A Plat¨®n no le gustar¨ªa el f¨²tbol
Quiz¨¢ no sea ficci¨®n, pero casi. Y en todo caso, es seguro que muchos lo viven como si de una tragedia griega se tratase.
Es imposible saberlo y no tiene la m¨¢s m¨ªnima importancia, pero me atrevo a asegurar que a Plat¨®n no le gustar¨ªa para nada el f¨²tbol por el mismo motivo que detestaba a los poetas, a los que no quer¨ªa darles papel alguno en el gobierno de su rep¨²blica ideal. En cuestiones futbol¨ªsticas, me da que Plat¨®n y Arist¨®teles discrepar¨ªan de una manera tan radical y profunda como lo hicieron a prop¨®sito de la tragedia, de su valor cat¨¢rtico y de su validez como v¨ªa de acceso a la verdad.
El f¨²tbol, como todos los deportes, naci¨® por la necesidad casi humana de ejercitarse f¨ªsicamente y de divertirse. Me da que por este lado todav¨ªa podr¨ªamos pillar a Plat¨®n. M¨¢s tarde, el f¨²tbol se convirti¨® en un espect¨¢culo y un negocio fabulosos, pero sin menoscabo de una y otra raz¨®n para la gran masa de practicantes y aficionados no profesionales. Cuando el f¨²tbol pierde su funci¨®n de divertimento, parece que pierde a la vez su sentido m¨¢s esencial. Y sin embargo, oyendo y leyendo seg¨²n qu¨¦ comentarios, observando seg¨²n que comportamientos, uno llega a la conclusi¨®n de que el f¨²tbol desempe?a hoy el papel cat¨¢rtico que en la Grecia cl¨¢sica se otorg¨® a la tragedia. Olvidemos a Plat¨®n, definitivamente, y gir¨¦monos hacia Arist¨®teles.
Arist¨®teles cre¨ªa que las pasiones que nos vuelven impuros se descargan cuando las vivimos de manera ajena. Llorar delante de la ficci¨®n nos alivia y nos da placer porque hace que nos sintamos m¨¢s nobles y tranquilos. Luego a?ad¨ªa que es a trav¨¦s del placer, del que nos resulta placentero, como conocemos, puesto que el placer puede ser tambi¨¦n una fuente de conocimiento.
El f¨²tbol quiz¨¢ no sea ficci¨®n, pero casi. Y en todo caso, es seguro que muchos lo viven como si de una tragedia griega se tratase. A cada uno le duele por el lado del que m¨¢s cojea, claro. Es decir, vivimos el f¨²tbol de manera ajena, nosotros somos el otro, sus pasiones son las nuestras, tambi¨¦n lo son sus frustraciones y perversidades. Luego resulta que sin ¨¦l no somos nada ni nadie. Qu¨¦ triste, ?verdad?
Porque lo que sucede, y esto s¨ª llega a tener importancia, es que en cuestiones futbol¨ªsticas el concepto aristot¨¦lico de m¨ªmesis se convierte pura y llanamente en simple memez. A muchos el f¨²tbol a lo mejor les vuelve m¨¢s ricos, pero no m¨¢s sabios, no les sirve como la tragedia cl¨¢sica de v¨ªa hacia el conocimiento, sino todo lo contrario, los vuelve inexorablemente est¨²pidos.
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