El remero impenitente
David Cal puede convertirse en el cano¨ªsta m¨¢s laureado de la historia y en el espa?ol con m¨¢s medallas ol¨ªmpicas. Su entrenamiento obstinado puede abrirle las puertas de la gloria. ?Hasta cu¨¢ndo seguir¨¢ paleando?
Navega hacia la leyenda en canoa y a paladas, hundiendo los brazos en el agua hasta 70 veces por minuto, devorando metros hasta mil en un equilibrio impensado ante tanto estr¨¦pito. Toda esa violencia muta en tierra. La mirada clara de David Cal, la de sus intensos ojos azules, denota verdad y un punto de escepticismo muy gallego. ¡°Ganar mola, pero siempre hay que seguir¡±. Si sube al podio en el canal del elitista college de Eton, deshar¨¢ el empate a cuatro medallas con el ciclista Joan Llaneras y la tenista Arantxa S¨¢nchez Vicario para convertirse en el espa?ol con m¨¢s preseas ol¨ªmpicas y de paso en el cano¨ªsta m¨¢s laureado de la historia de los Juegos. Ha pautado un ciclo de trabajo de m¨¢s de dos a?os y medio para encarar la primera prueba del d¨ªa 6 y la final 48 horas despu¨¦s. Si se cuelga la medalla, afrontar¨¢ el reto de los siguientes Juegos, en R¨ªo de Janeiro, pero su entrenador, Suso Morl¨¢n, advierte: ¡°En 2013 entrenar¨¢ Rita la Cantaora. Nos movemos cada cuatro a?os, y si quieres durar, tienes que dosificarte¡±.
Me lo juego todo a una carta en los 1.000 metros. Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil, pero la quinta medalla es mi gasolina
Cal irrumpi¨® hace ocho a?os en Atenas. Una medalla de oro y otra de plata le rescataron del anonimato. ¡°Un a?o antes hab¨ªa sido subcampe¨®n del mundo, pero solo me conoc¨ªan en mi casa¡±, recuerda. La epopeya griega no solo le convirti¨® a ¨¦l en una celebridad, sino que Morl¨¢n pas¨® de entrenador a gur¨². Y algo de eso hay. Resulta imposible disociar el ¨¦xito de Cal, un tipo paciente, tranquilo y equilibrado, respecto al tutelaje de su t¨¦cnico, complementarios como son. Expansivo y met¨®dico a la vez, Morl¨¢n trabaja para la federaci¨®n desde hace d¨¦cadas, gu¨ªa a Cal desde que era un cadete y desde hace cinco a?os se ocupa de ¨¦l en exclusiva. ¡°Entreno a un solo t¨ªo y no me llegan las horas del d¨ªa¡±, describe. Cada lunes recibe a su pupilo en el peque?o aparcamiento del club naval de Pontevedra y le entrega una hoja, un planning semanal en el que le indica qu¨¦ tipo de ropa debe llevar en la mochila para afrontar cada sesi¨®n de trabajo. No hay m¨¢s detalles, el entrenamiento es ciego, como la confianza. Cal no cuestiona. Si supiera lo que le aguarda, cabr¨ªa la opci¨®n muy humana de regular. ¡°As¨ª que ya ir¨¢ apareciendo lo que toque¡±, resume. Tiene fe en Morl¨¢n, y este, en el japon¨¦s. ¡°En el cron¨®metro, que adem¨¢s ahora ya no es japon¨¦s, sino norteamericano. Con ¨¦l se acaban las milongas y las disculpas¡±, zanja el entrenador, que ha grabado a fuego una consigna para evitar despistes relacionados con el sabor de la gloria. ¡°El talento existe, pero el trabajo est¨¢ por encima¡±.
El talento surgi¨® de Ald¨¢n, uno de los rincones m¨¢s recoletos de Galicia, al final de la r¨ªa de Pontevedra, donde el Atl¨¢ntico mordi¨® la pen¨ªnsula del Morrazo para generar una ensenada en la que la vegetaci¨®n jalona playas de postal. All¨ª ve¨ªa el ni?o David c¨®mo los j¨®venes sal¨ªan a navegar en piragua o canoa. ¡°No hab¨ªa tradici¨®n en la familia, pero viv¨ªamos al lado de la playa y con ocho a?os prob¨¦ y me gust¨®¡±. Algunos empezaron a mirar entonces al japon¨¦s como otros comenzaron a tratar de armar una biograf¨ªa de aquel ni?o devenido en joven de 21 a?os cuando le pusieron el laurel sobre la testa en Atenas. Toparon entonces con un joven normal, de aldea, t¨ªmido, pero no retra¨ªdo, con retranca.
Algunos confundieron la cautela con un sentimiento hura?o. ¡°En cierto modo fue un choque, pero no cambi¨¦ yo, sino lo que me rodeaba. Antes y ahora sigo con la misma rutina de vida¡±. De ¨¦l se dijo que de ni?o era como una alb¨®ndiga, por regordete, o que se entrenaba con m¨²sica heavy. ¡°Sali¨® por ah¨ª escrito y me empezaron a regalar discos. ?Y a m¨ª no me gusta el heavy!¡±, recuerda entre risas. En realidad, a Cal lo que le apasiona es su trabajo. Es un profesional del pirag¨¹ismo que hace equipo con Morl¨¢n para controlar incluso lo que semeja aleatorio, el viento. Solo ellos tienen un hist¨®rico de c¨®mo ha soplado en los ¨²ltimos cuatro a?os en el canal de Eton. Saben que a las diez de la ma?ana, la hora de las pruebas, no repunta tanto como al atardecer, pero que lo m¨¢s probable es que entre por la derecha y en contra, justo las condiciones que menos les favorecen. En Atenas, con el viento a favor y el agua caliente, en su escenario perfecto, Cal vol¨® para derrotar al alem¨¢n Andreas Dittmar, que llevaba cuatro a?os imbatido. En Gran Breta?a, el agua estar¨¢ fr¨ªa y no tendr¨¢ dos opciones de medalla como en los Juegos anteriores (en Pek¨ªn obtuvo dos platas) porque la distancia de 500 metros ha salido del cartel ol¨ªmpico en beneficio de los 200, lejos de su alcance. Pero cuando detalla las dificultades, a este H¨¦rcules gallego se le ilumina la cara y sonr¨ªe. ¡°Me lo juego todo a una carta en los mil metros. Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil, pero la quinta medalla es mi gasolina¡±. Si la consigue, ir¨¢ a por la sexta en Brasil; si no, cavilar¨¢ sobre el futuro: ¡°Son cuatro a?os, 2.800 horas de entrenamiento y 14.000 kil¨®metros. Y eso duele¡±.
¨C?Y no puede ser que si hay un mal resultado y decide no seguir, luego durante el ciclo ol¨ªmpico le pique el gusanillo?
¨C?El gusanillo? No conoce las palizas¡
Y suelta una carcajada.
Palear a muerte
David Cal (Cangas do Morrazo, Pontevedra, 1982) atesora cuatro medallas ol¨ªmpicas
- En Londres puede convertirse en el espa?ol con m¨¢s metales en su palmar¨¦s
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.