El torero Juan Ortega o la ¨¦tica period¨ªstica en un pa¨ªs de cotillas
La desdichada an¨¦cdota de una boda fallida desvela las miserias de una profesi¨®n necesitada de verdad

El pasado viernes, un tertuliano televisivo desplazado a Jerez de la Frontera dec¨ªa a viva voz que hay un runr¨²n en esta ciudad andaluza en relaci¨®n al torero Juan Ortega y su decisi¨®n de suspender su boda horas antes de su celebraci¨®n. Y este rumor insistente ¡ªmuy insistente, seg¨²n el susodicho¡ª dice que todo ha sido un montaje urdido por el torero y su entorno para alcanzar la publicidad de la que carec¨ªa, y doblar, o, quiz¨¢, triplicar sus honorarios a partir de ahora.
?Alguien conoc¨ªa a Juan Ortega?, se preguntaba el enviado especial. Nadie, respond¨ªa, o tal vez era conocido en un mundo muy peque?o, y ¡°hoy es primera figura del mundo del coraz¨®n¡±.
Desde el 2 diciembre, d¨ªa de los hechos, hasta hoy, el torero Juan Ortega (Sevilla, 1990), es el gran protagonista del cotilleo nacional. La pr¨¢ctica totalidad de los medios de comunicaci¨®n escritos, hablados y vistos, serios y fr¨ªvolos, con muy escasas y virtuosas excepciones, entre ellas la de El PA?S, se han convertido en un esport¨®n de basura informativa con el ¨²nico objeto de alimentar el morbo de una sociedad amante de la vida ajena, lo turbio y escabroso.
Basura, s¨ª, porque solo hubo una noticia: que la boda no se hab¨ªa celebrado.
Todo lo dem¨¢s, todo, ha sido pura invenci¨®n de quienes se llaman a s¨ª mismos periodistas y no son m¨¢s que surtidores de mentiras, chismes, invenciones y maledicencias para mantener audiencias o aumentar el n¨²mero de visitantes digitales.
Sin un solo dato se ha hilado una historia diaria, desvergonzada, insolente y falsa sobre unas personas que merecen respeto
No han hablado ni el novio, ni la novia, ni los padrinos, ning¨²n miembro de las familias y ni uno solo de los supuestos 500 invitados al enlace ha aportado luz alguna (se dice ¡°supuestos¡± porque tampoco est¨¢ confirmado que ese fuera el n¨²mero exacto). Ni siquiera est¨¢ claro el momento en el que los asistentes conocieron la suspensi¨®n, si media hora antes del enlace o desde poco despu¨¦s de la amanecida, que ambas alternativas se han dado como ciertas.
Y con tal c¨²mulo de datos ¡ªninguno¡ª se ha hilado una historia diaria, desvergonzada, insolente y falsa, sobre unas personas que solo merecen respeto ante un suceso ¨ªntimo que solo a ellas afecta.
Es doloroso lo que puede dar de s¨ª el desconocimiento, la maldad, la frivolidad y la ausencia de ¨¦tica en el periodismo actual, y lo larga e insidiosa que puede llegar a ser la imaginaci¨®n de quienes se sienten obligados a inventar un culebr¨®n inexistente para seguir viviendo.
Alguien escribi¨® que Juan Ortega volvi¨® solo a Sevilla y se encerr¨® en la vivienda que hasta entonces hab¨ªa compartido con su pareja; otro a?adi¨® que hab¨ªa tomado un avi¨®n rumbo a las Am¨¦ricas, pero un compa?ero de tertulia aseguraba que no, que estaba con un amigo en el pueblo de su padre, y hasta all¨ª envi¨® una televisi¨®n nacional una unidad m¨®vil para ofrecer la pobre imagen de una casa cerrada con las persianas bajadas.

¡°El torero albergaba muchas dudas desde hac¨ªa tiempo, y la noche antes de la fecha de la boda as¨ª se lo hizo saber a un miembro de su cuadrilla¡±, anunci¨® otro. ¡°No¡±, a?adi¨® una compa?era de tertulia. ¡°La clave est¨¢ en Latacunga, (una localidad ecuatoriana donde Ortega tore¨® el 17 de noviembre junto a Roca Rey), all¨ª sufri¨® el torero una seria voltereta en la que perdi¨® dos piezas dentales, y parece ser que tras hablar con Roca cambi¨® de opini¨®n sobre la boda¡±. (No explic¨® nada m¨¢s la periodista, por lo que nos quedamos sin saber qu¨¦ pudo decirle al o¨ªdo el joven peruano para crearle a su compa?ero un problema de tal envergadura).
¡°Tengo una exclusiva¡±, grit¨® otro al d¨ªa siguiente: ¡°Juan quiere hacer las paces y recuperar la relaci¨®n con su novia¡±. Y un aspirante a sic¨®logo y premio Pulitzer asever¨® que, seg¨²n fuentes muy cercanas a la familia, ¡°la novia est¨¢ hundida¡±.
Se ha escrito sobre las supuestas tensas relaciones de Juan Ortega con el padre de su pareja, que el torero hab¨ªa decidido suspender la boda por la seria amenaza de un amor del pasado ¡°dispuesto a contar toda la verdad¡±, se ha transcrito la conversaci¨®n de Juan con un amigo sacerdote que le aconsej¨® que no se casara, se ha detallado el men¨² de la boda, que es lo de menos, y se ha especulado sobre las cantidades que ha debido pagar el torero por los servicios contratados y no prestados. Incluso se han sacado las c¨¢maras a la calle para que el p¨²blico dictara sentencia: ¡°Ese torero es un sinverg¨¹enza¡±, ¡°ha hecho muy mal¡± y ¡°eso no se le hace a una mujer¡±.
Se ha dicho de todo sin saber de nada. Se ha entretenido a Espa?a con cotilleos, habladur¨ªas y rumores a costa del dolor y el honor de quienes no han vendido su vida al p¨²blico
Se ha dicho de todo sin saber de nada. Se ha entretenido a Espa?a con cotilleos, habladur¨ªas y rumores a costa del dolor y el honor de unas personas que no han vendido su vida al p¨²blico y, por tanto, tienen derecho a que sea respetada su intimidad.
Algunos periodistas no han tenido empacho en mentir con descaro y convertir la desdichada an¨¦cdota de una boda fallida en un hurac¨¢n para hacer negocio y, entre todos, han mostrado la decadencia de un tipo de periodismo amarillo y soez ¡ªalimento natural de un pa¨ªs de cotillas¡ª que ha zarandeado sin misericordia a ciudadanos que no han cometido ning¨²n delito.
Pocos han reparado en que Juan Ortega es un torero, y un gran artista adem¨¢s, conocido y admirado por quienes tienen la fortuna de emocionarse con el misterio de la tauromaquia. ?Ah, pero eso hoy no es correcto! Es m¨¢s digerible y aceptable la mentira, el rumor interesado, el cotilleo¡
Cuando en este pa¨ªs se discut¨ªa sobre la ambig¨¹edad sexual de Miguel Bos¨¦, apareci¨® el cantante en la tele y espet¨®: ¡°?Y si soy maric¨®n, qu¨¦? ?A qui¨¦n le importa?¡±.
Algo parecido podr¨ªa argumentar con raz¨®n Ortega: ?¡±Si he anulado mi boda, qu¨¦? ?A qui¨¦n le importa?¡±.
Hace ya algunos a?os, en una corrida en la Feria de Abril de Sevilla, un banderillero sali¨® apurado tras su encuentro con el toro, corri¨® como pudo hasta la barrera y se tir¨® de cabeza al callej¨®n para evitar la cogida. Tres se?oras comentaron jocosas el lance y no repararon en comentarios chistosos ante el mal trago del torero. Un aficionado se levant¨® y les dijo en alta voz: ¡°Se?oras, ?tambi¨¦n se reir¨ªan ustedes si ese hombre fuera su hijo?¡±.
Pues eso¡
A este pa¨ªs le ir¨ªa mucho mejor si algunos periodistas se entretuvieran en buscar la verdad y trabajaran con un poco m¨¢s de seriedad; un poquito m¨¢s¡, como dec¨ªa Jes¨²s Quintero.
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