Alves saca el martillo

Nada distingue m¨¢s que el talento. En Brasil ya no es una inflaci¨®n. Ahora prevalece un esp¨ªritu gremial. Aun as¨ª, le alcanza para merodear casi siempre por la cima mundial. Tambi¨¦n en la Copa Confederaciones, en la que ha recuperado el primer plano en la escena internacional tras su estrepitoso tr¨¢nsito por el ¨²ltimo Mundial. En Johanesburgo, Sur¨¢frica le mantuvo el pulso hasta el ¨²ltimo suspiro, pero irrumpi¨® Alves desde la suplencia, sac¨® el martillo y con un zapatazo a un paso de la pr¨®rroga acab¨® con la meritoria resistencia de los bafana bafana.

La mutaci¨®n iniciada por Brasil hace 15 a?os, entonces con Dunga como medio matraca a la europea, se ha fortalecido con el mismo protagonista, ahora como gu¨ªa en el banquillo. Con los a?os, Brasil ha ido perdiendo ingenio y gracia en beneficio del m¨²sculo, el rigor t¨¢ctico y todo eso. Siempre le queda una rendija para jugadores de la realeza, como Kak¨¢, pero en estos tiempos no para dominar el juego, sino para cerrar los partidos a la carrera a partir de una defensa atr¨¢s y en el medio que facilite el f¨²tbol de contraataque. S¨®lo as¨ª se explica que frente a Sur¨¢frica, a la canarinha le costara administrar la posesi¨®n de la pelota.

La 'canarinha' estuvo siempre en el alambre, supeditada a su defensa y a Julio C¨¦sar

A Brasil no le importa. Se siente mejor con ocho jugadores por detr¨¢s del bal¨®n, s¨®lo liberados el propio Kak¨¢, Robinho y Luis Fabiano. Frente a los anfitriones, que se desplegaron con una vitalidad y un v¨¦rtigo que no hab¨ªan demostrado en los inicios del campeonato, Brasil estuvo siempre en el alambre, supeditada a su defensa y a Julio C¨¦sar, que tuvo m¨¢s tajo del previsto: Mokoena, en un cabezazo a un palmo de la l¨ªnea de meta; Pienaar, Modise, Tshabalala y Gaxa se aproximaron al gol.

Toda respuesta de Brasil pasa por Kak¨¢, siempre aplicado tras cualquier quite de sus compa?eros. Atento a recibir desmarcado, le gusta arrancar desde los costados, desde donde impone el turbo, ya sea para la asistencia final o para exhibir su pegada. El madridista tiene un repertorio ampl¨ªsimo. Se retrat¨® pasada la media hora, cuando, enquistado en la orilla izquierda, sin salida a su espalda, se sirvi¨® del pecho para un control por alto que le permiti¨® poner a rebufo a un rival; con su aceleraci¨®n dej¨® en el retrovisor a otro adversario y, llegado al balc¨®n del ¨¢rea, enrosc¨® la pelota a tres dedos de la escuadra de Khune. Dimitido Robinho, que, para lo bueno y lo malo, juega en la pasarela de Robinho, ¨¦l fue el ¨²nico en asustar a la defensa surafricana. Esta vez le falt¨® el auxilio de Maicon, al que su compatriota Joel Santana, el t¨¦cnico de los africanos, le cerr¨® esa autopista por la orilla derecha, en la que ha sido capaz de desplazar a Alves de la titularidad.

Sur¨¢frica nunca estuvo atemorizada por la her¨¢ldica de su adversario. Jug¨® con un descaro que no se le conoc¨ªa en la Copa Confederaciones, con ese punto intr¨¦pido que en tantas ocasiones han exhibido, aunque no siempre con ¨¦xito, otras selecciones durante los Campeonatos del Mundo, ya fueran Camer¨²n, Nigeria o Senegal, por ejemplo. Ni siquiera se atrincher¨® cuando la v¨ªa de una pr¨®rroga ante los pentacampeones mundiales le supon¨ªa el santo grial. Pero, como sus vecinas continentales, pag¨® un peaje final. De nuevo se impuso el talento individual. Esta vez el de Alves, que acudi¨® al rescate de su selecci¨®n en el acto final, aunque fuera como lateral izquierdo. El barcelonista, autorizado por Kak¨¢, fusil¨® a Khune en el lanzamiento de una falta a pie de ¨¢rea y la canarinha se apunt¨® a la final. Es otro Brasil, pero est¨¢ de nuevo ante un podio.