Gan¨® la Marion m¨¢s humana
La estadounidense se impone con dificultades en una floja final de 200 metros
La carrera tuvo un contenido m¨¢s emocional que otra cosa. Qued¨® claro que la gente quiere a Marion Jones y que el atletismo la necesita en estos tiempos de poco carisma en la pista. Jones recibi¨® una estruendosa ovaci¨®n cuando fue presentada antes de la prueba. Habida cuenta las dif¨ªciles relaciones que mantienen los canadienses con sus vecinos del sur, el dato result¨® significativo de la admiraci¨®n que despierta. La respuesta de la atleta tambi¨¦n expres¨® su elegancia y su amor por el atletismo, por lo menos en una medida que no es habitual en muchas de las estrellas. Hay algo en ella que resulta cre¨ªble, por natural y ajena a la afectada manera de comportarse de otros atletas, especialmente los velocistas, especialmente los velocistas norteamericanos.
Marion Jones da la impresi¨®n de disfrutar de la competici¨®n en el sentido primario del deporte. Ocurre incluso en estos d¨ªas de incertidumbre, cuando algunos se han atrevido a escribir epitafios a su carrera. Con su inmenso prestigio y con la derrota en la final de 100 metros, no hubiera sido extra?o la renuncia a disputar el 200. Zhana Pintusevich, la atleta que la venci¨®, se quit¨® de la carrera, satisfecha con triunfo en el 100. En el estado actual de la norteamericana, correr la prueba de 200 era m¨¢s un riesgo que una revancha. Est¨¢ tan lejos de su mejor condici¨®n que parece vulnerable ante rivales que hasta ahora no so?aban con acercarse a ella. Pero Marion asumi¨® riesgos y corri¨®. Dio una lecci¨®n de honestidad que los aficionados agradecieron de manera fervorosa. En este sentido, el mundo del atletismo est¨¢ en deuda con ella.
La carrera no tuvo otra historia que observar el precario estado de Jones y la mediocre oposici¨®n que encontr¨®. Se esperaba una resistencia encarnizada de Debbie Ferguson, una de las mejores representantes de ese para¨ªso de la velocidad que son las Bahamas. Sin embargo, Ferguson se qued¨® sin el gas de las semifinales. Fue curioso observar c¨®mo la rival m¨¢s peligrosa de Marion Jones era ella misma: su dificultad para arrancar, la pesadez de su zancada, el gesto de fatiga que denunci¨® muy pronto, la manera de boquear para buscar aire. No hab¨ªa en ella nada que recordara a la atleta imperial que ha dominado las pruebas cortas durante los ¨²ltimos cuatro a?os. Pero verla tan humana acrecent¨® el afecto que los aficionados sienten por esta gran campeona.
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