El Athletic se divierte

Si algo no se puede hacer en San Mam¨¦s es discutir estados de ¨¢nimo. Solo los muy poderosos le han aceptado al Athletic la intensidad que suele proponer cuando le afecta la euforia . El Zaragoza era el rival menos dotado para asumir el ritmo de Gurpegui y Javi Mart¨ªnez, la inteligencia de Susaeta o el estajanovismo de Toquero. Demasiado sudor para un equipo que acude a cada cita con el sudor fr¨ªo. Por eso se encontr¨® con un gol a los 10 minutos. Por eso y porque el Athletic, m¨¢s all¨¢ de su dominio de las m¨¢quinas de esfuerzo, entendi¨® de salida que por su costado derecho, es decir, por el de Ponzio, hab¨ªa una autopista sin peajes, sin polic¨ªa de tr¨¢fico y sin radares. V¨ªa libre para Susaeta, espl¨¦ndido por habilidad e inteligencia; para Toquero, espl¨¦ndido por intensidad y perseverancia; para Muniain, incluso, que jugando en la izquierda se asom¨® a menudo a ese mirador, visto que por all¨ª se circulaba sin frenos y a lo loco.

El Zaragoza solo ten¨ªa una lecci¨®n presuntamente aprendida: tapar a Llorente con el grandull¨®n h¨²ngaro Pinter por delante y los centrales italianos por detr¨¢s. Y, por m¨¢s que descos¨ªan a Ponzio, ni un solo central sal¨ªa al cruce cada vez que el argentino era superado por unos y otros. As¨ª construy¨® dos goles, uno de fuerte disparo de Iraola y otro, el m¨¢s doloroso para el Zaragoza, de Llorente tras un jugad¨®n de Susaeta.

En 23 minutos se hab¨ªa quemado el libro del partido. Nada de lo estudiado le val¨ªa al Zaragoza, que, adem¨¢s, sufri¨® la expulsi¨®n de Pinter al comienzo de la segunda mitad. Un da?o moral y num¨¦rico solo comparable al que sufri¨® el Athletic cuando el joven Ibai Gomez se lesion¨® a los cinco minutos de debutar. La Catedral se call¨®, tranquila por el resultado, un poquito acongojada por el infortunio del debutante. Y el Zaragoza marc¨® un gol, de Braulio, en el ¨²ltimo segundo. Fue el gol del silencio.