Crimen perfecto
Busquets prepar¨® la escena, Puyol se puso los guantes y Nesta dej¨® las huellas dactilares
Debemos admitir, para no ser injustos, que las faltas por agarrones dentro del ¨¢rea que se producen en el lanzamiento de tiros de esquina son de las acciones m¨¢s dif¨ªciles de juzgar para los ¨¢rbitros de f¨²tbol, sobre todo cuando perjudican al equipo atacante.
Hay una explicaci¨®n sencilla. En general, se trata de jugadas no violentas y no suele haber en ellas una sensaci¨®n de que el jugador que sufre la falta est¨¦ a punto de marcar un gol. Adem¨¢s los agarrones a menudo son mutuos y no solo es el futbolista que defiende quien comete infracci¨®n. Las decisiones de los ¨¢rbitros, que pueden tener ribetes adivinatorios cuando deben determinar qui¨¦n agarra a qui¨¦n desde antes o qui¨¦n saca una ventaja il¨ªcita justo cuando el bal¨®n se pone en juego, se convierten en un ejercicio que requiere dotes sobrenaturales de ubicuidad cuando la acci¨®n se multiplica por la cantidad de parejas enfrentadas que puede haber dentro del ¨¢rea.
Con todos estos elementos no es de extra?ar que los ¨¢rbitros sean cautelosos a la hora de juzgar estos agarrones y que estos sean, m¨¢s all¨¢ de la literalidad del reglamento, pocas veces sancionados con un penal. Una pena demasiado dura como para decidir a la ligera.
No exageramos si decimos que la proporci¨®n de infracciones de ese tipo que se sancionan con penal es, m¨¢s o menos, de 1 sobre 10. La letra del reglamento est¨¢ all¨ª para ser interpretada y es entendible que, ante la duda, la mayor¨ªa de los ¨¢rbitros prefieran ser garantistas, ante el temor de ser injustos por un exceso de severidad.
En el mundo del derecho, cuando un hecho se produce repetidamente en el tiempo de forma generalizada y es aceptado como una conducta com¨²n se lo considera una costumbre. No hace falta ser un entendido para darse cuenta de que la costumbre, en el tumulto de los tiros de esquina, es ser sujetado y sujetar, y que esto, dentro de determinados l¨ªmites, ha sido y es algo tolerado. Al menos as¨ª lo entienden los futbolistas; de lo contrario, ninguno se atrever¨ªa a extender los brazos o a posarlos sobre su rival ante el peligro evidente de cometer un penal. Los usos y costumbres tambi¨¦n generan derechos adquiridos y podr¨ªamos decir que, en este caso, terminan produciendo una jurisprudencia no escrita.
Quienes, sin dejar lugar para la duda, esgrimen que el segundo penal pitado a favor de Barcelona contra el Milan es una decisi¨®n indiscutible porque se ajusta a la letra escrita de la regla 12 no carecen de argumentos. Sin embargo enfrentan un problema mayor: ?c¨®mo justificar todas las veces que infracciones similares no fueron sancionadas? ?por qu¨¦ se toleraron durante tanto tiempo tantas injusticias? Al defender a rajatabla esa postura se multiplica el n¨²mero de errores arbitrales pasados. Cuando el ¨¢rbitro holand¨¦s afirma que su arbitraje fue ¡°¨®ptimo¡± debe ser precavido: ese superlativo le cierra la puerta a las interpretaciones de muchos de sus colegas y se las abre a los que, desde ahora, quieran juzgarlo a ¨¦l por sus propias omisiones, pasadas y futuras.
Hay otros matices, ya no de jurisprudencia sino estrictamente reglamentarios, que permiten discutir la decisi¨®n de Bjorn Kuipers. El reglamento del f¨²tbol, sabio, advierte la dificultad en este tipo de interpretaciones y prev¨¦, para minimizar el riesgo de caer en posibles injusticias, algunas recomendaciones. Para ello la misma regla 12 les recuerda a los ¨¢rbitros que ¡°deber¨¢n intervenir oportunamente para tratar con firmeza la infracci¨®n de sujetar a un adversario, especialmente dentro del ¨¢rea penal en los saques de esquina y en los tiros libres¡±. Y, a rengl¨®n seguido, explica que ¡°para tratar estas situaciones el ¨¢rbitro deber¨¢: a) advertir a todo jugador que sujeta al adversario antes de que el bal¨®n est¨¦ en juego; b) amonestar al jugador si contin¨²a sujetando al adversario antes de que el bal¨®n est¨¦ en juego; c) conceder un tiro libre directo o penal y amonestar al jugador si la infracci¨®n ocurre despu¨¦s de que el bal¨®n est¨¦ en juego¡±. Si aceptamos que el bal¨®n no estaba en juego todav¨ªa cuando Nesta comienza a sujetar a Busquets el ¨¢rbitro debi¨® poner una pausa y advertir al jugador milanista. Al no hacerlo, omiti¨® dos pasos y salt¨® directamente a la sanci¨®n m¨¢s dura, sin reparar en esa ¡°intervenci¨®n oportuna¡± a la que alude el reglamento.
Hay m¨¢s motivos para discutir la interpretaci¨®n de la acci¨®n. En estos niveles todos los rivales se conocen al detalle. Las cortinas son habituales en la estrategia ofensiva del Barcelona y Nesta parec¨ªa tener claro que Puyol intentar¨ªa interceptar su trayectoria para liberar a Busquets, como finalmente lo hizo apenas el bal¨®n entr¨® en juego. ?C¨®mo hacer para marcar a un rival sin cometer infracci¨®n cuando se sufre la infracci¨®n del rival? La cortina pareci¨® un crimen perfecto: Busquets prepar¨® la escena, Puyol se puso los guantes y Nesta dej¨® las huellas dactilares.
As¨ª como los entrenadores estudian a sus rivales y a los ¨¢rbitros, en partidos de esta trascendencia deportiva, medi¨¢tica y econ¨®mica los ¨¢rbitros se ahorrar¨ªan muchas explicaciones conociendo y advirtiendo a los equipos, antes del inicio de los partidos, sobre aquellos comportamientos que no tolerar¨¢n.
Posdata: no es la intenci¨®n de estas l¨ªneas discutir los merecimientos deportivos del Barcelona para clasificarse. Tampoco lo es juzgar al ¨¢rbitro, que debe tomar sus decisiones en mil¨¦simas de segundo. La intenci¨®n es debatir para entender, entre todos, qu¨¦ criterios se van a utilizar en el futuro en este tipo de jugadas tan pol¨¦micas que, a veces, afectan enormes intereses.
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