Las l¨¢grimas del Txopo
Javi Mart¨ªnez comprendi¨® la gesta del Athletic al ver llorar a Iribar en el vestuario
Sonrisas y l¨¢grimas. Cerveza y claxon. Calles atestadas en la noche de Bilbao, por las que, de madrugada, antes solo se cortaba el viento. Los jugadores del Athletic se refocilan sobre el c¨¦sped, saludan a la afici¨®n. No saben qu¨¦ m¨¢s hacer para transmitir su alegr¨ªa por ser finalistas de la Liga Europa. Y se van al vestuario. Antes, mantean a Gurpegui, el capit¨¢n roto, el futbolista al que la gloria le ense?¨® m¨¢s recodos que autopistas, y a Ocio, tambi¨¦n roto. Y llegan al vestuario. Nadie sabe lo que all¨ª ocurre m¨¢s que los presentes. Pero Javi Mart¨ªnez, fiel a Twitter, relata una sensaci¨®n que resume tantos a?os de historia en apenas tres l¨ªneas: ¡°Ayer me di cuenta de la magnitud de lo que hab¨ªamos conseguido cuando entr¨¦ en el vestuario y vi las l¨¢grimas de un tal JOS? ANGEL IRIBAR¡± (as¨ª en may¨²sculas). El Txopo lloraba, es decir que la historia lloraba. A veces, un instante de felicidad es m¨¢s poderoso que 114 a?os de cierta soledad. No en vano Iribar, entre otras muchas cosas, era el portero del Athletic que perdi¨® la final contra el Juventus en aquel 1977 grandioso y mal¨¦fico en el que el conjunto rojiblanco jug¨® dos finales, como ahora, y no gan¨® ninguna. Era la primera final europea. La primera derrota. Y El Txopo lloraba.
Pero no era el ¨²nico txopo que lloraba. Llorente (193 cent¨ªmetros), tras un partido soberbio, reconoci¨® ante la televisi¨®n: ¡°Por primera vez he llorado no despu¨¦s de un partido, sino durante el encuentro¡±. Normalmente, los futbolistas lloran tras los fracasos o los ¨¦xitos. No en los intermedios ni en los tiempos muertos. Llorente, el otro txopo, probablemente el jefe de la tropa, lloraba como un ni?o y se desplom¨® junto al bander¨ªn de c¨®rner cuando, tras controlar el bal¨®n con el pecho, escuch¨® al brit¨¢nico Atkinson pitar el final. Llorente se tir¨® al suelo como un ni?o grande, como un ni?o feliz que juega con el juguete de la victoria. Se derrumb¨® de alegr¨ªa. Y volvi¨® a llorar. Treinta y cinco a?os despu¨¦s las mismas l¨¢grimas. Las de Iribar, tras derrotar en las semifinales al Racing White, belga, en un partido musculoso y bregado, y las de Llorente, tras otro duelo ¨¦pico en un San Mam¨¦s m¨¢s an¨ªmico, m¨¢s vociferante, igualmente encantado.
Entre medias, Javi Mart¨ªnez, un navarro que lleg¨® a San Mam¨¦s con 17 a?os, sin partidos en Primera y con el lastre de los seis millones pagados a Osasuna por un pedigr¨ª inexistente, salvo para los que le segu¨ªan desde ni?o. El partido de Javi Mart¨ªnez fue soberano, pero se descubri¨® al llegar al vestuario y ver llorar a Iribar. Seguramente se encontraban dos generaciones aparentemente alejadas, pero ¨ªntimamente ligadas por la s¨ªstole y la di¨¢stole del coraz¨®n. No hace tanto que el Athletic tuvo que prohibir a sus futbolistas de las categor¨ªas inferiores acudir a Lezama con camisetas de otros clubes u otros jugadores emblem¨¢ticos. El mensaje lo ratific¨® Mart¨ªnez apelando a Iribar, el futbolista vivo m¨¢s emblem¨¢tico del Athletic que nunca gan¨® nada de rojiblanco, pero al que todos culpan de sostenerlo en la Primera Divisi¨®n.
Los futbolistas rojiblancos estaban el¨¦ctricos. Ander Herrera tambi¨¦n acudi¨® a las redes sociales para dedicar la victoria a ??igo Cabacas, el joven muerto por un pelotazo de la Ertzaintza tras el partido de los cuartos frente al Schalke. Muniain, otro fiel de Twitter, igual. Sorprendido, abrumado. Otro que llor¨® tumbado, desconsolado, sobre la hierba de San Mam¨¦s. Como un chiquillo feliz. Incluso ninguno de los apercibidos de sanci¨®n vieron la tarjeta amarilla que les dejar¨ªa en la grada de Bucarest. ¡°Es dif¨ªcil no emocionarte. Yo estaba llorando¡±, dijo Llorente en su partido m¨¢s memorable en San Mam¨¦s. Con 35 a?os de diferencia estad¨ªstica, los txopos se encontraron. El f¨²tbol, emocionalmente, no var¨ªa. Por una u otra raz¨®n, siempre se acaba llorando.
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