Francia deja el Mundial sin marcar un solo gol
Hay ocasiones en las que el f¨²tbol s¨®lo est¨¢ hecho para sufrir. Francia lleg¨® al Mundial con el t¨ªtulo y mucha fanfarria, pero sali¨® despedida de mala manera. No le sirvi¨® el efecto Zidane y no mejor¨® en ninguno de los cap¨ªtulos que hab¨ªa dejado pendientes en los dos encuentros anteriores.
Fracas¨® de nuevo ante el gol y decepcion¨® su juego, extremadamente r¨ªgido. Dinamarca no hizo otra cosa que aprovecharse de la angustia de los franceses. Con sus peculiares centrocampistas -Tofting y Gravesen tienen el aspecto de dos marineros pasados de cerveza- y el optimismo que le dieron los resultados anteriores, esper¨® a que Francia se equivocara. Hab¨ªa razones para sospechar que eso iba a ocurrir. Hipertensos, sin reflejos, presos de una ansiedad paralizante, los jugadores franceses estaban destinados a equivocarse. Lo hicieron a menudo y en situaciones decisivas. A la cuenta de Vieira corri¨® el primer gol de Dinamarca: su p¨¦simo despeje lo recogi¨® Tofting, que cruz¨® la pelota hacia Rommedahl, excelente en su remate.
Francia, que necesitaba pocas cosas para darse el finiquito, capitul¨® con ese gol por varias razones: porque lleg¨® muy pronto, porque acentu¨® el estado de nervios del equipo y porque ya no hab¨ªa forma de conseguir una ventaja de dos goles, la ¨²nica posibilidad para pasar a los octavos de final. Fue curioso ver la transformaci¨®n del equipo, famoso por su exuberancia f¨ªsica y por el vigor de su juego. Frente a Dinamarca estuvo plano como una tabla, sin apenas recursos para meter el diente a un rival muy rocoso. Probablemente no era el d¨ªa para alinear juntos a Makelele y Vieira. El partido necesitaba soluciones m¨¢s intr¨¦pidas. Pero Lemerre prefiri¨® lo pol¨ªticamente correcto al toque imaginativo. Coloc¨® los dos pivotes, situ¨® a Dugarry en la izquierda en el lugar del sencionado Henry y se confi¨® a Zidane, que apareci¨® con un aparatoso vendaje en su muslo izquierdo.
Quiz¨¢ el partido necesitaba de un jugador ¨¢gil y desinhibido. ?se era Ciss¨¦, la ¨²nica noticia positiva que ha dejado la selecci¨®n francesa en su breve periplo por Oriente. Pero Ciss¨¦ entr¨® en la segunda parte, cuando el partido estaba sentenciado. Lemerre prefiri¨® apostar por su sagrada vieja guardia, pero ninguno de los pretorianos estuvo a la altura de las necesidades: algunos, porque han pasado sus mejores a?os -Desailly, Lizarazu y hasta Thuram-; otros, porque son menos de lo que parecen -Vieira es el caso m¨¢s relevante-, y uno, porque se pele¨® con aquello que le distingue. Se trata de Trezeguet, que lleg¨® al Mundial con fama de goleador implacable y sale del torneo sin anotar un gol.
Quedaba por observar la influencia de Zidane, tan reclamado despu¨¦s de su ausencia en los dos primeros partidos. Sucedi¨® una cosa rara: durante la primera media hora acudi¨® frecuentemente a recoger el bal¨®n por detr¨¢s de Vieira y Makelele, error grave porque hab¨ªa kil¨®metros entre Trezeguet y cualquiera que le diera una pelota con garant¨ªas. Y el asunto estaba en ganar el partido. As¨ª no hab¨ªa manera. Tampoco Zidane pod¨ªa solucionar los inmensos problemas de su equipo. Hab¨ªa demasiado trabajo que hacer y ¨¦l no estaba en las condiciones de imponerse. Se le notaba lastimado, muy lejos de la plenitud f¨ªsica. Aun as¨ª, tuvo algunos detalles -un precioso tiro se escap¨® de la porter¨ªa por una cuarta- y no declin¨® en su esfuerzo. Sin embargo, la mano le ven¨ªa mal dada a Francia desde el principio, con Zidane o sin ¨¦l. Empez¨® de mala manera el Mundial y parec¨ªa escrito que su destino en el torneo ser¨ªa el sufrimiento.
Dinamarca aprovech¨® la situaci¨®n con una de esas actuaciones econ¨®micas que s¨®lo se valoran cuando el equipo gana. Aguant¨® con paciencia y orden; traslad¨® a Gravesen y Tofting a las trincheras, donde ganaron el cuerpo a cuerpo a Vieira y Makelele, y esper¨® los errores franceses. En su porter¨ªa no pas¨® malos ratos. S¨®lo en la segunda parte aguant¨® algo de marea. Recibi¨® dos tiros al palo, pero el partido pintaba tan mal para los franceses que nadie daba un chavo por ellos, con palos o sin palos. Y cuando Dinamarca marc¨® su segundo gol, ya no hab¨ªa m¨¢s que decir: casi media hora de agon¨ªa para el campe¨®n. Su destino se torci¨® en el primer encuentro y no hubo manera de cambiarlo.
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