El Real contra, oh Dios m¨ªo, el Bar?a
No puedo dejar de recordar a una amiga que dec¨ªa que los madridistas jugaban de novia y corr¨ªan detr¨¢s de la pelota como del amor. Esa blancura de su uniforme vuelve blanca la imagen de la televisi¨®n y parece prometer que va a ser limpia la victoria, completamente inmaculada como las cosas m¨¢s ciertas de la vida. Y resulta que no.
?C¨®mo justificar que el Real Madrid de Ronaldo haya bailado despistado entre los jugadores del Barcelona? ?Qu¨¦ cosa era aquella? Fue sinceramente dif¨ªcil ver el aturdimiento de los madridistas, esas carreras inconexas, sin estrategia, en medio de la concentraci¨®n permanente del adversario. A veces tuve dudas de que los madridistas supiesen qui¨¦n era amigo y qui¨¦n enemigo, de lo r¨¢pido que pasaban mal la pelota en un juego lleno de precipitaci¨®n y susto.
A m¨ª me tocaba estar de hincha del Real Madrid de Ronaldo y no s¨¦ si se dieron cuenta de que Ronaldo estaba medio cojo, adem¨¢s de tropezar con sus propios pies, y dolorido desde antes del comienzo del partido. Andaba un rato como inclinado hacia un lado y no le sobraba salvo la voluntad de vencer. Tan grande la voluntad que ha sido la novia m¨¢s obstinada para crear las mejores ocasiones y ofrecer el mayor peligro, o el m¨¢s consistente. Pero despu¨¦s, en un amor correspondido, nada de nada, poca cosa, salvo dar pena. En cuanto a eso, Messi, por el lado de all¨¢, pasaba como una locomotora haciendo temblar el suelo, con ¨¢nimo y equipo, con mucho ¨¢nimo y un equipo. Que un rayo parta a Messi y como ¨¦l joda al Real Madrid del portugu¨¦s Ronaldo, como joda a Ronaldo...
Tr¨¢gicamente, el Real Madrid no tiene exactamente un equipo, tiene un conjunto de jugadores excepcionales que, s¨®lo ilusoriamente articulados, juegan por dispersi¨®n, tantas veces buscando la inspiraci¨®n del momento, sin escuela de casa, sin ligaz¨®n. Necesitaban al menos que los hubieran presentado unos a otros porque, a juzgar por la forma en la que se trataban, como que no se entend¨ªan, igual no se hab¨ªan visto nunca antes en la vida. Dec¨ªa el locutor portugu¨¦s que despu¨¦s de 300 millones de euros lo que se obtiene, incluso as¨ª, es escaso. Como digo, se obtiene este pu?ado de jugadores fabulosos que nadie parece que haya coordinado. Y yo, que no quiero pensar en el dinero, pienso en el dinero porque me viene a la cabeza que el amor no se compra. Esto, al final, con novias no funciona. La idea tiene que ser otra, m¨¢s colectiva, la de empujar para el mismo lado de la formaci¨®n de un colectivo cohesionado que sepa, a cada momento, lo que cada elemento har¨¢, c¨®mo lo har¨¢ y con qu¨¦ objetivo.
Sabemos que la idea es b¨¢sica, la de que la pelota tiene que entrar en la porter¨ªa del adversario, pero el f¨²tbol es sobre todo esa medici¨®n inteligente de la ecuaci¨®n que es cada equipo, la evalucai¨®n de las probabilidades, la memorizaci¨®n del peligro frente a los puntos fuertes y el ataque sin piedad en la superaci¨®n de los puntos flacos. Un partido de f¨²tbol no puede ser unos chavales vestidos de blanco que corren desordenadamente detr¨¢s de una pelota mientras unos chavales vestidos de azul con rayas hacen que la pelota corra frente a ellos. Hay una diferencia incre¨ªble entre estas dos actitudes, la de desesperarnos detr¨¢s de una pelota o la de que pareza que la pelota nos est¨¢ esperando. Respecto a los primeros, la pelota va a huir de ellos; con los segundos, la pelota vive del impulso que le da el jugador, la pelota le obedece.
Como me tocaba estar de hincha del Real Madrid del portugu¨¦s Ronaldo, quiero protestar. Messi s¨®lo pareci¨® mejor jugador que Ronaldo por la mala suerte de ¨¦ste, que estaba doblemente cojo. Cojo del pie y cojo de entrenador.
Valter Hugo M?e es escritor portugu¨¦s.
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