gala con los enga?os en las manos.
Cont¨® que Pepe Luis Vargas lleg¨® a su vida en un momento trascendental, ambos hicieron del sevillano Parque de Mar¨ªa Luisa su ruedo particular y all¨ª, cada ma?ana, desgranaron algunos de los m¨²ltiples v¨¦rtices del arte del toreo.
¡°El torero nace con unas condiciones¡±, afirm¨® Ortega, ¡°pero tiene que aprender, tiene que hacerse para que no se pierdan las cualidades innatas¡±.
Record¨® que su padre, Jacinto, -ambos son ingenieros agr¨®nomos-, fue el primero que le transmiti¨® su afici¨®n a los toros, y admiti¨® que sus primeras andanzas taurinas las hizo para que se sintiera orgulloso de su hijo.
Ambos sufrieron un accidente de tr¨¢fico y un motorista qued¨® bajo las ruedas del coche que conduc¨ªa Jacinto. Mientras el padre no acertaba a tomar una decisi¨®n adecuada, conmocionado por lo ocurrido, Juan, que era un ni?o, mantuvo la calma, se meti¨® debajo del coche y consigui¨® sacar a flote al herido. ¡°Vas a ser un hombre templado¡±, sentenci¨® su padre. ¡°Se torea como se es¡±, le dijo el mi¨¦rcoles Juan del Val al torero, parafraseando a Belmonte.
¡°Lo m¨¢s dif¨ªcil es que el toro sea tu prioridad en la vida, m¨¢s importante, incluso, que tu familia¡±, afirm¨® Juan Ortega.
Y cont¨® que Pepe Luis Vargas le pregunt¨® un d¨ªa qu¨¦ era lo fundamental en la suya, ¡°y yo le respond¨ª, por este orden, que mis padres, mi hermana, el toreo y la salud, y el maestro me mir¨® sorprendido y me dijo: ¡°Si hay algo que te haga m¨¢s feliz que torear, no vales para esto¡±.
?C¨®mo est¨¢s a pocas horas de vestirte de luces en Madrid?, le preguntaron.
¡°Cada vez que he venido a esta plaza¡±, respondi¨®, ¡°he cre¨ªdo que lo hac¨ªa en mi mejor momento; despu¨¦s, echo la vista atr¨¢s y digo ¡®madre m¨ªa¡¯, pero ahora me encuentro con confianza, y espero que esta sensaci¨®n se convierta en valor¡±.
¡°Busco la profundidad a trav¨¦s de mi cuerpo, que debe saber expresar lo que estoy sintiendo en ese momento¡±
Habl¨® Ortega tambi¨¦n sobre el miedo, ¡°el instinto de conservaci¨®n, que pretendes superar con el valor¡±, y de la profundidad. ¡°Me obsesiona ese concepto porque me llena y emociona al p¨²blico¡±, a?adi¨® el torero. ¡°Busco la profundidad a trav¨¦s de la expresi¨®n de mi cuerpo, porque ese es el medio del que dispongo, como el pincel del pintor; mi cuerpo debe saber expresar lo que estoy sintiendo delante del toro¡±.
Y hubo tiempo para hablar de las supersticiones de los toreros, lo que Ortega llam¨® ¡®el mal baj¨ªo¡¯. Afirm¨® que hab¨ªa padecido muchas, ¡°pero lleg¨® un momento en que me esforc¨¦ para que desaparecieran porque supon¨ªan un agobio¡±. Pero admiti¨® que algunas le quedan, y para justificarlo cont¨® lo que le sucedi¨® a su amigo y torero Jos¨¦ Luis Moreno.
¡°?l cre¨ªa que Canito, el famoso fot¨®grafo ya fallecido, le tra¨ªa mala suerte, de modo que evitaba que lo tocara en los patios de cuadrillas, hasta que un d¨ªa, en Valencia, decidi¨® acabar con la superstici¨®n y le dio a Canito un fuerte abrazo antes de hacer el pase¨ªllo. Esa tarde, Moreno sufri¨® una de las cornadas m¨¢s graves de su carrera¡ De modo que no hay que ser supersticioso¡±, acab¨® Ortega entre las sonrisas de los presentes, ¡°pero tampoco hay que hacer tonter¨ªas¡¡±
?Y el toro, Juan? El s¨¢bado haces el pase¨ªllo en Madrid¡
¡°El toro¡±, concluy¨® el torero, ¡°lo tengo debajo de la cama¡±.
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