Viva Corea
Los anfitriones y Estados Unidos brindan un partido emotivo, divertido y fren¨¦tico
Si hubiera que fijar un encuentro del Mundial a estas alturas del curso seguro que el choque entre Corea y Estados Unidos competir¨ªa en lo m¨¢s alto. Por pureza, frescura, alegr¨ªa y emoci¨®n.
Por detalles magn¨ªficos, y a pu?ados. Y todo con un envoltorio extraordinario, en otro de esos estadios soberbios que han edificado los coreanos y con una atm¨®sfera sensacional, una clima que debiera ser fotocopiada de inmediato en todo el planeta, exportable a bajo precio o impuesto por la FIFA mediante un decretazo. Si encima hay f¨²tbol y del bueno —esto no se importa— pues a chuparse los dedos y tirar cohetes. Y en Daegu hubo mucho.
Guus Hiddink tiene mucha culpa de ello. Con su proselitismo holand¨¦s ha hecho un excelente trabajo al frente de un ilusionado grupo de futbolistas a los que ha impuesto un sistema desenfadado. Un conjunto con un dibujo brillante y atrevido, con el sello del Ajax: s¨®lo tres defensas, cuatro en el medio campo y tres en ataque, con dos extremos de los de antes. Estados Unidos tambi¨¦n aport¨® lo suyo. Es un equipo m¨¢s s¨®lido que en torneos anteriores, ¨¢spero en defensa e ingenioso en ataque. Tiene, adem¨¢s, algunos jugadores muy interesantes, caso del liviano Reyna, el cherokee Mathis y el veloz Beasley.
Con la pelota cosida al pie y todas las zonas del campo bien pobladas, los coreanos comenzaron en avalancha. A un ritmo extraordinario. La pelota iba a toda pastilla. Al cuarto de hora Estados Unidos resist¨ªa con la lengua fuera; Corea ya hab¨ªa fallado un par de ocasiones clar¨ªsimas. Por cada paso de los americanos, los maratonianos jugadores asi¨¢ticos daban tres. Siempre por delante en todo, hasta que Hwang, su delantero centro, se abri¨® una ceja. El juego se detuvo. Los chicos se refrescaron para combatir la enorme humedad y el masajista local demostr¨® que es el ¨²nico torpe del grupo. Tard¨® horas en llegar tras la porter¨ªa de Friedl para coser la herida. Dada su pachorra, el juego se reanud¨® con los coreanos congelados y con diez. O'Brian descubri¨® por una rendija el desmarque de Mathis, que se la escondi¨® al portero local. Mathis es la gran promesa de Estados Unidos, un joven algo d¨ªscolo con todo el coco rasurado salvo la cresta. Con el pase de tac¨®n y de espaldas que dio algunos minutos despu¨¦s no le har¨ªan falta m¨¢s se?as promocionales.
Con el traspi¨¦ nada cambi¨®. Corea sigui¨® con la vista al frente. Su capit¨¢n, el libre, Hong Myung Bo, un futbolista estupendo, tirando de comp¨¢s. Los extremos ensanchando el campo, los dos timoneles del centro, siempre atentos a los impulsos ofensivos de Bo, experimentando a un lado y otro, en una y otra v¨ªa. Sin una pausa, con el meta americano, Friedl, el ex jugador del Liverpool, en alza, fustigado por todos los lados. El gol se adivinaba. Pod¨ªa llegar por s¨ª solo, pero apareci¨® un pelele de negro que, sin necesidad alguna, hizo la rosca a los de casa. Se empe?¨® en pitar un penalti de pelotilla y Lee Chun Soo, que llevaba dos minutos en el campo, quiso ser el verdugo. Hiddink le vi¨® fr¨ªo, le desautoriz¨® y pas¨® el compromiso a Lee Eul Yong. Friedl, sensacional, pas¨® de v¨ªctima a verdugo.
Pese a los lamentos locales, la segunda parte a¨²n fue mejor. Estados Unidos, que no consiente bromas en defensa, sobre todo Sanneh, el lateral derecho, un futbolista con pinta de velocista de Santa M¨®nica, se tir¨® al monte. Apareci¨® Reyna, un ilustre con gran destreza, un visionario con un destacado sentido t¨¢ctico. El choque se convirti¨® en un intercambio de golpes, sin que nadie se arrugara. Los dos equipos al frente, sin pelotazos desagradables y pocas interrupciones. McBride tuvo la puntilla, pero lo evit¨® Lee Woon, el meta coreano. Los compa?eros de ¨¦ste tuvieron el doble de oportunidades, pero estaba Friedl. Hasta que Ahn acert¨® a meter el flequillo.
Quedaban apenas diez minutos y nadie puso el candado. El partido se esfumaba, para desgracia de los espectadores, coreanos o de Pernambuco, porque todos quer¨ªan m¨¢s. Y la cita se cerr¨® a lo grande. Con una jugada fant¨¢stica de Lee, el zurdo que hab¨ªa fallado el penalti. En eslalon, con una pared por el medio, burl¨® a cuanto americano se puso de por medio. Se plant¨® en la cara de Friedl, le amag¨® y le dej¨® quebrado; como estaba escorado hacia la l¨ªnea de puerta, le sirvi¨® el gol a Choi Yong Soo, que la mand¨® a Corea del Norte. Un fallo perdonable por todo el deleite anterior. Que siga la fiesta. Viva Corea y su f¨²tbol.
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