Subversi¨®n en San Mam¨¦s

Mal que bien, el f¨²tbol tiene unas normas que seguramente est¨¢n para salt¨¢rselas. A saber: todos los equipos prefieren adelantarse en el marcador, el que viene de atr¨¢s acaba con m¨¢s fuerza, se juega mejor en superioridad num¨¦rica (dijera lo que dijera Helenio Herrera), la adversidad es m¨¢s excitante que la comodidad , el empate es un premio menor. Athletic y Getafe son dos equipos subversivos, poco dados a cumplir con la l¨®gica futbol¨ªstica, aficionados a comportarse con esa ingenuidad que tiene m¨¢s que ver con la adolescencia que con la madurez.

Marc¨® el Athletic en una de las m¨²ltiples veces que Llorente le gan¨® la partida a los defensas del Getafe y asisti¨® a Orbaiz para que empalara con tacto a la red. Tuvo m¨¢s m¨¦rito la acci¨®n de Llorente que la del goleador, porque el Getafe, que sufri¨® la baja en el calentamiento de su portero Ustari, tuvo que sacar del servicio de urgencias a Codina sin m¨¢s habilidad que poner vendas o tiritas. El gol se le fue a un cent¨ªmetro de los dedos. Las salidas, a un par de metros. Para hundir a cualquiera. Y ese cualquiera fue el Athletic, convertido en algo as¨ª como el paciente de un infarto porque le ha tocado la loter¨ªa. Tras el gol, perdi¨® el bal¨®n, se encajon¨®, se distanci¨® de sus delanteros, se hizo un equipo m¨¢s vulgar que predecible. Hay goles que matan y el de Orbaiz mat¨® al equipo y a su propio autor. El Athletic concedi¨® un gol a Manu del Moral por el miedo de San Jos¨¦ a meter el pie para despejar, equivocando a Iraizoz. La acci¨®n hubiera tenido l¨®gica, la omisi¨®n result¨® imperdonable. Despu¨¦s, a Orbaiz le dio un arrebato (¨²ltimamente le dan demasiados) y le atiz¨® una patada a Cort¨¦s (que le hab¨ªa atizado otra por detr¨¢s) en... s¨ª, ah¨ª, ah¨ª mismo, y se fue al vestuario otra vez. Fue en lo ¨²nico que acert¨® el frigor¨ªfico P¨¦rez Burrull que, nervioso, tuvo errores de bulto. No en el penalti que adelant¨®, de nuevo, al Athletic, que marc¨® Llorente, salvando la maldici¨®n del punto fat¨ªdico y todo eso, y que premiaba tanto el tes¨®n rojiblanco como castigaba el conservadurismo del Getafe, incapaz de dar un paso adelante. Algo, muy poco, ten¨ªa que ver en ello, el f¨¦rreo marcaje a Casquero que obligaba a dirigir el juego a Boateng, m¨¢s lento de pensamiento, palabra y obra. Ah¨ª bajaba el ritmo del Getafe y perd¨ªa la superioridad num¨¦rica, igualada en el penalti por la justa expulsi¨®n de Miguel Torres por ser el ¨²ltimo defensor cuando derrib¨® a Susaeta.

La subversi¨®n, es decir, la inversi¨®n de papeles, era constante. El Athletic apelaba a la c¨¢tedra de Llorente para llegar al ¨¢rea y confiar en su superioridad frente a los centrales y el equipo de M¨ªchel apelaba a una paciencia infinita, dir¨ªase que cansina, con algunos fogonazos de Miku, hasta que Pedro Le¨®n, su jugador m¨¢s distinguido, encontr¨® un huequecito entre los pies de San Jos¨¦ para enviar un inocente disparo a la red. Cada cual sacaba mucho de casi nada y cada cual jugaba poco en casi todo. Como si el miedo fuera el guardia de circulaci¨®n, como si de una final timorata se tratase.

Y as¨ª lleg¨® el final, con una oportunidad de Llorente que hubiera sido la repera en tan extra?o partido, y un empate que dej¨® insatisfecha a la pareja.

Agresi¨®n y expulsi¨®n de Orbaiz