Calle Iniesta, n¨²mero 1
Incapaz de controlar sus nervios, el padre del jugador sali¨® de casa para evitar ver el partido
Jos¨¦ Antonio Iniesta, Dani cuando jugaba al f¨²tbol en el D¨¦nia, no soporta ver el partido en directo. "Se pone muy nervioso", cuenta su hermano Andr¨¦s, "se ha ganado el mote de El diferido. Lo primero que hace cuando acaba el partido es hablar con su hijo, pero no puede verlo". Los nervios se extienden entre los miembros de la Pe?a Iniesta en su pueblo natal, Fuentealbilla, en Albacete. El pueblo tiene 1.800 habitantes. La pe?a, 270 socios. "Muchos son de fuera, de Barcelona, de Salamanca, del Pa¨ªs Vasco...", cuenta el secretario.
El abuelo, Andr¨¦s Luj¨¢n, se mantiene tranquilo entre el alboroto en el sal¨®n de su bar. Los pe?istas han merendado bien. Callos, revuelto de setas y champi?ones. La fiesta empez¨® a media tarde. Andr¨¦s Iniesta Luj¨¢n, t¨ªo del jugador, con quien comparte nombre y apellidos, prepar¨® los fuegos. Los champi?ones eran "campeones". Estaba claro. Todos daban por hecho un 2-0 como m¨ªnimo. La merienda se sirve una hora antes del partido pero ha volado en apenas 20 minutos. Nadie quiere perderse un detalle. Todos se arremolinan en torno a la tele. Sentados, de pie, sobre la barra.
De las paredes de la pe?a no cuelgan decenas, sino cientos, de p¨¢ginas de peri¨®dico con fotos y titulares alusivos al h¨¦roe, a ese n¨²mero 6 que visten casi todos los pe?istas. El abuelo Andr¨¦s Iniesta viste una fresca camisa blanca. Una hora antes del partido, se la adorna con un lazo rojo en el segundo bot¨®n. Pero 40 minutos antes, ya se hab¨ªa enfundado la camiseta roja de Campeones de Europa mientras su nieta le pintaba las mejillas con los colores de guerra.
La pe?a est¨¢ a rebosar pero no suena ni una vuvuzela. El abuelo concede mucha importancia a la disciplina. No cabe un alfiler. A escasos 50 metros, el pueblo ha montado una pantalla gigante en el front¨®n. Ni?os y grandes, se?oras vestidas de domingo y j¨®venes nerviosos siguen con la misma emoci¨®n un partido demasiado bronco para el gusto de los vecinos.
El h¨¦roe local est¨¢ en boca de todos. "Siempre ha sido muy trabajador y disciplinado", cuenta su abuelo, "tuvo suerte de que pudi¨¦ramos repartirnos entre cuatro para llevarle a entrenar a Albacete cuando apenas ten¨ªa ocho a?os". Entrenaba de una a dos. Dejaba la escuela un poco ante que los dem¨¢s. Entrenaba y com¨ªa en el coche para volver al colegio en hora. "Ha valido la pena", recuerda el abuelo. Andr¨¦s Iniesta ya tiene una calle en Fuentealbilla. El n¨²mero 1 es su casa.
"Esta noche lo vamos a celebrar, pero cuando vuelva al pueblo, eso s¨ª que va a ser una fiesta", dice.El partido sigue en marcha y m¨¢s de uno comprende por qu¨¦ Jos¨¦ Antonio, Dani, est¨¢ paseando por el monte. Las paradas se aplauden como goles. Y los nervios est¨¢n a flor de piel. "Qu¨¦ gusto da cuando oyes que se la pasan entre ellos", comenta la joven madre de un min¨²sculo n¨²mero 6.
Los mayores gritan como ni?os mientras los peque?os juegan en el sal¨®n contiguo. "Hoy hasta los del PP son rojos", comenta risue?o un pe?ista. "Lo que m¨¢s me alegra es que vamos a pasar un mes sin hablar de Zapatero", le replica socarr¨®n un compa?ero. De repente, llega el gol. "Lo ha hecho Andr¨¦s, lo ha hecho Andr¨¦s", grita el t¨ªo de Iniesta. "Vamos Ini, vamos Ini"."Fuentealbilla, fiel a La Roja, vive el sue?o con alegr¨ªa.
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