Una despedida
Nadie es tan consciente como Guardiola de que ha quedado atrapado en un laberinto sin salida
Comentaba Javier Mascherano en Bar?a TV: ¡°Le pregunt¨¦ a Messi si era consciente de que hab¨ªa marcado 72 goles en una temporada. Por suerte, no lo es. Aunque pueda que no sea humano, es bueno que Messi siga pensando que lo es¡±.
Estas palabras nos proporcionan una inevitable conjetura: no ser consciente de lo que est¨¢ logrando le permite a Messi seguir en el Bar?a m¨¢s feliz que nunca, mientras que a Pep Guardiola le sucede exactamente lo contrario: no sigue como entrenador porque es demasiado consciente de lo alcanzado. Es m¨¢s, intuyo que nadie es tan consciente como Guardiola de que ha quedado atrapado en un laberinto sin salida. Porque Pep se retira a descansar, pero todo el mundo sabe que volver¨¢, que no podr¨¢ escapar ya jam¨¢s de su destino barcelonista.
En algunos aspectos nos recuerda a Tom Buchanan, aquel exfutbolista y personaje de El gran Gatsby, de quien el narrador de la novela nos dice que est¨¢ condenado a pasar el resto de su vida ¡°buscando ansiosa y eternamente la turbulencia dram¨¢tica de alg¨²n irrecuperable partido de f¨²tbol¡±.
Seguramente ese partido irrecuperable que se jug¨® en el pasado trastorna tanto que s¨®lo volviendo al hogar se evita que la cat¨¢strofe sea mayor. Regresar¨¢ Pep, qu¨¦ duda cabe, retornar¨¢ al lugar del que en realidad nunca se fue. S¨ª, claro. Reaparecer¨¢ cualquier d¨ªa, tal y como Cruyff ha anunciado: ¡°Acierta al tomar esta decisi¨®n, ya que entrenar al Bar?a durante cuatro a?os desgasta mucho. Pero volver¨¢. En el Bar?a hay muchos cargos¡±.
La fatalidad, eso es lo que en el fondo queremos¡±, Romain Rolland
En esas palabras de Cruyff est¨¢ pr¨¢cticamente contenido todo, incluso cierta fatalidad, la tal vez amable condena que ha ca¨ªdo sobre Pep por haber transformado la historia del Bar?a. Pero el caso es que, siendo un enamorado tan verdadero y tan extraordinario de su club, no tiene la menor escapatoria posible. Es m¨¢s, todo lo que va ocurriendo estos d¨ªas parece encaminado a impedirle cualquier alternativa que no sea volver. Y as¨ª, por ejemplo, mientras Cruyff pronosticaba el retorno de Pep, el expresidente Laporta dec¨ªa estar plante¨¢ndose volver a optar a la presidencia del club. Uno cree ah¨ª adivinar un cierto paisaje que nos espera en el futuro: a la hora de unas elecciones, un club nuevamente envenenado por la divisi¨®n en dos grupos sociales enfrentados. Y una sublime salida entonces: recordar que Guardiola podr¨ªa lograr la unidad del barcelonismo.
Pase una cosa u otra, haya paz o haya guerra, todo lleva a pensar que Guardiola ha quedado encadenado de por vida y ya podremos verle entrenar a la selecci¨®n chilena y a la francesa, al Bayern o al Chelsea, pero su verdadero destino siempre estar¨¢ ah¨ª esper¨¢ndole. Si no hubiera hecho tan bien las cosas, quiz¨¢s el fracaso en el Bar?a habr¨ªa podido hacerle libre. Pero ahora ya es tarde. El insuperable ¨¦xito y ser tan consciente de lo alcanzado le han tendido una trampa, quiz¨¢s una feliz trampa, pero le han dejado sin salida, le han convertido en h¨¦roe de un destino, protagonista de una fatalidad.
¡°La fatalidad, eso es lo que en el fondo queremos¡±, escribi¨® Romain Rolland. Eso creo que es lo que pensamos muchos barcelonistas. Pero desde el lugar de Pep se puede expresar de otro modo: en la condena est¨¢ lo que el enamorado buscaba. Doy vueltas a esto y me viene a la memoria el cari?o que despleg¨® el Camp Nou la noche de la emotiva despedida. Y caigo en la cuenta ¡ªal fijarme sobre todo en los requiebros y pancartas y en los piropos tan afectivos¡ª de qu¨¦ forma tan impensada le toc¨® ese mismo d¨ªa descubrir a Pep que en una separaci¨®n siempre el que no est¨¢ enamorado es el que dice las palabras cari?osas. ?Y el otro? Bueno, es bien sabido que el amor, el verdadero amor, jam¨¢s se expresa directamente. Nunca se logra hablar de lo que se ama. De ah¨ª la incomodidad de Guardiola cuando empu?¨® el micr¨®fono en la noche memorable.
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