Mirotic salva al Madrid
El temple de la joya blanca da a su equipo el triunfo sobre el Valencia
En este baloncesto de rompe y rasga, defensas aguerridas, tanteos bajos y mucho rigor estrat¨¦gico surgen de vez en cuando jugadores a los que es muy dif¨ªcil valorar siguiendo los par¨¢metros que parecen dominar el juego. Mirotic, por ejemplo. Dentro de su enorme potencial futuro, hoy ya cuenta con una cualidad impagable: su capacidad para dejar lo mejor para el final. En su primera media temporada lo ha demostrado varias veces y, por si hab¨ªa dudas, lo volvi¨® a hacer en el siempre importante primer acto de una eliminatoria crucial.
De Colo, magn¨ªfico, hab¨ªa invocado a los fantasmas blancos con una canasta a falta de poco m¨¢s de un minuto (64-65). El Valencia estaba a un paso de la machada. No solo por robar la ventaja de campo a la primera, sino porque su triunfo contradec¨ªa una estad¨ªstica que mostraba un agujero del tama?o de un meteorito, uno de esos datos que impiden en teor¨ªa una victoria. Desde el primer minuto y a pesar de contar con elementos que no invitan a pensar en tal desaguisado, se hab¨ªa dejado capturar 21 rebotes en su canasta, lo que llevaba a otro dato sobrecogedor. Mientras el Madrid tiraba en 71 ocasiones, ¨¦l solo lo hac¨ªa en 48. Lanzando 23 veces menos, no hay que ser Einstein para pensar que el objetivo es una misi¨®n casi imposible.
R. MADRID 71 - VALENCIA 65
Real Madrid (20+13+19+19): Prigioni (6), Llull (11), Carlos Su¨¢rez (9), Reyes (10), Tomic (14) -quinteto inicial- Fischer (6), Velickovic (0), Begic (0), Mirotic (11) y Tucker (4).
P. E. Valencia (18+14+21+12): Cook (0), Rafa Mart¨ªnez (13), Richardson (6), Savanovic (5), Javtokas (11) -quinteto inicial- Lishchuk (10), Navarro (2), Pietrus (3) y De Colo (15).
?rbitros: Arteaga (ESP), Garc¨ªa Gonz¨¢lez (ESP) y Herceg (CRO).
8.345 espectadores en la Caja M¨¢gica.
Pues quedaba un minuto y el Valencia ten¨ªa el partido a tiro. Un mayor acierto, algo m¨¢s de raciocinio, las buenas prestaciones de De Colo y Martinez y el buen t¨¢ndem de Cook y Javtokas cuando imitaban a Stockton y Malone hab¨ªan colocado al Madrid en un escenario en el que se pone a prueba el sistema nervioso. Pero el de Mirotic da la sensaci¨®n de que se halla a salvo de estas contingencias. El joven jugador, rescatado a mitad de curso de una cantera que desde hace lustros parece un secarral, no acus¨® la responsabilidad. Clav¨® un primer lanzamiento que traspas¨® la presi¨®n al rival y remat¨® la faena con un triple ganador desde la esquina que cerr¨® el debate. No est¨¢ mal para alguien de 20 a?os.
Hasta el desenlace monopolizado por Mirotic, los dos equipos se vieron enfrascados en una doble lucha. Frente al contrario y a las propias deficiencias. El Valencia tuvo que aguantar la constante frustraci¨®n de ver c¨®mo Reyes o cualquiera era capaz de arruinar una buena defensa que perd¨ªa una y otra vez los rebotes. Y el Madrid sufr¨ªa para encontrar caminos hacia el aro, sobre todo cuando no estaba Tomic. El croata es imprescindible en las tareas ofensivas. No solo por su capacidad para jugar de espaldas a la canasta, sino tambi¨¦n porque ofrece salida y un punto de referencia para maniobrar con cierta soltura. En su ausencia, mayor de lo habitual por los problemas de faltas en los que se vio envuelto desde el principio, el ataque madridista se convierte en un galimat¨ªas y ninguno encuentra su h¨¢bitat. Nadie mejor que Tucker para representar el desconcierto.
Cargando a cuestas ambos conjuntos con sus contradicciones, el partido transcurri¨® sin un gobierno claro, a expensas m¨¢s de la limitaci¨®n de los errores que de la acumulaci¨®n de los aciertos. Parec¨ªa m¨¢s entero el Valencia, menos ciclot¨ªmico que el Madrid, aunque resultaba incomprensible su incapacidad para entender que las defensas no se terminan con la obstaculizaci¨®n de un lanzamiento, sino con la captura del bal¨®n rechazado.
Aun as¨ª, la sinraz¨®n estad¨ªstica estuvo a punto de producirse. Pero Mirotic lo evit¨®. Su temple, arrojo, sangre fr¨ªa y acierto en las situaciones m¨¢s comprometidas apuntan a que el Madrid tiene una joya cuyo valor se acent¨²a en los momentos de confusi¨®n o definici¨®n. Quiz¨¢ le falten kilos y est¨¦ lejos de su madurez, pero hay cada vez menos dudas de que posee un instinto especial para saber cu¨¢ndo y c¨®mo aparecer. Y eso no tiene precio o... lo tiene en forma de victorias trascendentales.
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