El Atl¨¦tico est¨¢ iluminado

Pues resulta que jugar, lo que se dice jugar, s¨®lo lo hizo un equipo: el Sporting. Pero ganar, gan¨® el Atl¨¦tico , que la grandeza del f¨²tbol se nutre de paradojas as¨ª. Y lo hizo sin necesidad de gobernar el partido, un asunto menor en este equipo, que se maneja a arreones y que hace honor a su historia, teniendo como tiene en sus genes, am¨¦n de un inconfundible apego al sufrimiento, un cari?o especial por el contragolpe. As¨ª se manej¨® el Atl¨¦tico y la jugada le sali¨® de vicio. Controlaba el partido el Sporting, malviv¨ªa el Atl¨¦tico sin gui¨®n, sin aire, sin f¨²tbol, apenas con sangre, cuando ocurri¨® lo inimaginable, una jugada excepcional, un contraataque de manual, fren¨¦tico, de tiral¨ªneas, que inici¨® Forl¨¢n en su propio campo para que el bal¨®n pasara por pies de Reyes, que galop¨® como s¨®lo ¨¦l sabe hacerlo en este equipo, por los de Ujfalusi, por los del Kun, llegando de nuevo a Ujfalusi all¨¢ en la banda derecha. Y sac¨® el checo el centro medido, al segundo palo, donde Forl¨¢n lo cabece¨® hacia el centro, a la llegada de Assun?ao, incansable y omnipresente, para que el brasile?o lograra el tercer gol en sus 12 a?os de profesional.

El gol del centrocampista rompi¨® el empate y rompi¨® tambi¨¦n al Sporting, que llevaba m¨¢s de una hora tocando y tocando, que as¨ª es como se maneja, y bien que lo hace, el equipo de Preciado. Y que no ganaba porque se vio el Atl¨¦tico ante una oportunidad, la primera del partido y, claro, estando Forl¨¢n por medio la consecuencia fue la imaginable. Toc¨® Sim?o para Ag¨¹ero, al que acosaron al alim¨®n Boitia y Gregory, los centrales del Sporting. Listo como es, el Kun salt¨®, logr¨® que sus rivales se pasaran de frenada, y la pelota lleg¨® mansa a Forl¨¢n, que se la llev¨® atada al pie, aguant¨® firme la presi¨®n de Rivera y, cuando le vio los ojos al portero, Juan Pablo, la toc¨® con la derecha a la red. Nada hab¨ªa hecho el Atl¨¦tico hasta entonces y nada hizo despu¨¦s, m¨¢s que defender el resultado con m¨¢s entereza de la habitual. Y de repente... la hecatombe de todos los d¨ªas. Asenjo sali¨® a por el bal¨®n en el ¨¢rea grande y el chico, cual manada, atropell¨® a Diego Castro. Marc¨® ¨¦ste el penalti y ah¨ª estaba el Atl¨¦tico, de nuevo acorralado, en ese estado de terror en el que suele verse obligado a manejarse.

Pero lleg¨® aquel bal¨®n a Forl¨¢n, el contragolpe perfecto, deprisa, deprisa, Reyes que deja atr¨¢s incluso a su sombra, Ujfalusi que centra y todo, Forl¨¢n que la deja, y Assun?ao que pierde la virginidad de rojiblanco. Una maravilla. Al rato, el uruguayo cay¨® lesionado y dio paso a Ibra, al chaval, que aprovech¨® los mejores minutos del Atl¨¦tico para marcar tras un pase de museo del irreconocible Ujfalusi, que dej¨® solo al Kun para que ¨¦ste intentara, sin conseguirlo, regatear al portero. Pero le cay¨® el rechace a Ibra y por bajo fusil¨®. Debi¨® morir ah¨ª el partido pero, como marca la ley de este equipo, a¨²n tuvo otro rato de tiritona el Atl¨¦tico, con Luis Mor¨¢n marcando desde el borde del ¨¢rea, con Asenjo borrando su error en el penalti con varias paradas de m¨¦rito y con Ag¨¹ero, otra vez el mejor del partido, mandando el bal¨®n al larguero con una vaselina que no fue tal, que fue una delicia, un regalo, otro gui?o de un equipo indefinible, que ha salido de las tinieblas, que est¨¢ iluminado, que ahora sufre pero disfruta, cae pero se levanta y no juega pero gana, una, dos, tres veces en ocho d¨ªas.

Un contrataque perfecto finalizado por Assun?ao