El reinado del estratega
Mancini, en tela de juicio tras caer en la 'Champions', mantiene el liderato del Manchester City tras vencer al Liverpool (3-0) desde la pizarra
El Manchester City es de lo m¨¢s afilado y, de propon¨¦rselo, clava el aguij¨® al m¨¢s pintado, sobre todo cuando el duelo se mueve en par¨¢metros f¨ªsicos y no t¨¦cnicos. Pero juega a arreones y no se sonroja por refugiarse en el ¨¢rea, lejos del f¨²tbol pl¨¢stico y armonioso que destilan los grandes de Europa. Le funciona en la Premier, t¨ªtulo que parece cosa de dos, de los vecinos de Manchester, toda vez que al Arsenal, Liverpool y Chelsea no le alcanza con lo puesto, inmersos en un furibundo proceso de renovaci¨®n generacional; pero fue todo un gatillazo en la Champions, donde qued¨® apeado en la primera parada, ahora remitido a la Liga Europa. Una piedra en el zapato para Mancini, inflexible con su propuesta, como demostr¨® ante el Liverpool, al que dobleg¨® con extrema facilidad (3-0), por m¨¢s que su equipo apenas jugara al f¨²tbol, pero definiera el duelo, eso s¨ª, como gusta, desde el laboratorio. Un triunfo sin brillo que no esconde su reinado, con 15 victorias consecutivas en el Etihad Stadium, a una del r¨¦cord hist¨®rico de 1921.
MANCHESTER CITY, 3-LIVERPOOL, 0
Manchester City: Hart; Richards, Kompany, K Tour¨¦, Clichy; Milner, Barry, Tour¨¦, Silva; Dzeko y Ag¨¹ero. No utilizados: Pantilimon; Lescott, Johnson, Kolarov, Zabaleta, Savic y De Jong.
Liverpool: Reina; Johnson, Skrtel, Agger, Enrique; Kuyt (Bellamy, m. 57), Spearing (Kelly, m. 76), Adam (Gerrard, m. 57), Henderson, Downing; y Carroll. No utilizados: Doni; Shelvey, Maxi y Carragher.
Goles: 1-0. M. 10. Ag¨¹ero, desde fuera del ¨¢rea. 2-0. M. 33. Tour¨¦ remata un saque de esquina lanzado por Silva. 3-0. M. 75. Milner, de penalti.
?rbitro: Michael Jones. Amonest¨® a Barry y Johnson. Doble tarjeta amarilla a Barry (m. 73).
Etihad Stadium. 45.000 espectadores.
Descabalgado de la Champions a las primeras de cambio, en lo que fue una pifia monumental, al todopoderoso Manchester City, que tiene una chequera sin fondo solo comparable a la del emergente PSG, no le queda otra que centrarse en la Premier, donde no tiene rival. No resiste comparaci¨®n por inversi¨®n, plantilla ni emolumentos ante contendiente alguno, pero algo no funciona cuando se sisea con perennidad en el estadio que Jos¨¦ Mourinho podr¨ªa darle la vuelta de tuerca necesaria al equipo, que con otro t¨¦cnico todo ser¨ªa m¨¢s redondo. Nada nuevo para Mancini, puesto en tela de juicio desde que asumi¨® el cargo. Antes se le criticaba su generosa racaner¨ªa, con tres y hasta cuatro mediocentros en el once inicial; ahora, sin embargo, la s¨¢tira es m¨¢s ¨¢cida porque se le achaca no tener un estilo de juego predeterminado, algo que afecta al grupo, por m¨¢s que desde el banquillo se defienda la propuesta como una se?orial variedad y riqueza de recursos. Pero el City no tiene sello, una personalidad definida, quiz¨¢ porque al t¨¦cnico se le exige un f¨²tbol tan atildado como sus gabardinas. Y es precisamente el entrenador, otrora un delantero de lo m¨¢s result¨®n, el que no atina a darle ese enfoque demoledor, al menos regularmente. C¨®modo con la defensa cerca del portero, con medios de m¨²sculo y delanteros como boyas, no son demasiadas las ocasiones en las que se ha desatado, como hiciera de forma espl¨¦ndida en el derbi ante el United y en Old Trafford, con ese sonrojante 1-6. Ante el Liverpool, anoche, tampoco se deslig¨® en campo adverso, pero le alcanz¨® con el espl¨¦ndido trabajo t¨¢ctico, con dos hachazos aislados. Demasiado para el Liverpool, que se perdi¨® en el pase largo y que ech¨® en falta a Luis Su¨¢rez, definitivamente castigado con ocho encuentros por sus insultos racistas a Evra.
Acud¨ªa el Liverpool al duelo con la etiqueta de equipo irreverente, rival de enjundia ante los grandes de la Premier, toda vez que los reds perdieron ese apelativo -no as¨ª el laureado club- hace tiempo, quiz¨¢ desde que ganara la Champions siete a?os atr¨¢s. Venci¨® al Chelsea y al Arsenal y empat¨® con el United. Pero no pudo con el City, incapaz de domar a la pelota, de dar un pase definitivo en el ¨²ltimo cuarto del campo. Spearing corri¨® por tres en la medular, Adam persigui¨® el cuero y Henderson a su f¨²tbol. Encimados por el adversario, no dieron pie con bola y persistieron en el pase por arriba, siempre al desmarque de Carroll, siempre infructuosos. No hab¨ªa espacio ni tino. Jauja para los citizens, que jugaron a lo que saben, al contragolpe limpio. Pero tampoco era el d¨ªa de la verticalidad, sino de la t¨¢ctica. El para¨ªso de Mancini.
Sac¨® de banda el Liverpool cerca de su propia ¨¢rea, acosado porque para Mancini -y para la gran mayor¨ªa- no hay forma m¨¢s f¨¢cil de recuperar el cuero en campo ajeno. Se li¨® Kuyt, fall¨® Henderson y Barry sac¨® la zarpa para recuperar el cuero, para habilitar a Silva frente a la porter¨ªa y con la vista al frente. No necesit¨® m¨¢s el medio, h¨¢bil como poco en la lectura del juego, que de un toque le dej¨® a Ag¨¹ero en situaci¨®n de ventaja para armar el disparo. Chut y gol. M¨¢s que nada porque Reina, horrible, se trag¨® el esf¨¦rico entre el cuerpo y los brazos, una cantada en toda regla, de las gordas. En el segundo, aunque algo m¨¢s pudo hacer el portero, no fue solo su culpa. Fue en otra jugada de pizarra; en un saque de esquina lanzado por Silva. En el primero, Richards casi sorprende. Pero en el segundo, Tour¨¦ se libr¨® con un movimiento de cadera de su rival y sac¨® un testarazo para colar, potente, el bal¨®n por el centro de la porter¨ªa. Tres disparos y dos goles. Juego de estratega; f¨²tbol de Mancini.
Roto el encuentro, solo el colegiado y su nulidad parecieron equilibrarlo cuando expuls¨® a Barry por dos cartulinas amarillas que no fueron. Pero de nuevo el ¨¢rbitro, enga?ado esta vez por la picaresca y por su falta de ojo, vio un penalti a todas luces simulado por Tour¨¦. Milner envi¨® el bal¨®n a la red y se termin¨® el partido, ese que no supo disputar el Liverpool y que le fastidi¨® sobremanera al suplente Gerrard, ese que se llev¨® el Manchester City con dos movimientos estrat¨¦gicos y una mentirijilla.
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