Todos ¡®drogbados¡¯
Consiste en hacer lo estrictamente necesario en el instante preciso, en f¨ªsica sincron¨ªa con el espacio y el tiempo
?rase una vez dos hermanas. No eran de esas hermanitas de la caridad que regalaban ni?os pobres a los ricos, sino dos hermanas de las de verdad. Hijas del mismo pap¨¢ y de la misma mam¨¢. Pero, como en los cuentos, una era buena y otra era mala y, como en las pel¨ªculas de anta?o, la buena era rubia y la mala era morena. A la buena le gustaba Guardiola y a la mala Mourinho. Por supuesto, la mala era sard¨®nica, impertinente y grosera. La buena, en cambio, dulce y sumisa, casi tan tonta como la Joan Fontaine de Rebeca, salvo cuando se enfadaba. En esas ocasiones, sus ojos refulg¨ªan con una furibunda mirada que en nada la diferenciaba de su hermana.
Pues bien, el domingo pasado, paseando por el Retiro, la mala le dijo a la buena: ¡°Tu Pep es un pusil¨¢nime que, temeroso del certero dedo de nuestro Real Mourinho, os ha dejado con el culo al aire. Dio por perdida la Liga cuando todav¨ªa habr¨ªa podido ganarla. ?Qu¨¦ pensar¨ªamos de un general que da por perdida la guerra antes de librar la batalla definitiva? Para colmo, acab¨® contagiando su melancol¨ªa a los jugadores y defraudando las expectativas de los seguidores cul¨¦s. Mientras algunos arrancaban los p¨¦talos de las margaritas, musitando tr¨¦mulos: ?se ir¨¢ o se quedar¨¢?, otros deambulaban por el campo recitando esa Sonatina de Rub¨¦n Dar¨ªo: la princesa est¨¢ triste, ?qu¨¦ tendr¨¢ la princesa?... Y as¨ª pas¨® lo que pas¨®, que hasta Messi, bajo fat¨ªdicos influjos, tir¨® el penalti al travesa?o y un Chelsea con diez, aunque bien pertrechado y mejor drogbado, os birl¨® la Champions ante vuestras mism¨ªsimas narices, en vuestro mism¨ªsimo sacrosanto Camp Nou, donde ya nuestro Mourinho hab¨ªa sentado precedente con su Inter de Mil¨¢n. Ahora solo os queda, si acaso, un posible t¨ªtulo menor a modo de despedida y tard¨ªo consuelo: la Copa del cazador de elefantes¡±.
Todo es c¨ªclico¡±, sentenci¨® Cerezo, ¡°y el pr¨®ximo agosto el Atl¨¦tico de Madrid de Falcao ganar¨¢ la Supercopa al Chelsea de Drogba"
Espoleada por la indignaci¨®n, la hermana buena respondi¨®: ¡°?As¨ª que, este a?o, la Copa del Rey es un t¨ªtulo menor? ?No era un glorioso trofeo para Florentino el a?o pasado, cuando un gol de pr¨®rroga, cual moneda al aire, salvaba la cara de la cruz en la que le hubi¨¦rais crucificado? La diferencia estriba en que nosotros, adem¨¢s de la Liga, logramos todo lo que, en dos temporadas a golpe de chequera, vuestro Mourinho no alcanz¨®: la Champions, la Supercopa de Espa?a y la de Europa y el Mundial de clubes. Vosotros no ten¨¦is un entrenador de f¨²tbol, sino un domador de circo que pretendi¨® hacer pasar a los jugadores por su aro, como hab¨ªa hecho con el presidente. Pero Beckenbauer tiene raz¨®n cuando dice que Mourinho no ha aportado nada nuevo al f¨²tbol y que ha hecho del Real Madrid un equipo esforzado que carece del estilo y la liviandad del Bar?a¡¡±.
¡°En lo de la liviandad, estoy de acuerdo¡±, interrumpi¨® la hermana mala con expresi¨®n triunfal y dedo admonitorio; ¡°?no he visto equipo m¨¢s liviano que tu Bar?a! Es tan liviano y previsible que nunca nos volver¨¢ a ganar: se desbarata cuando le presionan en su ¨¢rea, no sabe contraatacar ni resolver un cerrojo y, en t¨¦rminos pugil¨ªsticos, tiene mand¨ªbula de cristal¡±. Al o¨ªr lo de la mand¨ªbula de cristal y obedeciendo a un insospechado instinto asesino, la hermana buena derrib¨® de un crochet a la mala, que, desde el suelo, replic¨® con una patada al bajo vientre. Rodando por tierra, se enzarzaron en una lucha fratricida. Por fortuna, pasaba por all¨ª Enrique Cerezo, que, agarr¨¢ndolas por los respectivos cogotes, consigui¨® separarlas y, al enterarse de cu¨¢les eran sus diferencias, les dijo que se olvidaran del Madrid o del Bar?a. ¡°Todo es c¨ªclico¡±, sentenci¨®, ¡°y el pr¨®ximo agosto el Atl¨¦tico de Madrid de Falcao ganar¨¢ la Supercopa al Chelsea de Drogba y se convertir¨¢ en el mejor equipo de Europa. As¨ª que dejaos de Mourinhos y Guardiolas. ?Vuestro hombre a partir de ahora se llama Simeone!¡±.
Las hermanas escucharon estupefactas el augurio. ?Pretend¨ªa aquel caballeroso desconocido que, la temporada que viene, la Liga de Dos fuera, al menos, una Liga de Tres, dando al traste con barriobajeras controversias? ?Suger¨ªa, acaso, la creaci¨®n, por fin, de una m¨¢s igualada Liga europea? ?O estaba tan drogbado como los que, en Londres, Barcelona o M¨²nich, vimos jugar a Drogba?
NOTA DEL AUTOR: la palabra drogbado, de dudoso gusto y precario ingenio, no alude sino a las m¨¢gicas cualidades de un jugador que bien se merece el verbo que propongo: drogbar; es decir, entronizar el acontecer, haciendo lo estrictamente necesario en el instante preciso, en f¨ªsica sincron¨ªa con el espacio y el tiempo, sin drogarse ni robar y sin alardes ni aspavientos. Drogb¨¦monos.
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