Bar?a, ?evoluci¨®n o revoluci¨®n?
?Es el Barcelona un hito en la evoluci¨®n del f¨²tbol? Este relato-cr¨®nica abarca del siglo XIX al XXI. De la torpeza se ha pasado al refinamiento, de la fuerza a la t¨¦cnica, del esp¨ªritu del guerrero a la inteligencia del espadach¨ªn. El exfutbolista Michael Robinson y el periodista John Carlin dan su personal visi¨®n de una m¨¢quina irrepetible llamada f¨²tbol
Mucho se discute, en Espa?a y fuera, sobre si el Barcelona de Pep Guardiola es el mejor equipo de f¨²tbol de todos los tiempos. Por m¨¢s entretenido que nos resulte, es un debate imposible de resolver. Es incluso est¨¦ril. Existen demasiadas variantes y nos falta informaci¨®n. El juego es m¨¢s r¨¢pido hoy, los jugadores recorren m¨¢s kil¨®metros por partido, los balones y las botas son diferentes a cuando jugaban Alfredo di St¨¦fano en el Real Madrid, Pel¨¦ en la selecci¨®n brasile?a o Puskas e Hidegkuti en la Hungr¨ªa de los cincuenta. En cuanto a grandes campeones de Europa como el Ajax de Johan Cruyff, o el Milan de Van Basten y Baresi, o el Liverpool de Sou??ness y Dalglish, los juicios son por necesidad subjetivos. Si alguien da la impresi¨®n alguna vez de ganar el debate, nunca va a ser porque exista una verdad cient¨ªficamente demostrable sobre la cuesti¨®n, sino porque, como un buen abogado, argumenta mejor o quiz¨¢, sencillamente, porque grita m¨¢s.
Adem¨¢s, cuando hacemos comparaciones de este tipo nos limitamos a hablar de equipos que aparecieron tras el invento de la televisi¨®n, como por ejemplo de aquel Real Madrid de las cinco Copas de Europa consecutivas, el que venci¨® 7 a 3 al Eintracht de Fr¨¢ncfort ¨Cpara deleite de la primera generaci¨®n de telespectadores¨C en 1960. Pero ?qu¨¦ sabemos de antes de aquella ¨¦poca? Las borrosas im¨¢genes cinematogr¨¢ficas que nos dejaron, por ejemplo, el Mundial que gan¨® Uruguay contra Brasil en 1950 ¨Cel famoso ¡°Maracanazo¡±¨C no tiene la m¨¢s m¨ªnima utilidad como material comparativo. Entonces, ?qui¨¦n est¨¢ en condiciones de refutar la noci¨®n de que el mejor equipo nunca visto fue aquel Uruguay, o la Italia campeona del mundo en 1934 y 1938, o el Arsenal que arras¨® en la Liga inglesa en aquella misma ¨¦poca, o incluso una de las dos selecciones, In??glaterra o Escocia, que disputaron el primer partido internacional de la historia en 1872?
Lo que s¨ª podemos decir, en cambio, es que el actual Barcelona representa un hito en la evoluci¨®n del f¨²tbol. Existe un antes y un despu¨¦s con este equipo. Ha redefinido el juego, ha hecho que la totalidad del mundo del f¨²tbol ¨Cdesde los entrenadores de ni?os peque?os hasta los cuerpos t¨¦cnicos de los clubes m¨¢s grandes del mundo¨C vuelva a la pizarra y reconsidere sus premisas m¨¢s elementales. Empezando con el sagrado concepto de la posici¨®n t¨¢ctica: que si el que mejor funciona es el 2-3-5, o el 4-3-3, o el 4-2-4 o el 4-4-2. El Bar?a ha condenado la rigidez matem¨¢tica en el f¨²tbol a la irrelevancia. Lo mismo ha hecho con la anciana y venerable noci¨®n de que los centrales, o los delanteros centros, tienen que ser altos y fornidos. O con aquel art¨ªculo de fe que reza que todos los equipos necesitan un stopper, un especialista en destrucci¨®n, en el centro del campo. El Bar?a ha representado una revoluci¨®n democr¨¢tica en el deporte. Ha demostrado, con sus ¨¦xitos, que la ¨²nica condici¨®n necesaria para que un jugador de f¨²tbol prospere es que sea h¨¢bil y listo con el bal¨®n. El tama?o no importa, y la posici¨®n de cada uno en el campo, tampoco.
El germen fue ¡°el f¨²tbol total¡± del Ajax de ?msterdam, patentado por aquel fil¨®sofo del deporte Rinus Michels. Su disc¨ªpulo predilecto, Johan Cruyff, lo trajo al Barcelona, primero como jugador y despu¨¦s como entrenador. Y de ah¨ª sali¨® el dream team barcelon¨¦s. Lo que vemos hoy es la versi¨®n perfeccionada de ese modelo, una destilaci¨®n purificada de la ideolog¨ªa de Michels. Lo que practica el Pepteam es m¨¢s que f¨²tbol total; es f¨²tbol absoluto.
Volvamos m¨¢s atr¨¢s en el tiempo, antes del Ajax de Michels, cuyos principios ¨¦l mismo transport¨® a la maravillosa selecci¨®n holandesa de los a?os setenta (como el Bar??a ha hecho hoy con la espa?ola campeona del mundo). Volvamos a las primeras ra¨ªces del deporte cuyas reglas se escribieron en un pub londinense en 1863 e intentemos trazar su evoluci¨®n como en cualquier evoluci¨®n de la naturaleza, como en el de la propia especie humana, que a lo largo de los milenios ha dejado atr¨¢s lo que no funciona y se ha adaptado a lo que se necesita, potenciando la eficacia.
Aquel primer partido internacional en 1872 entre Escocia e Inglaterra se disput¨® en un campo de cr¨ªquet (el deporte nacional de las islas desde hac¨ªa m¨¢s de cien a?os) ante 4.000 espectadores. Los cronistas de la ¨¦poca plantearon el posicionamiento sobre el campo en t¨¦rminos num¨¦ricos, se?alando que Inglaterra hab¨ªa jugado con una formaci¨®n 2-8, y Escocia, con un 3-7. Pese al predominio de delanteros en ambos equipos, el partido acab¨® 0-0, lo que demostr¨® una gran verdad no del todo digerida hoy d¨ªa: que llenar la delantera de efectivos no siempre es el m¨¦todo m¨¢s eficaz para marcar goles; que la congesti¨®n no conduce a la creatividad. La otra moraleja del partido, relacionada con la primera, fue que dejar m¨¢s espacios permite un juego m¨¢s fluido. El 3-7 de los escoceses result¨® un estilo de juego definido m¨¢s por la posesi¨®n del bal¨®n y el pase que por los pelotazos y los poco eficientes intentos de dribbling de los ingleses.
El salto cualitativo se dio seis a?os despu¨¦s, en 1888, cuando el Wrexham gan¨® la Copa de Gales luciendo un novedoso 2-3-5, el llamado ¡°sistema pir¨¢mide¡±, que se impondr¨ªa como inflexible ortodoxia durante los siguientes 40 a?os. Hasta que en 1930, Herbert Chapman, el entrenador del Arsenal, patent¨® la formaci¨®n WM. Y hasta que el seleccionador italiano Vittorio Pozzo invent¨® el 4-3-3, conocido como ¡°el m¨¦todo¡±. Este consist¨ªa en colocar a los jugadores con el fin de brindarles mayor espacio de maniobra. Significaba darle al pastor un prado. Y as¨ª fue como tanto el Arsenal como Italia pillaron desprevenidos a sus rivales. Estos, desorientados, no sab¨ªan descifrar los planteamientos de Chapman y Pozzo y, como consecuencia, el Arsenal fue el equipo dominante de Inglaterra en los a?os treinta e Italia gan¨® dos Mundiales seguidos: 1934 y 1938.
Despu¨¦s de la II Guerra Mundial, la revoluci¨®n, cuyo impacto se siente a¨²n hoy, vino de Hungr¨ªa. Un partido disputado en el estadio de Wembley en 1953 entre los h¨²ngaros, campeones ol¨ªmpicos el a?o anterior, e Inglaterra sacudi¨® el mundo del f¨²tbol. A los ingleses no les cab¨ªa en la cabeza la posibilidad de perder. Nunca hab¨ªan sido derrotados por un equipo de fuera de las islas y se les consideraba los mejores del mundo de facto, del mismo modo que los equipos que ganan los torneos de b¨¦isbol o f¨²tbol americano en Estados Unidos se llaman a s¨ª mismos ¡°campeones mundiales¡±. Pero la selecci¨®n h¨²ngara dio un ba?o de humildad devastador a los ingleses. Los comentaristas no tuvieron m¨¢s remedio que reconocer que Hungr¨ªa hab¨ªa dado una lecci¨®n de f¨²tbol a los inventores del deporte. Empleando una filosof¨ªa basada en la posesi¨®n del bal¨®n y la exquisita t¨¦cnica individual de sus jugadores, los h¨²ngaros ¨Ccuyo jugador estrella fue el futuro madridista Ferenc Puskas¨C utilizaron un arma secreta cuyo impacto los ingleses fueron incapaces de contrarrestar. El supuesto delantero centro N¨¢ndor Hidegkuti no jug¨® como tal; ocup¨® una posici¨®n m¨¢s retrasada, en el centro del campo. Fue lo que hoy llamar¨ªamos ¡°un falso nueve¡±. Hidegkuti no era ni una cosa ni otra, ni delantero ni centrocampista, y los robustos defensas ingleses no supieron qu¨¦ hacer con ¨¦l. Les mare¨®. Marc¨® dos goles y gener¨® los espacios para que Puskas marcara otros dos. El resultado final fue 3-6. Cuando se volvieron a ver las caras las dos selecciones, un a?o despu¨¦s en Budapest, los ingleses siguieron igual de perplejos. O m¨¢s. Perdieron 7 a 1. El Real Madrid tom¨® el relevo fichando a Puskas y utilizando a Alfredo di St¨¦fano como una versi¨®n incluso m¨¢s imprevisible, din¨¢mica y todoterreno que Hidegkuti. Fue un equipo imparable. Imit¨® el modelo h¨²ngaro, y en cuanto a victorias sobre el campo, lo super¨®.
Italia, concretamente el entrenador Helenio Herrera, dio con el ant¨ªdoto a principios de los sesenta. No solo contra el estilo h¨²ngaro-madridista, sino contra la fortaleza f¨ªsica de otra naci¨®n en ascenso, Alemania. Partiendo de la premisa de que el bal¨®n era prescindible, el catenaccio consist¨ªa en esperar y esperar atr¨¢s, enredar al rival en una telara?a, aprovecharse de su fijaci¨®n ofensiva y estar atento al agotamiento del rival y a la oportunidad de un contraataque que resultara en gol. Con un tanto era m¨¢s que suficiente. Herrera invent¨® tambi¨¦n el fen¨®meno del ¡°l¨ªbero¡±, un defensa que jugaba por detr¨¢s de la ¨²ltima l¨ªnea en caso de emergencia; un seguro de vida. No fue, ni pretendi¨® ser, una obra de arte; Herrera no fue ning¨²n Miguel ?ngel ni el estadio de San Siro la Capilla Sixtina. Pero funcion¨®. El Inter de Herrera gan¨® la Copa de Europa en 1964 y 1965.
A los alemanes les intrig¨® la idea del l¨ªbero, pero desde una perspectiva m¨¢s osada. Entendieron que si el jugador que ocupaba ese puesto no ten¨ªa que marcar a ning¨²n jugador espec¨ªfico, entonces nadie le marcar¨ªa a ¨¦l. En vez de limitarse a operaciones de bombero, podr¨ªa infiltrarse en el medio campo e incorporarse al ataque creando superioridad num¨¦rica ante la defensa rival. Por primera vez, un jugador que por ubicaci¨®n en el diagrama militaba en defensa sumaba las virtudes de un pasador. Incluso sab¨ªa disparar a puerta. Ese fue el papel que Franz Beckenbauer patent¨® y que casi gan¨® la Copa del Mundo para Alemania en 1966.
La selecci¨®n que les gan¨®, Inglaterra, hizo la primera aportaci¨®n t¨¢ctica proveniente de las islas desde tiempos de Chapman. Acab¨® con la ortodoxia del wing, del extremo especialista cuya misi¨®n consist¨ªa en driblar por las bandas, superar al lateral por velocidad y cruzar el bal¨®n al ¨¢rea rival, creando ocasiones de gol para el delantero centro. Alf Ramsey, el entrenador ingl¨¦s, se deshizo de los wings. Su 4-4-2 cre¨® un bloque compacto de ocho compuesto de centrocampistas vers¨¢tiles con movimientos imprevisibles. Los wings cedieron su lugar a jugadores menos t¨¦cnicos, menos especialistas, pero mejor colocados para asociarse con el bal¨®n.
La selecci¨®n dominante de aquella ¨¦poca, sin embargo, fue Brasil, ganadora del Mundial en 1958, 1962 y 1970. Eran los Harlem Globetrotters del f¨²tbol. Un fen¨®meno sui generis y, por definici¨®n, irrepetible, fundamentado en una t¨¦cnica nunca vista y en una filosof¨ªa de ataque sin cuartel. Jugaban 4-2-4 y su plan era sencillo: si el otro marca uno, nosotros marcamos dos; si el otro tres, nosotros, cuatro. En los dem¨¢s pa¨ªses, el lateral izquierdo, por ejemplo, era un jugador aplicado, r¨ªgido en sus principios defensivos; en Brasil era otro atacante m¨¢s. A d¨ªa de hoy, solo los brasile?os producen jugadores (Carlos Alberto, Roberto Carlos, Dani Alves, Marcelo) de estas caracter¨ªsticas; supuestos defensas que recorren todo el campo, marcan goles y juegan como antiguos wings.
Tras la exhibici¨®n de los brasile?os en 1970, el primer Mundial retransmitido en color, el f¨²tbol explot¨® como fen¨®meno de masas televisado. Inmediatamente despu¨¦s vino otra exhibici¨®n, de un lugar menos esperado, pero hizo un ruido que sigue resonando hoy. Holanda fue la cuna de la gran revoluci¨®n del f¨²tbol moderno; el Ajax de ?msterdam dio un paso hacia delante en la historia del f¨²tbol. Rinus Michels, primero entrenador del Ajax y despu¨¦s de la selecci¨®n holandesa (¡°la naranja mec¨¢nica¡±), fue el inventor del famoso ¡°f¨²tbol total¡±. Y dej¨® un legado que incluy¨® tres Copas de Europa consecutivas para el Ajax ¨Cen 1971, 1972 y 1973¨C y llev¨® a Holanda, con Johan Cruyff como estandarte en el campo, a la final de la Copa del Mundo en 1974 y -ya sin Cruyff- en 1978. La inspiraci¨®n de Michels fue aquel equipo h¨²ngaro que puso a Inglaterra en su sitio en los a?os cincuenta. Pero los holandeses llevaron aquel modelo a otro nivel.
La idea no era c¨®mo distribuir a los jugadores ¨Cdividirlos claramente entre defensas, centrocampistas y atacantes¨C, sino cambiar su actitud, lograr que se comportasen ¨Cque pensasen¨C de otra manera. El defensa ya no era un mero bloqueador, un stopper, sino que ten¨ªa que saber distribuir el bal¨®n igual de bien que un mediocentro. El dominio del bal¨®n era el requisito indispensable. El jugador de Michels ten¨ªa que sentirse c¨®modo con el bal¨®n en los pies, jugase donde jugase. Cuando recuperaba el bal¨®n levantaba la cabeza, buscaba un compa?ero y se la pasaba, iniciando una jugada de ataque. El ritmo del juego se increment¨®. El Ajax y Holanda daban la sensaci¨®n de jugar con m¨¢s velocidad que cualquier otro equipo en la historia. Daban esa sensaci¨®n porque era verdad. Uno ve¨ªa las im¨¢genes de c¨®mo jugaba el Real Madrid apenas diez a?os antes, o incluso Brasil, reci¨¦n, y parec¨ªa que el Ajax se mov¨ªa a c¨¢mara r¨¢pida, como en las primeras pel¨ªculas de Hollywood.
Michels llev¨® la antorcha naranja al Barcelona, donde ejerci¨® de entrenador durante seis a?os en los setenta, sin poder acabar de implantar su modelo con el ¨¦xito deseado. Pero dej¨® su huella, y especialmente con el fichaje de Cruyff como jugador. El Barcelona, eternamente indignado por c¨®mo el Real Madrid supuestamente le hab¨ªa ¡°robado¡± a Alfredo di St¨¦fano en 1953, hab¨ªa intentado compensar su sensaci¨®n de inferioridad respecto al gran club de la capital espa?ola pagando cantidades descomunales por reputados cracks. Pero ni Ladislao Kubala, ni Diego Maradona, ni Bernd Schuster, ni el propio Cruyff acabaron con la hist¨®rica hegemon¨ªa blanca. Conquistar el santo grial de la Copa de Europa sigui¨® siendo la gran asignatura pendiente cul¨¦. Maradona pas¨® por el club sin pena ni gloria.
El giro decisivo vino con la llegada de Cruyff al banquillo en 1988. De la noche a la ma?ana, el entrenador se coron¨® rey, suplantando al jugador; la filosof¨ªa de juego ser¨ªa ahora la llave del ¨¦xito. La primera temporada de Cruyff en el Barcelona, sin embargo, fue un desastre y si no hubiera sido por su legendario apellido, y si ¨¦l mismo no hubiera cre¨ªdo tan inflexiblemente en s¨ª mismo, lo normal hubiera sido que el Barcelona lo echase. Cruyff convenci¨® al presidente del Barcelona, Josep Llu¨ªs N¨²?ez, que dejara a un lado el mero resultadismo, que mirara a largo plazo y le dejase apostar por el concepto de f¨²tbol total que hab¨ªa encandilado al mundo 15 a?os antes y que algunos hab¨ªan intentado ¨Ccon m¨ªnimo ¨¦xito¨C imitar. Ese era el camino a seguir, esa era la causa por la que merec¨ªa la pena luchar o morir.
"Cruyff dijo: "Cambiar¨¦ el mundo del f¨²tbol, jugar¨¦ sin delantero centro"
En una conversaci¨®n privada en aquellos tiempos, durante una noche en la que se consumieron muchas Heinekens, Cruyff declar¨® a un compa?ero de copas: ¡°Voy a cambiar el mundo del f¨²tbol¡±. ?C¨®mo? ¡°Mis defensas ser¨¢n centrocampistas; jugar¨¦ con dos extremos y ning¨²n delantero centro¡±. Su interlocutor pensaba que estaba borracho. No lo estaba. Sin un delantero centro en contra, los centrales rivales se quedar¨ªan en el desempleo; con dos extremos, el espacio en el campo se ampliar¨ªa enormemente, y ah¨ª podr¨ªa jugar a gusto un equipo donde sus jugadores ser¨ªan unos maestros con el bal¨®n.
Un ejemplo de su filosof¨ªa se vio con el fichaje de Miguel ?ngel Nadal. En el Mallorca, Nadal hab¨ªa sido el creador del centro del campo. Goleador tambi¨¦n. Cruyff sorprendi¨® al f¨²tbol espa?ol coloc¨¢ndolo en el centro de la defensa. Y ah¨ª triunf¨® Nadal, de??fendiendo cuando ten¨ªa que defender, pero ante todo, y como misi¨®n prioritaria, iniciando jugadas de ataque. Un a?o despu¨¦s del fichaje de Nadal, el Barcelona gan¨® su primera Copa de Europa, en Wembley, con un gol marcado por un holand¨¦s, Ronald Koeman, el f¨²tbol total hecho carne. Sobre el papel jugaba en el centro del campo; sobre el terreno jugaba en todos lados.
Pero el Bar?a de Cruyff no logr¨® afianzar su modelo con victorias en la competici¨®n m¨¢s gran??de, la Copa de Europa; no fue un equipo que marc¨® ¨¦poca en cuan??to a trofeos continentales acumulados, como el Real Madrid o el propio Ajax, o el equipo que le usurp¨® la gloria, el Milan de Arrigo Sacchi, un h¨ªbrido tremendamente eficaz entre la astucia y dureza tradicional de los italianos en defensa desde tiempos del catenaccio y la clase de los tres holandeses que eran la columna vertebral del equipo: Marco van Basten, delantero; Frank Rijkaard, centrocampista, y Ruud Gullit, a veces defensa, a veces delantero. Los resultados de Cruyff no fueron nada desde?ables. Cuatro ligas espa?olas consecutivas, la Copa del Rey, la Recopa de Europa, supercopas tanto nacionales como europeas y, ante todo, la ansiada Copa de Europa. Pero solo logr¨® conquistar una. No lo suficiente para que un equipo leyenda en Catalu?a (¡°el dream team¡±) traspasara fronteras, pero s¨ª para que la teor¨ªa Cruyff siguiera viva. Su juego seduc¨ªa por su elegancia y belleza. En vez de la camiseta blaugrana, podr¨ªan haber jugado con esmoquin. El encanto del estilo de juego cruyffista cautiv¨® al club, a sus seguidores, a la prensa catalana y a los j¨®venes jugadores que tuvo bajo su mando, principalmente al m¨¢s inteligente y receptivo de ellos, Pep Guardiola. Cruyff se fue, pero los equipos que hered¨® pasaron al mando de otros holandeses, Louis van Gaal y Frank Rijkaard, mientras que en las cate??gor¨ªas inferiores se insisti¨® en predicar el modelo cruyffista, en generar automatismos dise?ados con el prop¨®sito de recrear y perfeccionar el prototipo.
La llegada de Guardiola, el disc¨ªpulo predilecto de Cruyff, al banquillo coincidi¨® con la entrada en escena de una camada de jugadores que hab¨ªan digerido la filosof¨ªa de la casa desde la temprana adolescencia. Entre ellos, Xavi Hern¨¢ndez, V¨ªctor Vald¨¦s, Gerard Piqu¨¦, Andr¨¦s Iniesta, Cesc F¨¤bregas y Leo Messi. Lo que les ense?aron, ante todo, fue que el bal¨®n era soberano; la posesi¨®n, la m¨¢xima ¨Cpr¨¢cticamente la ¨²nica¨C prioridad. Era el polo opuesto al catenaccio, cuyo punto de partida era que el otro deb¨ªa controlar la posesi¨®n del bal¨®n. Y estaba en las ant¨ªpodas del robusto atleticismo que se sigue premiando hoy en el f¨²tbol ingl¨¦s, cuyo estereotipo (y capit¨¢n de la selecci¨®n) es el central John Terry. Este es un gran defensor, un gran stopper, porque tiene que serlo. Por falta de t¨¦cnica cede el bal¨®n con tanta frecuencia al rival que se ve obligado a estar todo el tiempo al l¨ªmite de sus posibilidades, en estado de permanente emergencia. Lo mismo, o m¨¢s, se puede decir del defensa del Liverpool Jamie Carragher, tan admirado por sus fans y por la totalidad del f¨²tbol ingl¨¦s por sus indudables virtudes marciales, por su esp¨ªritu ancestral de sargento, defendiendo las barricadas contra ej¨¦rcitos alemanes, afganos o zul¨²es. Uno observa a Terry y Carra?gher en el terreno de juego y entiende c¨®mo se convirti¨® Gran Breta?a en un imperio sobre el que el sol nunca se puso, pero entiende tambi¨¦n por qu¨¦ la selecci¨®n inglesa de f¨²tbol no ha brillado, ni ha ganado nada, en medio siglo.
El Barcelona, en cambio, tiene de centrales a Piqu¨¦, que fue atacante en la adolescencia, y a Mascherano, que jug¨® en el medio del campo para el Liverpool. Mascherano rompe tambi¨¦n el viejo molde del central grandote; es uno de los jugadores m¨¢s peque?os de un conjunto que, seg¨²n cuentan, es conocido en el vestuario del Real Madrid como ¡°los enanitos¡±. Y aqu¨ª vemos una faceta importante de lo que aporta de nuevo el Barcelona: aunque la disciplina en el campo es total, no se sabe muy bien en qu¨¦ posici¨®n juegan muchos de los jugadores. Se ve la alineaci¨®n del once inicial en televisi¨®n antes de empezar un partido, pero una vez que suena el pitido inicial empiezan a aparecer en los lugares m¨¢s inesperados. Dani Alves sale en las listas como lateral derecho, pero ejerce m¨¢s de centrocampista ofensivo, o wing; Iniesta no se entiende muy bien si es un extremo derecho o izquierdo, o si su lugar es el centro del campo; Alexis S¨¢nchez es un delantero centro ¨Cel target man m¨¢s bajito de la historia¨C, pero se disfraza de extremo; Messi es un falso nueve y mucho m¨¢s, el heredero directo de Hidegkuti pasando por el todoterreno goleador de Di St¨¦fano; F¨¤bregas, ni ¨¦l mismo sabe cu¨¢l debe ser, seg¨²n los antiguos criterios, su colocaci¨®n en el campo. Los que marcaron los dos goles del Barcelona en el primer partido de la Copa del Rey el mes pasado fueron el defensa central Carles Puyol (que hab¨ªa sido centrocampista en su juventud) y Eric Abidal, que ejerce de lateral y central al mismo tiempo y meti¨® su gol con el aplomo de un delantero centro y la explosividad de un extremo.
En cuanto a Xavi, es, claramente, el director de orquesta en el centro del campo, pero recupera balones como Mascherano cuando jugaba en Inglaterra. Messi tambi¨¦n recupera, y con la fuerza y el timing de un lateral de toda la vida. El propio portero, V¨ªctor Vald¨¦s, se ve m¨¢s c¨®modo en el pase ¨Ces a lo que se dedica cuando no est¨¢ parando balones¨C que Terry o Carragher. Adem¨¢s, Guardiola ¨Cel extremista radical de la filosof¨ªa Cruyff, el que impone el orden en el aparente desorden¨C le obliga a pasar el bal¨®n, porque el peor pecado es lanzarlo y permitir que se convierta en bal¨®n dividido, que el f¨²tbol se reduzca al azar. La cuesti¨®n es minimizar el factor suerte haciendo que todos hagan de todo. Que todos sean jugadores h¨ªbridos. Como propon¨ªa Cruyff, pero quiz¨¢ no se atrev¨ªa ni ¨¦l a so?ar que en el mundo real se pod¨ªa. La posesi¨®n de bal¨®n es el principio sagrado, tanto en defensa como en ataque. Porque si el otro equipo no lo tiene, no hay necesidad de defender. La jugada es como una ola que crece hasta que rompe en las orillas de la porter¨ªa contraria. Si no acaba en gol, el bal¨®n perdido queda lo suficientemente lejos como para no causar desconcierto defensivo.
Cuando los que juegan m¨¢s atr¨¢s saben distribuir el bal¨®n, lo que ocurre es que cuando el bal¨®n se pierde, se pierde arriba, cerca del ¨¢rea rival. Con lo cual, el otro equipo tiene que recorrer todo el campo, superar todos los obst¨¢culos de un conjunto bajo las ¨®rdenes de perseguir el bal¨®n como una jaur¨ªa de perros de presa, para tener posibilidades de generar una ocasi¨®n de gol. Es un lenguaje nuevo el del Barcelona; un lenguaje que se aprende en los equipos inferiores del club, motivo por el cual grandes estrellas mundiales como Zlatan Ibrahimovic o Thierry Henry nunca acabaron de cuajar en el grupo e interpretaron el papel del patito feo.
Todo esto no lo entendi¨® Alex Ferguson, el entrenador m¨¢s veterano de Europa, tras la derrota de su equipo, el Manchester United, la primera vez que se enfrent¨® a este Barcelona, en Roma, en la final de la Liga de Campeones de 2009. Pens¨® que su equipo perdi¨® porque tuvo una mala noche. Cuando se repiti¨® la paliza en la final del mismo torneo en Wembley el a?o pasado, ah¨ª Ferguson se rindi¨®. Entendi¨® que se hab¨ªa enfrentado no solo al mejor equipo del mundo, sino a uno que representaba un cambio de rumbo en la historia del deporte al que se hab¨ªa dedicado toda la vida. Otra leyenda, Pel¨¦, pens¨® antes de la final del Mundial de Clubes en diciembre que su Santos ten¨ªa posibilidades de ganar al Barcelona. Se equivoc¨®. La estrella del Santos, Neymar (al que Pel¨¦ hab¨ªa clasificado como mejor que Messi), tambi¨¦n lo vio. Despu¨¦s de perder 4-0 reconoci¨® que el Barcelona le hab¨ªa dado una lecci¨®n de f¨²tbol.
Lo mismo dijeron los ingleses tras caer derrotados en 1953 contra Hungr¨ªa. Y son los propios ingleses los que han estado enviando emisarios de sus equipos t¨¦cnicos a la Ciudad Deportiva del Barcelona esta temporada para aprender el lenguaje (Cesc F¨¤bregas lo llama el software) de los de Guardiola. Se ha visto a representantes del Manchester City, del Arsenal, del Chelsea y de muchos m¨¢s equipos europeos observando atentos los entrenamientos del Bar?a, libreta en mano.
La influencia de este Barcelona se extiende a los seis continentes. Hoy d¨ªa, uno va a Liverpool ¨Cpor poner un ejemplo, ya que sucede igual en Guatemala o Madagascar¨C y ve jugar a los ni?os en un enorme terreno en las afueras de la ciudad donde hay 12 campos de f¨²tbol. Algunos ni?os llevan camisetas del Liverpool o del vecino Ever??ton; pero m¨¢s a¨²n llevan las camisetas blaugrana del Barcelona. Los entrenadores de los ni?os, que antes se limitaban a gritar ¨Cal cl¨¢sico estilo ingl¨¦s¨C ¡°entra duro¡±, ¡°p¨¦gale con ganas a la pelota¡±, ahora repiten una y otra vez: ¡°pasa, pasa, pasa el bal¨®n¡±. Bobby Charlton, mito del f¨²tbol ingl¨¦s y estrella de la selecci¨®n que gan¨® el Mundial en 1966, dijo en una entrevista con el diario As este mes que ¡°todos los clubes deber¨ªan querer aprender de lo que hace el Barcelona¡±, cuya filosof¨ªa consiste en que ¡°si tienes la posesi¨®n del bal¨®n y mantienes esa posesi¨®n, entonces tienes muchas posibilidades de ganar¡±.
Los elogios de Charlton, que en su d¨ªa fue un fan¨¢tico admirador del Real Madrid de Di St¨¦fano, demuestran el impacto que est¨¢ teniendo hoy el ejemplo barcelon¨¦s en el pa¨ªs que invent¨® el f¨²tbol. De la torpeza se ha pasado al refinamiento; de la fuerza, a la t¨¦cnica; del esp¨ªritu del guerrero, a la inteligencia del espadach¨ªn. Y a la comprensi¨®n de que da igual si el jugador es alto o bajo, fuerte o menudo, con tal de que sepa tratar bien el bal¨®n. No se necesita un veh¨ªculo cuatro por cuatro, un sed¨¢n, un tractor y un f¨®rmula 1. Se puede triunfar jugando con Minis. Los bajitos se defienden ante una mayor envergadura (como mandan los c¨¢nones de la naturaleza) siendo esquivos. Se defienden con su destreza, como un torero con su trapo. El tama?o, repetimos, ya no importa.
El Barcelona alimenta el sue?o de cada ni?o que desea ser jugador de f¨²tbol. La totalidad del mundo del f¨²tbol se ha rendido ante la nueva visi¨®n del conjunto de Pep Guardiola. La palabra ¡°Bar?a¡± ya es una referencia, en boca de todos los columnistas, de los entrenadores, de los jugadores del planeta. Uno dice ¡°el estilo de juego del Bar?a¡± y todos saben exactamente de qu¨¦ se est¨¢ hablando; la imagen est¨¢ sellada en el imaginario colectivo global. El Barcelona ha logrado algo m¨¢s dif¨ªcil de ganar que cualquier trofeo; ha ganado la admiraci¨®n universal, incluso, si son honestos y serios, la de una buena parte de los aficionados del Real Madrid. Y la revoluci¨®n en el campo de juego est¨¢ dando lugar a una revoluci¨®n en todos los rincones del planeta donde el f¨²tbol se sigue, se?al inequ¨ªvoca de que estamos, precisamente, ante una nueva etapa en la evoluci¨®n del f¨²tbol.
El Bar?a se encuentra en lo alto de esa l¨ªnea ascendente de la historia del f¨²tbol: desde los inicios primitivos del deporte en el siglo XIX, v¨ªa las innovaciones ¨Cel nuevo concepto del espacio como clave del triunfo¨C de Chapman y Pozzo, el 2-3-5, el 4-3-3 y el 4-4-2, el catenaccio, los primeros indicios de f¨²tbol total de los h¨²ngaros, luego patentado por los holandeses, al modelo de ?msterdam perfeccionado que despliega el Barcelona de hoy, y a trav¨¦s del Barcelona a la selecci¨®n espa?ola, campeona del mundo. Se puede trazar una l¨ªnea directa, incluso, con aquella selecci¨®n escocesa que empat¨® 0-0 con Inglaterra en 1872. Ese equipo pasador jug¨® con una formaci¨®n de 3-7. En una vuelta sorprendente a los or¨ªgenes del deporte, lo mismo hace hoy el Barcelona. Pero con una fluidez y variedad y efectividad y belleza de las que jam¨¢s podr¨ªan haber so?ado aquellos honorables pioneros. Siguiendo una l¨®gica darwiniana, se prob¨® de todo. Lo que no funcion¨® se descart¨®, y lo que s¨ª, se incorpor¨®. As¨ª se hizo la especie m¨¢s fuerte. Hay, como dijimos al principio, equipos que llamamos grandes, muy grandes. En tiempos modernos, tras la llegada de la televisi¨®n, tenemos al Real Madrid, a Brasil, al Milan, al Liverpool, entre otros. Quiz¨¢ este Barcelona nunca gane tantas Copas de Europa como el Madrid de Di St¨¦fano. Quiz¨¢ por eso algunos puedan llegar a afirmar de manera convincente, pero nunca definitiva, que aquel pentacampe¨®n europeo fue el equipo de clubes m¨¢s grande de todos. Pero aunque el Barcelona de Guardiola no vuelva a ganar ning¨²n trofeo m¨¢s ¨Caunque no sume ni uno m¨¢s a los 13 de 16 ganados en las ¨²ltimas tres temporadas¨C ha dejado su sello de manera irrevocable en la historia del f¨²tbol. Nunca nada volver¨¢ a ser igual.
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