"Deb¨ªa de dar risa como submarinista"
Si te fijas un poco, s¨ª es cierto que Manuel Guti¨¦rrez Arag¨®n tiene andares de submarinista. Lo fue, lo sigue siendo, porque el submarinismo imprime car¨¢cter.
No es tan evidente, sin embargo, ni por sus andares ni por su modo de manejarse con la cintura, que alguna vez fuera un maestro (o un alumno) de esgrima.
Pero, s¨ª, lo fue. Hizo submarinismo e hizo esgrima. Un deporte de riesgo (relativo, seg¨²n ¨¦l) y un deporte de sal¨®n. Respecto al primero, es autocr¨ªtico, como suele serlo tambi¨¦n en relaci¨®n con sus pel¨ªculas y su escritura (ahora es novelista: gan¨® en 2009 el Premio Herralde con su novela La vida antes de marzo).
"Deb¨ªa de dar un poco de risa porque era como un monstruo antediluviano entrando y saliendo del mar".
La esgrima era m¨¢s leve aunque parezca un deporte alevoso:
"Mis amigos siempre me dec¨ªan, reproch¨¢ndomelo: 'A Manolo solo le gustan los deportes de sal¨®n".
Nunca hizo una pel¨ªcula de espadas y desconf¨ªa de las que se han hecho, pues hacen trizas las reglas de la esgrima: "Yo aprend¨ª que las pel¨ªculas de espadachines son fatales porque eso de subirse a las cortinas o colgarse de la l¨¢mpara te expone al adversario y eso no se puede hacer". Le gusta, de todos modos, Scaramouche. "En esta pel¨ªcula, las secuencias de esgrima est¨¢n muy bien porque los contendientes no se mueven".
La pesca submarina tiene que ver mucho m¨¢s con su primera pasi¨®n art¨ªstica, el cine, en el que ha dirigido, por ejemplo, La mitad del cielo o El rey del r¨ªo, en la que un Alfredo Landa magn¨¦tico expone una mirada inigualable. En el submarinismo aprendi¨® de la mirada (y del misterio) de los peces.
"Pero no eran los peces los que m¨¢s me llamaban la atenci¨®n, con ser tan vistosos y a veces tan incre¨ªbles, como de dise?o. Esas miradas grandes no me hac¨ªan gracia precisamente. Lo que s¨ª me resultaba muy llamativo de la pesca submarina era el gran silencio que hay debajo del mar. Un silencio total, hasta el punto de que, cuando llevas mucho rato ah¨ª abajo, ese silencio te oprime: es muy inquietante".
Naci¨® en Torrelavega (Cantabria) hace 69 a?os y en el legendario Malec¨®n de la ciudad hizo casi todo el deporte del que tiene memoria. Asisti¨® a una gesta que ya podr¨ªa aparecer en el escudo torrelaveguense. Cuando la Gimn¨¢stica dio as¨ª la bienvenida al Racing: "La ciudad de Torrelavega da su bienvenida al pueblo de Santander".
Es un hombre pac¨ªfico este Guti¨¦rrez Arag¨®n, que se ha ganado a pulso el nombre de Manolo con el que el cine y sus aleda?os le conocen. Manolo es como Kim de la India, el amigo de todo el mundo. Un hombre pac¨ªfico que hizo deportes de riesgo, de heridas, de b¨²squedas de los arriesgados fondos marinos. "No..., si en la esgrima no te arriesgas nada. Vas con una rejilla y forrado de ropa. Y con el florete ni siquiera das una estocada al adversario; simplemente, lo rozas. Si lo tocas, es tiempo que pierdes. Me gustaba porque es un deporte de gran precisi¨®n. Los m¨¢s brutos tiraban a la espada". Pero ¨¦l era sutil, como en la vida misma.
Ambos deportes, le digo, son, sin embargo, de disparar. "S¨ª, pero sin gran riesgo. La verdad es que fui pionero en la pesca submarina. Cuando sal¨ªa de la playa y me met¨ªa en el agua, la gente se quedaba a mirar a aquella especie de se?or que llevaba m¨¢scara, aletas y un tubo en forma de garfio... ?Era de risa!".
No est¨¢ muy convencido, a pesar de Carros de fuego y de El miedo del portero ante el penalti, que le gustaron, de que el cine traslade bien la emoci¨®n del deporte. "Las ¨²nicas pel¨ªculas que transmiten eso realmente son las de boxeo. Y las de toros tampoco salen bien". Acaso, le digo, porque en el deporte la emoci¨®n es instant¨¢nea y el cine la retarda, la da muy en diferido.
"Exactamente. El deporte es instante y la gracia est¨¢ en lo que est¨¢s viendo en el momento presente. En cambio, en una pel¨ªcula ya sabes que todo ha sido rodado antes... Y, adem¨¢s, como se rueda con varias c¨¢maras, no reflejas lo que ve el ojo humano".
Un hombre pac¨ªfico disparando con la c¨¢mara, ahora con la escritura y en un tiempo con el dardo, bajo el mar. ?No le daba apuro disparar a los peces?
"Les disparaba muy poco porque, en el fondo, me daban pena. Y porque los pescados, cuando los desenganchas, est¨¢n llenos de espinas. Se clavan como cabrones".
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