Secos desde octubre
El Atl¨¦tico, que est¨¢ a cuatro puntos del descenso y lleva tres meses sin ganar, empata con el Valencia un choque muy t¨¢ctico
El Atl¨¦tico no gana desde finales del mes de octubre. Pero ayer, al menos, no perdi¨® en los minutos finales. Estuvo a punto. Pero al final conserv¨® un empate sin goles contra el Valencia que la grada sancion¨® pidiendo la marcha del t¨¦cnico, Carlos Bianchi.
Los futbolistas rojiblancos, algunos, coinciden con el p¨²blico del Manzanares y le reprochaban a Bianchi que no estudiaba al conjunto rival. Que no congelaba la imagen del v¨ªdeo para se?alar con una flechita los movimientos clave de los otros equipos. Todo se improvisaba, dec¨ªan. De repente, las aburridas sesiones de desmenuce del contrario eran muy importantes para los jugadores, que ya se sabe que en ocasiones son gente sorprendente. Y Bianchi debi¨® de tomar nota de la petici¨®n. Ayer hasta cuatro chicos vestidos a rayas rojas y blancas envolv¨ªan a Pablo Aimar cada vez que el Valencia ten¨ªa el bal¨®n. Claro, que para saber que el peque?o argentino es el motor de los levantinos no es necesario ser un estudioso. La misma maniobra de saturaci¨®n defensiva agobiaba a Vicente y Villa. Y, m¨¢s o menos, funcion¨®. Aimar y Vicente, sustituidos, dejaron el campo cuando restaban m¨¢s de 20 minutos para concluir el partido.
Bianchi llen¨® el c¨¦sped de centrocampistas con alma de guardia de seguridad. Zah¨ªnos, Mario y Colsa, especialmente el primero, recularon hasta su propia ¨¢rea y se convirtieron en centrales auxiliares. Ibagaza, te¨®rico mediapunta, jugaba de pivote ofensivo. El equipo quedaba cortado en dos mitades muy diferenciadas: una en la que casi todos defend¨ªan y otra en la que Ibagaza, Torres, Petrov y, en ocasiones, Colsa, amagaban con atacar. Pero no atacaban casi nunca, todo sea dicho, hasta que decidieron cambiar el gui¨®n cuando faltaba media hora para el final.
La apuesta, pues, hasta el arre¨®n del segundo tiempo, era el contragolpe. Funcion¨® en el minuto 14, pero el disparo de Petrov, asistido por Torres, lo detuvo Ca?izares. En el 61, otra vez Petrov, se qued¨® solo ante el portero, pero apenas pudo golpear el bal¨®n.
El Valencia, inc¨®modos sus futbolistas m¨¢s brillantes —entre otras cosas gracias al v¨ªdeo de Bianchi— manten¨ªa la pelota en circulaci¨®n por las zonas menos calientes del campo. De Miguel a Marchena, por ejemplo, o de Angulo a Albelda o de Fabio Aurelio a Moretti. Y as¨ª. Pero sin tener oportunidades. En el primer tiempo, excepci¨®n a esa regla fueron: un lanzamiento de Villa desde el pico izquierdo del ¨¢rea peque?a —gracias a un fallo en cadena de todos los defensas rojiblancos— que sac¨® a c¨®rner Falc¨®n; un tiro de falta lejana de Fabio Aurelio que Falc¨®n desvi¨® cuando el bal¨®n se colaba por la escuadra. En el minuto 76 Pablo cabece¨® a su propio larguero y el rechace lo recogi¨® en el punto de penalti Angulo que dispar¨® al centro donde detuvo, bien situado, Falc¨®n. Este Falc¨®n, resulta, es el cuarto portero del Atl¨¦tico. Un buen portero.
Los rojiblancos, que han estado enfermos gran parte de la semana por una gastroenteritis aguda y colectiva, no parecieron acusar la convalecencia. Jugaron regular, pero no peor que en muchos otros encuentros ligueros anteriores. Incluso mejoraron seg¨²n avanzaban los minutos, cuando previsiblemente deb¨ªa suceder al contrario.
El Valencia disimulaba apropi¨¢ndose del bal¨®n. Pero no pasaba de los tres cuartos de campo. Excepto a bal¨®n parado. Defend¨ªa con comodidad —menos cuando Ibagaza urd¨ªa la jugada— pero atacaba con un repetitivo manual de instrucciones. La ¨²ltima media hora, adem¨¢s, dej¨® que el Atl¨¦tico, sorprendentemente m¨¢s entero, se estirase y perdi¨® el control.
A Petrov le acusan de jugar de cara a la grada. Puede ser. Pero quiz¨¢ tampoco sea una idea tan absurda. Los se?ores que est¨¢n sentados en sus localidades, se supone, son una parte importante del negocio. Y Petrov les gusta. A Petrov, los directivos rojiblancos, le han sentado en una sillita y le han tratado de explicar algunas cosas sobre lo que est¨¢ bien y lo que no est¨¢ tan bien hacer en un vestuario. Lo cierto es que el b¨²lgaro, al margen de su vena populista y de que no haga ning¨²n esfuerzo por integrarse, fue el protagonista de las mejores ocasiones del Atl¨¦tico. Eso hasta que Bianchi le sustituy¨® y dio entrada a Maxi Rodr¨ªguez, uno de los m¨¢s tard¨ªamente afectados por la intoxicaci¨®n.
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